El Ejecutivo progresista carpetovetónico sube en 4000 M el presupuesto en Defensa y reduce en 1000 M el de Educación. La eme mayúscula, por cierto, en este contexto es abreviatura de millón(es). Los Ministerios que más dineros pierden son Hacienda, Educación y Ciencia. La gente reclama, desde abajo, a Papá Estado que gaste menos en la promoción de la guerra, y más recursos en las cosas que se consideran buenas para el pueblo como la salud, la educación y demás necesidades sociales, pero entonces Papá Estado dice que hay que defender lo que tenemos, porque está en peligro todo lo demás. Además, nos tranquiliza -es un decir- diciendo -es otro decir- que el aumento del gasto militar no va a comportar un recorte de los gastos sociales porque, en el fondo, los gastos militares son también gastos sociales.
El presidente y sus adláteres defienden a capa y espada el rearme porque genera puestos de trabajo, mejora las condiciones de nuestra tropas, fortalece las telecomunicaciones y la ciberseguridad, apoya en la gestión de emergencias y desastres naturales, fomenta misiones humanitarias en el exterior, y es bueno para la salud y sostenible para el planeta. Nos convencen así de que la dicotomía entre gastos sociales y militares es falsa porque los segundos son gastos sociales, y más importantes y sociales, si cabe, que los primeros en tiempos de indefensión como los actuales, en los que hay que invertir en “instrumentos de defensa y disuasión”.
¿Adónde se fueron, haciendo un poco de memoria histórica, las manifestaciones multitudinarias contra la guerra de Iraq, y el ¡NO A LA GUERRA! de los años del Señor de 2003 y 2004? ¿Dónde, más atrás, las manifestaciones contra la OTAN de los años ochenta, que coreaban el lema ¡OTAN NO, BASES FUERA!?
El Partido ¿Socialista? ¿Obrero? ¡Español!, que decía de entrada que no a la Alianza Atlántica, nos metió de cabeza en ella mediante un referéndum que ganó por los pelos mediante la manipulación del electorado. La democracia, en efecto, no es el gobierno del pueblo, sino el de la Opinión Pública, que no es la opinión del pueblo, porque el pueblo no tiene opinión, tiene razón y razones, sino la del gobierno, que sí tiene opinión y que la impone. Entonces gobernaban el P¿S?¿O?¡E! y los medios de formación masiva de la Opinión Pública a su servicio.
El bombardeo, nunca mejor dicho, al que los medios nos han sometido a raíz de la guerra de Ucrania, que es la guerra de Putin, el nuevo Hitler que hay que combatir a toda costa, nos infunde miedo, terror, pánico, como hicieron durante la pandemia de la que ahora nadie quiere oír hablar, con una amenaza que no es tal, como la rusa. Seguimos en la caverna de Platón, ahora en su versión electrónica: la e-cave o e-cavern punto 2.
No vayamos a creer tampoco que la gente es tan pacifista como pudiera parecer. La mayoría no se opone a las guerras cuando son ‘en legítima defensa’: si te atacan, es legítimo defenderte. El concepto de legítima defensa está tan arraigado en el inconsciente colectivo que los aparatos de propaganda de los estados siempre presenten las guerras como defensivas, ya sea ante una ofensa real, simbólica o ficticia.
Los grandes medios de ahormación de masas, pertenecientes la mayoría a conglomerados empresariales y fondos de inversión con intereses económicos directos, moldean la Opinión Pública hasta crear una mayoría favorable a sus propósitos y favorecen de este modo la rentabilidad de sus jugosas inversiones. Envuelven su discurso con palabras bonitas como 'seguridad', 'tecnología', 'progreso', 'cooperación internacional' y un larguísimo etcétera, camuflando el hecho de que están trabajando en beneficio de la industria del armamento, presentándonos además al ejército como si fueran altruistas hermanitas de la caridad con un par de pistolas al cinto.
Las exigencias militares de los EEUU y de la OTAN ya no se conforman con el 2%. Ahora hay que llegar al 3% y 3,5%, poniendo ya la vista en el 5%... si no queremos acabar hablando ruso a la fuerza, según dice el secretario general de la Alianza Atlántica, en una espiral que parece que no hay Dios que la detenga. Y, frente a eso, como dicen los amigos antimilitaristas: Los
ejércitos están para hacer la guerra, y de aquí que se pertrechen con
tantas armas e instrumentos mortíferos. Tienen cazas, tienen
bombarderos, tienen helicópteros artillados, tienen carros de combate...
La denominación de sus artilugios no sugiere misiones de paz,
precisamente.
Frente al rearme, las almas piadosas le piden al inexistente Agnus Dei, el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo, que nos dé la paz con divinas palabras: Dona nobis pacem. No hace falta ser creyente para apreciar la Misa en si menor de Bach, una obra maestra de la música. He aquí el final de esta misa, el Dona nobis pacem, grabado en la Filarmónica de París en abril de 2015, dirigida por J. E. Gardiner con el Coro Monteverdi.