Alejémonos un poco hoy de las cuestiones de rabiosa actualidad para adentrarnos, por el camino de la poesía satírica romanesca del gran Belli, en cosa de más hondo calado y seriedad como es la vejez -eso que ahora llaman con ridícula metáfora "el otoño de la vida", la "tercera edad" o "los mayores" en vez de "los viejos"-, gravedad que, a su vez, habrá que contrarrestar con una cómica sonrisa.
LA VECCHIAGLIA
Bboccetto mio, ggià cche ttu’ mojje morze
e vvòi ’na stacca pe ssiconna mojje;
si la prima da té ppoco ariccorze,
cuesta che ppijji mó ccosa ariccòjje?
Tre ccose all’omo vecchio Iddio je vorze
fà ccresce, e ttre ccalà: trist’a cchi ccojje!
In primi e antonia crescheno le vojje
de fà er crestoso e ccaleno le forze.
Pe ssiconna ppartita de la lista,
sor Giammatista mio, c’è lo strapazzo
de cresce er naso e de calà la vista:
e pell’urtima bbuggera der mazzo,
(e cquesta fa ppe vvoi, sor Giammatista)
crescheno li cojjoni e ccala er cazzo.
11 febbraio 1832
En la primera estrofa, se nos presenta a un viejo que se ha quedado viudo y se enamora de una jovenzuela. El poeta le plantea que si su fallecida esposa obtuvo poco de él, qué va a obtener esta segunda, mucho más fogosa.
En la segunda cuarteta, se sentencia que Dios concede al hombre viejo que le crezcan tres cosas y que le disminuyan otras tres. Y se enumera la primera de estas cosas: crecen ("in primis et ante omnia" en latín macarrónico: en primer lugar y ante todo) las ganas de ser un bravucón, un gallo de pelea, pero fallan ya las fuerzas.
En el primer terceto se enumera la segunda de las tres cosas: crece la nariz y se pierde la vista. Aquí se da en el original italiano el nombre del destinatario: "sor Giammattista mio" (mi querido Juanbautista), que ya en el primer verso aparecía citado como "bboccetto mio"(mi querido vejete), con un posesivo afectivo.
Y en el segundo y último terceto, se saca la última carta de la baraja, dedicada como una flecha hiriente al amigo Giammatista: un hendecasílabo malsonante que en italiano presenta una feliz aliteración de la "c" crescheno li cojjoni e ccala er cazzo, cuya última palabra venía esperada por las rimas precedentes, y que con su comicidad derriba el mito sexual del poderío masculino, y que vendría a ser en castellano, algo así como: crecen los cojones, cuelga el carajo.
LA VEJEZ
Muerta tu mujer, vejete pendejo,
quieres por segunda una joven jaca;
si tu esposa sacó poco festejo,
esta que tomas hoy ¿de ti qué saca?
Tres cosas quiso Dios hacer al viejo
crecer y tres menguar, ¡pobre al que ataca!
En primer lugar crece la alharaca
de hacerse el gallito, y falla el forcejo.
En el segundo puesto de la lista,
está, colega, lo que escachifolla:
ver crecer la napia y mermar la vista.
Y por último ingrediente de la olla,
(y esto va por ti, amigo Juanbautista)
crecen los cojones, mengua la polla.
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