El código QR (abreviatura de Quick Response en la lengua del Imperio, por lo tanto Código de Rápida Respuesta) volverá a ser obligatorio, después de la pandemia, en la capital de la Francia si se desean realizar determinados desplazamientos durante la celebración del magno evento deportivo de la sociedad del espectáculo que se avecina, si Dios no lo remedia antes, de los juegos olímpicos.
Ya se ha definido una zona perimetral de seguridad, donde para circular será necesario presentar la credencial de este nuevo pase, que viene a ser como mostrar la patita blanca. El perímetro de seguridad se implementará una semana antes del inicio de los Juegos el viernes 26 de julio con su ceremonia inaugural a lo largo del río Sena para la que se espera una afluencia de unos 600.000 espectadores entre los que arracimarán en las orillas del Sena, los que se asomen a ventanas y balcones, los que se suban a las barcazas... En este momento se desplegarán alrededor de 45.000 agentes de policía y gendarmes -etimológicamente gentes de armas tomar- para garantizar la correcta implementación del sistema y evitar atentados terroristas, que es el miedo que tienen y que están infundiendo para justificar las medidas de control.
A partir de mediados de julio, los residentes deberán disponer de este pase para poder circular motorizados. En las zonas rojas, al ser las más cercanas al Sena, estos medios de transporte estarán incluso prohibidos. Se hará una excepción con los residentes y sus invitados, previa presentación del código QR correspondiente, asociado a un documento de identidad. Una vez que se ha conseguido entrar gracias a la exhibición del código en el perímetro -un perímetro que se define o justifica como antiterrorista-, uno tiene libertad de movimientos. El código QR podrá llevarse en el teléfono móvil o impreso, y deberá presentarse junto a un documento de identidad para que sirva como salvoconducto.
El deporte, aunque se practique en equipo, no deja de ser un ejercicio individualista de pura competencia y mercado, alimento del patriotismo más cerril, y en ese sentido es el enemigo del esfuerzo físico cotidiano, de la labor y tarea bien hechas. El cuerpo no nos exige sacrificios que lo arrastren a ámbitos comerciales ni a gimnasios, Olimpiadas.
El deporte reglamentado acaba con el juego libre y el ejercicio físico de los niños, que se convierte en deporte. Pero no hay que olvidar, ante el advenimiento de los Juegos Olímpicos que se celebran cada cuatro años y este año le toca a París, el carácter espectacular del evento, es decir, cómo sirven para fomentar el espectáculo televisivo y rellenar horas y horas de programación para entretenimiento de las masas.
Una vez publicada esta entrada, recibo de un lector que prefiere mantenerse en el anonimato, el siguiente comentario que, por mi parte, suscribo en su integridad, muy de acuerdo con su análisis, por lo que lo republico aquí en este lugar como si lo hubiera escrito yo mismo, con la advertencia de que no soy su autor, entrecomillándolo y destacándolo a la vista:
"Esa movilización festiva de la maquinaria de guerra mercantil, donde se despliegan en una amalgama las oportunidades de negocios, las grandes marcas patrocinadoras y la reserva espiritual de las viejas patrias, con una espectacular competencia y afán por superar las marcas y los tiempos a los que se entregan y condenan los cuerpos moldeados por los viejos símbolos del oro, la plata y el bronce y la gracia que el poder del Dinero les conceda y otorgue. Vencedores y perdedores darán curso y desahogo a la alegría, la tristeza y las lágrimas para que, por contagio emocional, haya espectadores que se identifiquen y se sumen a alcanzar metas o emociones en sus ámbitos laborales donde, sin tanto espectáculo, no habrá de faltar la condición especular que engrandece la existencia emocionante, esforzada, atlética y servil."
Esa movilización festiva de la maquinaria de guerra mercantil, donde se despliegan en una amalgama las oportunidades de negocios, las grandes marcas patrocinadoras y la reserva espiritual de las viejas patrias, con una espectacular competencia y afán por superar las marcas y los tiempos a los que se entregan y condenan los cuerpos moldeados por los viejos símbolos del oro, la plata y el bronce y la gracia que el poder del Dinero les conceda y otorgue. Vencedores y perdedores darán curso y desahogo a la alegría, la tristeza y las lágrimas para que, por contagio emocional, haya espectadores que se identifiquen y se sumen a alcanzar metas o emociones en sus ámbitos laborales donde, sin tanto espectáculo, no habrá de faltar la condición especular que engrandece la existencia emocionante, esforzada, atlética y servil.
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