La Caverna de Utroba o Cueva del Útero, descubierta en 2001, es una gruta prehistórica convertida al parecer en lugar de culto desde la antigüedad en los montes Ródope orientales, en la provincia de Kardzhali en Bulgaria, que se asemeja sin ningún género de duda a la sonrisa vertical de una vulva abierta, que en nuestra lengua y en muchas otras recibe innumerables nombres, como veíamos en El Coño, y recuerda al claustro materno en su interior.
El parecido es innegable y no es sólo obra de la naturaleza. Los investigadores creen que la entrada fue tallada y ampliada a partir de la abertura inicial por obra humana para darle la forma que posee.
La entrada a la cueva tiene tres metros de alto por dos y medio de ancho y dentro de ella hay un altar tallado de un poco más de un metro de altura. Data del período tracio (siglos VI-II a.C.).
El arqueólogo búlgaro Nikolay Ovcharov cree que los tracios utilizaban la cueva y el altar que hay en su interior como 'santuario de fertilidad'.
Los lugares de culto de los tracios suelen estar situados en la cima de las montañas, y en la caverna que nos ocupa fluye el agua constantemente humedeciéndola.
Hay una abertura en el techo que permite al mediodía la entrada de luz a la gruta, proyectando, así se ha querido ver, lo que faltaba: la imagen de un falo en el suelo. Cuando el sol está en ángulo recto en los meses de febrero o marzo, más o menos por estas fechas de ahora, el rayo penetrante de luz llega hasta el altar, en el cuello uterino, fertilizando simbólicamente el útero en alegoría de la siembra primaveral, parpadeando durante un par de minutos.
Se dice hoy día que hay parejas estériles que quieren tener hijos y no pueden y acuden a la cueva búlgara de Utroba con la esperanza supersticiosa, mágica y ancestral de que la visita ayude a concebirlos.