martes, 1 de diciembre de 2020

Acababa noviembre...

Acababa noviembre
de echar su cuenta,
y asomaba diciembre
con frío a cuestas.

 

Pese al toque de queda,
salió la luna
en la noche cerrada,
triste y oscura.

Pese al confinamiento,
brilló serena
en el cielo vacío
la luna llena.
 
 

 Sin tapujo ninguno,
desobediente,
y a la vista de todos
resplandeciente.
 
Musa de los poetas
ensoñadora,
desde tiempos sin cuento
trasnochadora. 

lunes, 30 de noviembre de 2020

Mensajes breves contra todo lo que hay

Ni las ciencias propiamente dichas ni pseudociencias como la astrología o la homeopatía se sostienen sin el apoyo fundamental de la ciega fe que las sustenta.

Las urnas electorales son urnas fúnebres cinerarias de mariposas en cenizas desatadas, parodiando a Góngora, o sea, sarcófagos carnívoros de votos e ilusiones. 

El Estado es el deus mathematicus que pretende que todos y cada uno seamos un número en la fosa común del olvido de un cadáver: carne dada a vermes y gusanos. 

La palabra "democracia" es un monstruo híbrido que funde y confunde dos cosas incompatibles: demo, pueblo, y cracia, el poder que se establece y se le impone. 

Muerte e inmortalidad no son cosas distintas, sino una y la misma cosa siempre futura, siempre ajena y por lo tanto no mía, de la que carezco de experiencia. 

En contra del trabajo asalariado que se hace por obligación y necesidad, y a favor de lo que se hace por cariño y por la gracia de hacerlo, gratis et amore

Si en otros tiempos la religión era, al decir de Carlos Marx, el opio del pueblo, hoy es la ciencia la que se ha convertido en la religión opiácea del pueblo. 

El dinero es lo más real y falso que hay, lo más ideal y abstracto, lo que sin ser ninguna cosa pretende valer por todas convirtiéndolas en números contables. 

Lejos de darnos la felicidad o ayudarnos, al menos, a conseguirla, no nos deja vivir y nos desvive y es la fuente de todas nuestras desgracias... el dinero. 

Al revés del rey Midas, que convertía en oro todo lo que tocaba, lo que toca el vil metal tasándolo, comprándolo y vendiéndolo se torna en mierda y excremento. 

Hay cosas que, independientemente del buen o mal uso que de ellas quiera hacerse, son intrínsecamente perversas, y eso lo sabemos todos: no nos engañemos.


Labor improbus I. -El trabajo mata: Lo dice un académico de la Escuela de Postgrado de Negocios de la Universidad de Stanford. Y tiene razón: cualquiera de nosotros lo atestigua.

Labor improbus II. -La capacidad nociva del trabajo consiste en reducir la vida a dinero, es decir a tiempo cronometrado en años, meses, semanas, días, horas, minutos y segundos. 

Labor improbus III. -El trabajo mata no sólo a consecuencia de los llamados accidentes laborales, sino reduciendo la vida del trabajador una media de ocho horas diarias. 

Labor improbus IV. -Trabajamos para ganarnos el pan, o sea, la vida, con el sudor de nuestra frente, según la maldición bíblica, y trabajando para ganarnos la vida la perdemos. 

Labor improbus V. - La serpiente que se muerde la cola: trabajar para ganar dinero y poder disfrutar de la vida, de una vida que dejamos que se pierda so pena de ganárnosla. 

Como Sísifo con su roca a cuestas día tras día, ejecutamos las mismas rutinas una y otra vez. Existimos, pero, además de existir, ¿estamos seguros de vivir? 
 
 

domingo, 29 de noviembre de 2020

¿Para qué quieres coach ni coche en tu vida?

Titular de un periódico cualquiera de tirada nacional: “Diez claves para ser feliz en el trabajo”. Subtítulo: “La coach Fulanita de Tal (no hace falta dar nombres propios que no vienen al cuento del caso) explica cuál es la actitud que produce mayor bienestar en cualquier tipo de empleo”. Las claves no dejan de ser los consejos típicos y tópicos supuestamente bienintencionados y consabidos tales como “duerme al menos seis horas diarias” o “sé optimista”,  dirigidos a la aceptación incondicional de la maldición bíblica veterotestamentaria que es cualquier tipo de trabajo. 

Lo que me ha llamado poderosamente la atención y rechinado en los oídos es el anglicismo “coach”: ¿Qué necesidad tiene la lengua de Cervantes, que es la nuestra, de admitir un palabro como ese? ¿Se trata acaso de un nuevo invento que carece de denominación en nuestro vocabulario? Veamos: ¿Qué es un coach en este contexto? Un “coach” es alguien que te ayuda a desempeñar mejor tus funciones y a cumplir tus expectativas, quien te infunde un wishful thinking, otro anglicismo, para un pensamiento ilusorio o ilusionista, o voluntarioso, lo que te lleva a creer ingenuamente que la realidad es como tú quisieras que fuera, creyéndote más feliz al no percatarte de lo desgraciado que eres. 

Algunos dicen que poner un coach en la vida es la mejor inversión de futuro que se puede hacer, y hablan de coach personal y empresarial, de coach para el éxito y la autoestima entre otras majaderías. 
 
El vocablo procede del verbo inglés to coach que significa entrenar. El sustantivo coach, por lo tanto, puede traducirse sin ningún problema por entrenador, por lo que no necesitábamos esa palabra en nuestra lengua, dado que tenemos una traducción equivalente. 
 
El problema es que con la palabra viene el concepto. Y ahí es donde está el peligro, pues un coach no deja de ser lo que otras veces se ha llamado también gurú o maestro espiritual, o, con otro anglicismo, líder, ingl. leader del verbo to lead "guiar, conducir"; por lo tanto, un guía, un conductor y un vehículo que nos lleva a donde a lo mejor no merece mucho la pena que vayamos ni que nos lleve nadie.

A la actividad que desempeña el coach la denominan coaching con el omnipresente e invasivo gerundio en –ing, capaz de convertir cualquier excéntrica extravagancia en una actividad digna de entrar en el diccionario como el balconing o el puenting. Ya se colaron hace tiempo el smoking, que era el traje de los caballeros para la hora de fumar, el camping,  el parking y hasta el footing y el running, y ahora nos amenazan con el fracking o fractura hidráulica. 
 
Se entiende por coaching  al proceso de entrenamiento mental que florece sobre todo en el ámbito empresarial o emprendedor, como gustan de decir ahora para disimular el regustillo capitalista del término, pero también en el terreno personal, psicológico -especialistas en ti que son-  y de las relaciones sociales,  y que procede del mundo deportivo, cuya actividad está dirigida a la aceptación sin muchas condiciones del principio de realidad. 
 

Si recurrimos a la etimología de la palabra “coach”, resulta que ya la teníamos en castellano y es "coche". El vocablo entró en nuestra lengua en el siglo XVI, procedente del húngaro Kocsi, pronunciado algo parecido a cochi, y  quería decir de la ciudad de Kocs. 
 
En el siglo XV, la ciudad húngara de Kocs, en efecto, desarrolló un tipo de transporte ligero y rápido entre Budapest y Viena, tirado por tres caballos, que se denominó Kocsi-szekeret, más o menos “el vehículo o carro de Kocs”, una carlinga o calesa hecha de mimbre con asientos  para dos personas y una tercera, que ocupaba una plaza colocada tras el conductor. 
 
Prototipo de coche, carricoche
 
Rápidamente se difundió el uso de este carricoche por la vieja Europa y también el nombre del Kocsi-szekeret o, su forma abreviada “Kosci”, y pasó de ser un topónimo, en genitivo, a ser un nombre común en francés, portugués y español como coche, y en inglés como coach, donde uno de sus significados es el que veíamos al principio, a saber: persona que te lleva hacia la consecución de un objetivo, por ejemplo entrenador deportivo o asesor financiero. 

Pero tanto los coches, en el sentido latino como los coachs en el anglosajón, nos han hecho un flaco favor a las personas: como vehículo, el coche ha hecho que dejemos de movernos por nuestros propios pies y que dependamos cada vez más de él para trasladarnos, y como monitor o entrenador, el coaching se ha convertido en una especie de guía espiritual, gurú o Mentor que pretende monitorizar y tutorizar nuestra propia vida tanto en lo físico como en lo psíquico, impidiendo que tomemos nosotros responsablemente las riendas y propias decisiones. ¿Para qué vamos a quererlos?

sábado, 28 de noviembre de 2020

Más mesajería breve, suma y sigue

No le ha bastado a la prensa la invención de una segunda ola tras el maremoto de la primera, que pronostican ya una tercera en enero a raíz del relajo navideño.

Cada vez más individualizados en nosotros mismos, metidos en burbujas unipersonales, cápsulas asépticas e higiénicas, sin contacto con el exterior ni los demás.

Oderint dum metuant. Dijo la Muerte: No persigo el cariño de mis súbditos. Que me aborrezcan hasta la hez con tal de que no pierdan el miedo y dejen de temerme.

Las muertes por el virus coronado se dispararán en enero si aflojamos las normas de seguridad en Navidad repitiendo el error irresponsable, dizque, del verano.

Un virólogo: -Sería tremendo que el abuelo tras una Navidad "alegre" en familia, bebiendo y charlando sin embozarse, ingresara en Reyes en Cuidados Intensivos.

Paradojas de la vida y el aprendizaje permanente: lo que aprendo me lleva casi siempre a desaprender lo aprendido, soltando el lastre de las ideas inculcadas.

La palabra mágica que más fascina, embelesa y enhechiza: “nuevo": nuevo modelo, nuevo programa, nueva fórmula, nuevo gobierno, nuevas caras, nueva... novedad.

Lo nuevo despierta siempre la ilusión de que por serlo va a ser mejor que lo viejo; sin embargo, como ya anunció el Eclesiastés, no hay nada nuevo bajo el sol.

Las autoridades sanitarias del sentido común, no las del régimen político que nos malgobierna, advierten de que la medicina perjudica seriamente la salud.

Feliz, la rana se cocía viva en la cazuela a fuego lento sin darse cuenta de la paulatina e inexorable ebullición del caldo hasta, tarde ya, morir en el hervor.

El Gobierno de España destina cinco mil millones de euros extraordinarios a armamento: “Antes de que termine el año hay necesidades urgentes que atender(!)”. 
 
La sandia sinrazón con la que "justifica" el Gobierno el astronómico gasto en pertrecho bélico es la creación de empleo en el deprimido sur de las Españas.
 
Cricrí, cantaban los grillos, cricrí, batiendo sus hélitros, cricrí, con monotonía, cricrí, rompiendo el silencio, cricrí, nocturno estival, ay, de la niñez.

Hay palabras que, además del significado, tienen un simbolismo positivo o negativo que depende de quien las diga y las oiga o escuche: “activista” por ejemplo.

Eslogan del Ministerio de Defensa del Gobierno de España fomentando el amazonismo: "Mujer de hoy: ven a las nuevas fuerzas armadas". (Te haremos un hombre). 

Difficile est longum subito deponere amorem (Catulo). Es imposible salir de una relación sentimental, por superficial que haya sido, indemne, sin rasguño.

Algunos fanáticos de la higiene y la profilaxis se sacrifican en aras de la aséptica Higía, limpiándose preventivamente el culo de heces antes de ir a defecar. 

Decirle a una persona en la intimidad con toda la sinceridad y convicción del mundo “te quiero” es, ni más ni menos, como meterle una puñalada al corazón.

Algunos se aferran a una opinión suya propia como a un clavo ardiendo, y aunque se les demuestre su error, perseveran empecinados sosteniéndola sin enmendarla.

Los intelectuales orgánicos, pilares ideológicos del sistema, conforman una nueva y conservadora clerigalla, forma despectiva de referirse a la casta clerical.

 

(A Marcial) Da Dios almendras a quien no tiene muelas, se dijo la vieja que tenía cuatro dientes antes de que un fuerte ataque de tos la dejara desdentada. 

Juan José Millás escribía en una sagaz columna periodística "Votar se va pareciendo, cada vez más, a cambiar de canal", redescubriendo así el mar Mediterráneo.

Hay alguien que no existe oficialmente para la Administración. ¡Qué felicidad! No tiene DNI ni consta en Registro Civil ni parroquia alguna su fe de nacimiento. 
 
El hecho de que haya alguien que carezca de identidad en este mundo me hace pensar que al menos hay quien no tiene una identidad falsa como tenemos los demás.

"Dijeron que antiguamente/ se fue la verdad al cielo;/ tal la pusieron los hombres/ que desde entonces no ha vuelto". (Lope de Vega) Ergo, reina la mentira. 

La Edad de Oro, más que un tópico literario, deseo utópico del corazón humano de un mundo nuevo y libre, hunde sus raíces en la infancia y noche de los tiempos.

viernes, 27 de noviembre de 2020

Cabos sueltos

 Esperando a los bárbaros

Hay alarma por la llegada masiva de migrantes, como se ha puesto de moda decir ahora para no liarse con los prefijos latinos in- y e(x)-, a la vieja Europa. Algunos han cifrado en 50 millones el número de moros en la costa que aguardan para desembarcar en los próximos años. Dicen que vienen a destruir nuestra cultura y a acabar con nuestro sistema económico. El Imperio Romano está a punto de derrumbarse otra vez. La noticia me trae a la memoria unos versos del poema inolvidable de Constantino Cavafis: “Esperando a los bárbaros”. Todo el mundo esperaba la masiva llegada de los inmigrantes ilegales, pero “se hizo la noche, -cedo la palabra al poeta-, y los bárbaros no llegaron. / Algunos han venido de las fronteras / y contado que los bárbaros no existen. /¿Y qué va a ser de nosotros ahora sin bárbaros? / Esta gente, al fin y al cabo, era una solución”.
El saqueo de Roma por los bárbaros en 410. Joseph-Noel Sylvestre (1890)

oOo
¡Vivan las caenas!
A la constitución de 1812 se la llamó la Pepa porque fue aprobada por las cortes de Cádiz el día de san José, que es el 19 de marzo en el calendario cristiano, y a los Josés o Joseses se les denomina coloquialmente “pepes” ( y “pepas” a las Josefas). La explicación que suele darse y que yo conozco de este hipocorístico es que cuando la iglesia medieval citaba a José de Nazaré añadía siempre a continuación la aposición “pater putativus” que significa “padre putativo”, es decir, presunto padre de Jesús de Nazaré, a veces simplificada p.p., como el Partido Popular, al que se conoce como el pepé con acento agudo, a diferencia de nuestro pepe con acento paroxítono: se non è vero è ben trovato. La Pepa, pues, se convirtió en un estandarte liberal contra el absolutismo borbónico monárquico durante la ocupación francesa, pero una vez expulsado el invasor, muchos españoles volvían a aclamar al monarca, y así frente al grito de guerra de "¡Viva la Pepa!" de los liberales, los partidarios del antiguo régimen gritaban: "¡Vivan las caenas!", una expresión a favor de las "cadenas" y en contra de la "libertad". Ni unos ni otros comprendían que ambos gritos eran al fin y al cabo el mismo grito: porque la Pepa, aquella constitución, igual que esta otra que padecemos ahora, tampoco era la libertad, si no otro nombre de los muchos que podían adoptar las cadenas.

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Extra scholam nulla salus.
La moderna pedagogía se basa en el dogma de que no puede haber educación fuera del recinto escolar monopolizado por el Estado y el capital privado o subvencionado con fondos públicos. Al igual que el dogma de la iglesia católica Extra ecclesiam nulla salus, los modernos pedagogos nos dan a entender que fuera de la escuela en el sentido más amplio del término no puede haber ninguna educación. A la pregunta de qué es la educación, su respuesta es: lo que se imparte en la escuela. Con lo que entramos en un dialelo o círculo vicioso. La educación se ha convertido en el artículo de fe de la nueva religión laica mundial: nos saca de nosotros mismos y nos pone en camino hacia una nueva tierra prometida. Es tal la globalización o ecumenismo de esa fe que la naturaleza religiosa de la educación, como señaló Iván Illich, pasa casi inadvertida.
 
oOo
¿Qué es qué y quién es quién?
 
 
¿Qué sucede cuando nos preguntamos al modo socrático ¿qué es? (τί ἐστιν)? La pregunta está pidiendo a gritos una definición, una respuesta definitiva, pero la propia exigencia de definición demuestra que lo que se pregunta no está claramente determinado, por lo que al preguntarlo lo ponemos en tela de juicio y cuestionamos. Resulta que el pronombre interrogativo griego tónico τί (qué, latín quid, como en el "quid" de la cuestión) es la forma neutra del indefinido átono τι (algo), y lo mismo sucede con la forma no neutra τίς (quién, latín quis), correlato tónico del indefinido átono τις (alguien). El resultado de esa pesquisa suele ser una aporía, es decir, un callejón sin salida. Cuando preguntamos con qué,  ponemos el énfasis del acento τί en algo indeterminado τι, lo mismo que cuando preguntamos con quién, poniendo el énfasis del acento  τίς  en alguien indeterminado τις, digamos que en cualquiera, para entendernos, lo que revela que por mucho que nos empeñemos estamos ante un claroscuro, ante una gama de difuminados y sutiles grises entre lo blanco y lo negro que nunca llegan a una definición clara y precisa, porque definir una cosa supone convertirla en idea, idealizarla, y tomarla por lo tanto por la cosa que no es.

miércoles, 25 de noviembre de 2020

De la enseñanza pública y la privada

Denuncia Pedro García Olivo que maestros y profesores han sustituido la “vocación” por el “mercenariado”. Los enseñantes, según él, y no le falta mucha razón, no imparten sus enseñanzas por una noble pedofilia, en el sentido noble y etimológico de la palabra, es decir, por amor a los niños en cuanto no sometidos todavía a las exigencias laborales, familiares y económicas de la sociedad adulta, ni tampoco por amor a las cosas que enseñan, sino por cobrar un salario, ya sea del Estado o de las academias particulares, colegios e institutos privados o concertados. 

En este caso como en tantos otros no hay ninguna diferencia entre lo público y lo privado. Ahí tenemos, como eximio ejemplo ilustrativo, la Televisión: igual desprecio merecen las cadenas públicas que las privadas, sin que haya ninguna distinción entre unas y otras en cuanto a su programación, básicamente telebasura, a parte de su forma de financiación. 
 
Hoy los que se dedican a la enseñanza -o a la educación, como prefieren llamarla otros- lo hacen según García Olivo bajo las coordenadas del mercenariado: subordinación económica y política para, a fin de cuentas, comprar cosas y rentabilizar simbólicamente los restos de la “consideración social” (prestigio, influencia) del oficio. La Escuela sigue siendo, pues, una herramienta para fines sórdidos, que se resuelve indefectiblemente en adquisición de casas y de autos, disfrute de viajes y de vacaciones pagadas, exhibición de ropas caras, presencia en bares y restaurantes, etcétera.
Según García Olivo, “los educadores a sueldo ya no engañan tanto a las gentes, que los ven todos los días, por las calles, donde el ocio, en las tiendas, en las escuelas... Y, como ya han perdido el poder de embaucar, adornando metafísicamente su empleo, cada vez es menor la estima popular que reciben, cada día es más pequeño y más pequeño su prestigio, a cada hora se hunde en lo pésimo su imagen social. La población, desde hace años, está increpando duramente al profesor, con un discurso tácito, no siempre expresado, que es certero: No estás moralmente por encima de los demás; no son limpios ni altruistas tus móviles en la vida; para nada hermoso nos sirves de ejemplo; si nosotros somos malos, tú eres perverso”.

La crítica de Pedro García Olivo a los profesores me recuerda a lo que decía el Sócrates de Jenofonte de los sofistas, auténticos mercenarios que cobraban considerables sumas por sus enseñanzas, cuyo oficio comparaba con la prostitución: ...entre nosotros, es creencia que así la flor de la hermosura como la sabiduría maneras hay decentes y maneras deshonrosas de disponer de ellas. Pues la hermosura propia, si uno la va vendiendo por dinero al que la quiera, lo llaman prostituto, mientras que si uno toma a aquel que ha conocido como hombre de bien por amante suyo, a ése lo tenemos por juicioso y temperado; conque así también la sabiduría, a los que la van vendiendo por dinero al que la quiera, los llaman profesionales de la inteligencia, como quien dice prostitutos... (Recuerdos de Sócrates, Jenofonte, Biblioteca General Salvat, 1971).



Comenta Agustín García Calvo en nota a pie de página de su traducción de los Recuerdos de Sócrates de Jenofonte arriba citada, que “profesionales de la inteligencia” traduce el griego σοφισταί, literalmente sofistas, quienes solían cobrar por lección y por curso completo,  y que Sócrates mismo pagó una dracma por oír una conferencia de Pródico, pero no pudo pagar las 50 que costaba el curso completo de sinonimia de este sofista. 

Según Gustavo Bueno en su comentario del Protágoras de Platón lo que le resultaba vergonzoso a Sócrates (al de Platón) no era tanto el que los sofistas cobrasen por sus sofisticadas enseñanzas, convirtiendo sus honorarios en mercancía, sino que se privatizara aquello que por su importancia debiera ser una función pública. Hasta aquí podemos estar de acuerdo con el ilustre filósofo ovetense, pero, acto seguido añade Bueno como aposición gratuita a “función pública”, literalmente “una función de Estado abierta a todos los ciudadanos”, y ahí es donde discrepamos, porque Bueno ha equiparado como el que no quiere la cosa lo público con lo estatal, y no es lo mismo, por supuesto. 
Se ha sacado, no sé si queriendo o sin querer, el as que tenía escondido debajo de la manga: el Estado. Pero de función pública a funcionario del Estado va un trecho. Hemos metido a la bicha por el medio, bicha que el Sócrates al menos de Jenofonte no mentaba porque para él cobrar por enseñar era prostitución sin más, y resultaba indiferente que el pagador fuera un particular o fuese el mismísimo erario de la polis. 

No por eso dejaba de ser una prostitución, una venta al mejor postor como la de quien comercia con su cuerpo ofreciendo prestaciones sexuales, que, de suyo, son legítimas siempre que se den gratis et amore, que es lo decente, mientras que si se ofrecen a cambio de una tarifa, mediante una operación económica, sean públicos o privados los dineros, no deja de ser algo deshonroso y mercenario.

martes, 24 de noviembre de 2020

Once mensajes breves más

Es la enfermedad mental la que aprieta el gatillo, no las armas. Ha dicho el presidente. Es cierto, pero el gatillo atrae al dedo irresistiblemente cual imán. 

Paradoja torera: “Yo amo al toro, lo respeto y admiro, pero tengo que matarlo para que exista”. La existencia, a diferencia de la vida, se nutre de la muerte.

Frente al islam, que en árabe quiere decir "sometimiento", y musulmán, "sometido" -se sobreentiende en ambos casos a Dios-, insumisión y rebeldía prometeicas.

Una pregunta retórica: ¿Hay otras culturas diferentes o se trata de la misma e idéntica cultura siempre, digamos que occidental para entendernos, por doquier?

 Viñeta de Jordi March: "Lo bonito de viajar es abrir la mente a otras culturas"

Se felicita la Ministra por la progresiva incorporación de la mujer al Ejército y elogia su labor en pro de la "paz" (sic) en "zonas de conflicto" (literal).

No se explica que, desterrados del Jardín del Edén y su Edad de Oro, la nostalgia nos empuje, en lugar de al regreso del exilio, al progreso, ese engañabobos.

Frente al (g)nóstico, pretencioso poseedor de la verdad, al agnóstico no le queda otra posesión más que el pronóstico reservado de su diagnóstico: ignorancia. 

Buscando el centro: La concepción geocéntrica de Ptolomeo fue sustituida por la heliocéntrica copernicana, y ésta en nuestros días a su vez por la egocéntrica.
 
Celebran el cincuentenario del aterrizaje, bien digo, y no alunizaje en la Luna, porque el satélite pasó a ser parte de la Tierra y a integrarse en el sistema.


Conmemoran a bombo y platillo la llegada del Imperio a la Luna, que hincó en ella el pendón de barras y estrellas, no del Hombre, que no la ha pisado todavía. 

Es mentira que la Humanidad haya puesto su pie alguna vez en la Luna, mítica Selene, que sigue siendo la patria inalcanzable de locos, enamorados y poetas.

lunes, 23 de noviembre de 2020

Grafitis santanderinos

Contemplando de pasada las pintadas que aparecen de la noche a la mañana en esta ciudad supermegapija, pijísima hasta la saciedad, hiperbólicamente snob, funcionarial y presumida como ninguna otra, que se quiere smart city y es de lo más tonto que hay, donde reina el postureo plusmarquista y las radicalmente falsas apariencias que nunca corresponden a la realidad, apenas encuentro palabras en las paredes que den testimonio de la voz de los de abajo, la expresión anónima y desgarrada de la gente y del sentido común y popular. Pongamos que hablo, se me olvidaba decir, de Santander. 
 
¡Ah, Santander! Esa novia del mar, una novia provinciana, no poco hipocritona, seca y arisca como ella sola, ultraconservadora de lo que no merece la pena conservar, esencialmente fea hasta decir basta, salvo el Sardinero y el repulido paseo marítimo que se asoma a la hermosa bahía, reducto de un pijoterío al que le gusta aparentar mucho más de lo que es y aun lo que no es, donde todo el mundo se conoce porque sólo somos cuatro gatos y sin embargo nadie te dirige la palabra, y no porque cada uno vaya a su bola, sino porque, siempre pendientes de lo que hace o tiene el vecino, cada cual se hace el “santanderino” cuando coincide con algún conocido y con quien no ha tenido en principio ningún altercado y, fingiéndose distraído, no lo saluda, por más que salte a la vista que los dos se han visto y se han mirado... de reojo. 
 

 
Por lo general sólo hay en las paredes de esta triste ciudad del norte firmas adolescentes desesperadas, eyaculaciones onanistas de nombres propios personales. ¡Qué pena! Parece que algunos jóvenes sólo pueden hacer un grafiti, rotulador o aerosol en mano, estampando su rúbrica como expresión redundante en letras enormes, lo más grandes posibles, y a todo color, de su personalidad bajo el logotipo de su nombre propio, como si fueran una marca comercial. 
 
Creo recordar que fue un tal Muelle el que empezó en Madrid esta horripilante y detestable moda, en los años ochenta, rubricando las paredes y vallas publicitarias hasta la náusea de la capital de las Españas con su firma característica acompañada del dibujo de la espiral de un muelle precisamente que finalizaba en una flecha. Encerraba, además, una erre en un círculo, desde que inscribió su marca en el registro industrial. Muelle se hizo un nombre: convirtiendo un nombre común, pseudónimo o alias, que se sugería con el anagrama de un jeroglífico, en nombre propio, so pretexto de que lo que hacía era "arte urbano". 
 
El grafitero dejaba su artística firma en las paredes de la ciudad, una firma no ligada a ningún producto comercial: su producto era el realizador del autógrafo: él mismo: Ego, Sociedad Anónima o, tal vez mejor, Yo, Sociedad Limitada. Pero ¿qué dice además de eso? ¿Dice algo? Nada que decir, sólo la expresión afásica del ego adolescente con colores y dibujos llamativos: aquí estoy yo, este es mi logotipo
 

 
¿Qué significan esos trazos? ¿Qué gritan sordamente las paredes? ¡El nombre del que lo escribió! Ni siquiera el típico e infantil “Tonto el que lo lea”. Como dice un refrán escolar, cuando un colegial se dedica a grabar su nombre propio compulsivamente en pizarras, paredes y pupitres, en aras de afirmar su personalidad, “el nombre de los burros aparece por todas partes”. 
 
¿Qué expresan los jóvenes que todavía no han entrado por el aro de la sociedad adulta como fierecillas domadas? Nada: sólo: aquí estoy yo: esta es mi firma: una celebración ególatra del individuo o átomo masificado. ¿Dónde están las pintadas anónimas, la voz del pueblo? Parece que los grafiteros han sustituido, parafraseando a McLuhan, el mensaje no ya por el medio sino por el emisor (que debería ser lo que menos importa). El emisor es el mensaje: aquí estoy yo. 
 
Claro que la culpa no la tienen ellos, los jóvenes, los pobres. Divino tesoro, la juventud... Si es más importante que un dibujo anónimo de Picasso, la firma de éste grabada en él, ¿por qué no prescindir del dibujo y acuñar sólo la firma? ¡Qué pena! Los nombres propios no dicen nada, no significan nada: sólo sirven para decorar vagones de metro, paredes grises, murales, paneles... igual que la publicidad. 
 
 
Es verdad que le dan una nota cromática a la monotonía gris ciudadana, pero nada más. No dicen nada, no tienen nada que decir: sólo aquí estoy yo, yo y nadie más que yo, viva yo, solo yo: expresión adolescente que denota un mutismo atroz, una afirmación a ultranza de la personalidad, de la máscara, en una ciudad donde sólo cuentan las apariencias. Expresan sólo la frustración del autor. Emiten el más simple de todos los mensajes, el más elemental: el nombre propio como si fuera la flatulencia de una ventosidad. 
 
Aquí no hay contenidos políticos, nombres comunes que puedan ofender a nadie por sus palabras inmorales, si no fuera porque la mayor inmoralidad de todas es la afirmación de la propia personalidad. 
 
Sin embargo, han aparecido de la noche a la mañana algunas pintadas como estas que reproduzco por la libertad y contra el trabajo que merecen divulgarse a través de la Red Informática Universal: Ni permiso para ser libres, ni perdón por serlo; No odias los lunes, odias el trabajo; Fin del trabajo, vida mágica. Aquí están, unos grafitis como los de antes, como los de siempre, expresión de la voz anónima del pueblo, uox populi, uox neminis ('voz del pueblo, voz de nadie'), no la voz afónica y muda del grafitero de turno que simplemente eyacula su firma como el escolar aburrido en el pupitre del colegio. 
 

domingo, 22 de noviembre de 2020

"Dinero el hombre, el hombre es dinero"

Píndaro, en su Ístmica segunda, canta la victoria que ahora no nos interesa demasiado del auriga Jenócrates de Agrigento que había ganado la carrera en los juegos celebrados en Corinto. 

Rostro del auriga de Delfos
 
En los versos 11 y 12, sin embargo, se hace eco de una máxima χρήματ᾽ ἀνήρ (chrémat' anér), que significa literalmente “Dinero es un hombre” o bien “Un hombre es dinero”, y que es una reflexión importante. Aparece por primera vez atestiguada en el poeta Alceo, quien se la atribuye al espartano Aristodamo, que llegó a esa conclusión después de quedarse sin dinero y sin amigos. Algo muy parecido a nuestro "tanto tienes, tanto vales". En palabras de Alceo: Dicen que Aristodamo profirió / en Esparta una vez una sentencia / nada estúpida: “El hombre es su dinero: / no hay ningún pobre honrado ni estimado”(ὢς γὰρ δή ποτ᾿ Ἀριστόδα- / μον φαῖσ᾿ οὐκ ἀπάλαμνον ἐν Σπάρτᾳ λόγον / εἴπην· χρήματ᾿ ἄνηρ, πένι- / χρος δ᾿ οὐδ᾿ εἴς πέλετ᾿ ἔσλος οὐδὲ τίμιος).

Píndaro, no obstante, menciona como autor de ese proverbio no al espartano Aristodamo sino a un argivo cuyo nombre propio omite. He aquí los versos de Píndaro, quien repite dos veces la palabra dinero, para enfatizar el término crematístico,  en versión original: ἁ Μοῖσα γὰρ οὐ φιλοκερδής πω τότ᾽ ἦν οὐδ᾽ ἐργάτις· / οὐδ᾽ ἐπέρναντο γλυκεῖαι μελιφθόγγου ποτὶ Τερψιχόρας / ἀργυρωθεῖσαι πρόσωπα μαλθακόφωνοι ἀοιδαί. / νῦν δ᾽ ἐφίητι τὸ τὠργείου φυλάξαι / ῥῆμ᾽ ἀλαθείας ἐτᾶς ἄγχιστα βαῖνον, / ‘χρήματα, χρήματ᾽ ἀνήρ,’ ὃς φᾶ κτεάνων θ᾽ ἅμα λειφθεὶς καὶ φίλων.

Algunos traductores anglosajones, haciéndose eco del proverbio inglés “money makes the man” (el dinero hace al hombre), por ejemplo William Race,  suelen traducir así el fragmento de Píndaro:  "Money, money makes the man," / said he who lost his possessions and his friends as well. (“El dinero, el dinero hace al hombre” / dijo el que perdió sus posesiones y sus amigos también). El proverbio presenta la palabra hombre en el sentido específico de varón y no genérico de ser humano, que en griego se dice ἄνθρωπος (ánthropos).  

Los traductores ingleses acercan así el refrán griego al inglés de que es el dinero el que hace al hombre, pero, sin ser muy mala, no es una óptima traducción porque la frase griega es una frase nominal en la que, como suele ser habitual faltando el predicado verbal, hay omisión de la cópula. En efecto, las formas copulativas griegas ἐστί y εἰσί suelen omitirse en la lengua de Homero en proverbios y en expresiones abstractas breves, por lo que χρήματ᾽ ἀνήρ significa literalmente “Dinero es un hombre” o bien “Un hombre es el dinero”.

Andando el tiempo, Friedrich Engels sugerirá que es propiamente la mujer la primera forma de dinero, sobre la que el varón establece su derecho de propiedad en el seno de la familia monogámica, que incluye también a los hijos y a los esclavos. Las mujeres, al igual que el ganado, eran un valor de cambio y, por lo tanto, estaban cosificadas y podían comprarse. El refrán griego se refiere también al varón, que vale lo que su dinero. Si es pobre, no solo carece de propiedades, incluidas las mujeres, sino también de amigos y reconocimiento social entre sus iguales. 

Me permito reproducir aquí la traducción de Píndaro en impecable verso castellano de don Ignacio Montes de Oca, con perdón de sus manes, publicada en 1883, que es la mejor que conozco, retocando su versión del proverbio, que traduce χρήματα por oro y ἀνήρ por mortal, lo que no es muy disparatado en sí presentando al oro como demiurgo o hacedor de todo,  que dice: “mortal, el oro, el oro todo lo hace”.  He tenido que modificar para ello la rima consonante. Así copio su traducción y modifico ligeramente los dos últimos hendecasílabos, incluida su rima. (También he modificado el final del verso sexto, donde se cita por su nombre propio a la Musa que deleita con la danza, quizá la más bella de las hijas de Zeus y de la Memoria,  que dice en la versión de don Ignacio Terpsícore a vender se sujetaba y lo cambio por Terpsícore a venderlos se prestaba).

Entonces codiciosa / no era la Musa hermosa, / ni por rüin salario se alquilaba; / ni melosos encantos / de plateados cantos / Terpsícore a venderlos se prestaba. / Mas hoy, el dicho altivo / que, abandonado y pobre, el sabio argivo / triste lanzó resulta harto certero: / Dinero el hombre, el hombre es dinero.

sábado, 21 de noviembre de 2020

Más mensajes encapsulados en breves dosis

La política es la nueva religión, cuyo fetiche providencial es el Estado, su dogma la constitución, su liturgia las elecciones, sus fieles la masa ciudadana.

En vez de una testa coronada por la divina gracia del óleo sacerdotal, las naciones tienen cientos de cabezas consagradas por la unción del voto democrático.

Ovejunamente: ¡Triste rebaño convencido de que es necesaria y buena la trasquiladura, satisfecho con la facultad democrática de elegir a los trasquiladores!

Todos votan lo mismo sin saberlo: al mismo partido político, que concurre con distintas siglas y colores, y, con otro nombre y apellidos, al mismo candidato. 

Viñeta de Miguel Brieva

¡Cuánto hay que arrastrarse para subir a la cumbre de lo más alto! ¡Cuántas genuflexiones, abyección y prostituciones! A mayor encumbramiento, mayor indignidad.

La banda del presidente, la mitra del obispo, la medalla del magistrado y la charretera del general revelan lo bajo que han caído en su ascenso fulgurante.

Declarar la guerra a la política es declarar la guerra a la guerra, ya que aquella es la continuación de esta por otros medios, según el varón de Chausewick. 

De un siniestro juez americano del siglo XVIII llamado Ch. Lynch deriva el “linchamiento” justiciero: ejecución sin juicio previo de un presunto delincuente. 

Pero no hay juicio justo, la justicia es injusta por esencia (summum ius, summa iniuria): todo proceso, máxime el Juicio Final, es un linchamiento justiciero. 



Cuando Guiñol, el muñeco de guante, aporrea con el garrote al comisario, aplaudimos y compartimos nuestro regocijo, volviéndonos niños, con el público infantil.

Don Quijote hoy: -Con la Iglesia y con el Estado hemos topado, amigo Sancho. "-Ya lo veo -respondió Sacho- y plega a Dios que no demos con nuestra sepultura.”

De Roma hemos heredado el Estado y la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, gigantescos vestiglos contra los que seguimos debatiéndonos y combatiendo todavía.

Los mandamases que más mandan son los más mandados; los gobernantes, lacayos serviles. Todo uniforme es una librea; todo salario, limosna y propina miserable. 

Be different: Sé diferente

¿Quién debería celebrar con sumo regocijo la sarcástica y paradójica fiesta que glorifica el trabajo en las calendas de mayo, los explotados o los explotadores?

La clase trabajadora, obrera o explotada que celebra la Fiesta del Trabajo es como el cordero que se regocija con el sacrificio pascual de su propia inmolación.

¿Dónde están? ¿A dónde fueron a parar aquellas despóticas tiranías y autoritarias dictaduras de ayer, sino al colmo de su perfección hoy, que es la democracia?