jueves, 30 de enero de 2020

Ensalada mista

Hay en el blog de Miguel Lizano Ordovás una estupenda entrada sobre las faltas de ortografía, que comienza así: “Ensalada mista”, leo en el menú del bar de la esquina. ¿Falta de ortografía? Tal vez, pero hay otra cosa más interesante: Si esa palabra se pronunciara como los bustos parlantes y los políticos creen, o sea "miksta", ¿cómo se le iba a ocurrir a nadie escribir “mista”? Si el camarero del bar de la esquina lo ha escrito así, es, obviamente, porque él así lo dice. Es decir: porque él así oye la palabra. Lo mismo que yo, por otra parte. 


Y lo mismo que cualquier hablante español, añado yo, que no sea un pedante o un locutor televisivo.  Y lo mismo que el lingüista venezolano don Andrés Bello, que aconsejaba, con muy buen criterio, reemplazar la “x” por “s” ante consonante y escribir, por ejemplo esplicar y estraño en lugar de las formas restituidas por la etimología explicar y extraño, como había sucedido en italiano donde se escribe y se dice: insalata mista Pero la Real Academia Española de la Lengua se negó en 1864 a tomar esa iniciativa porque “so color de suavizar la pronunciación de aquellas sílabas se desvirtúa y afemina” (sic, literalmente por lo de afemina).  

Pero incógnita matemática: ¿de dónde nos viene esa misteriosa letra equis que el camarero del bar ha sustituido no sin razón por una ese? Pues como casi todo lo bueno y lo malo que tenemos: del latín y el griego. 

La letra equis procede del abecedario latino, que a su vez deriva de un alfabeto griego occidental, que por su parte deriva del hebreo, que los romanos tomaron prestado vía etrusca. El latín adoptó este grafema y a diferencia de otros que tenían un valor monofonemático le dio a este un valor difonemático, es decir, reflejaba en la escritura dos fonemas: uno oclusivo gutural y otro silbante /k/+/s/. 

La anomalía de utilizar un solo signo para dos fonemas se remonta, por lo tanto, al alfabeto griego, donde no es el único caso por otra parte. Es curioso, por otro lado, que la “x” sea la única letra de nuestro abecedario que no conserve en su nombre el sonido que representa /ks/, aunque en latín sí que lo representaba, ya que se denominaba “ix”. 

¿Cómo evolucionó esta equis latina en castellano medieval? Pues se palatalizó enseguida convirtiéndose en algo parecido a la “ch” francesa o al “sh” inglés actuales, es decir, en un sonido similar al de cuando chistamos para imponer silencio, hasta que en el siglo XVII evolucionó a fricativa, es decir, comenzó a pronunciarse como una jota actual, aunque se seguía escribiendo equis todavía: Ximena, Quixote, texer, cosa que a veces da lugar a algún que otro equívoco y gracioso malentendido, como cuando alguno ve escrito “México”, que es una grafía arcaizante, y lee /méksiko/, como oí una vez a un profesor español de Geografía e Historia, en vez de /méjiko/, que es como debe pronunciarse. 

Poco a poco, pues, comenzó a usarse la grafía actual “jota”, por lo que la letra equis quedó vacante y hubiera desaparecido de no ser por los numerosos cultismos latinos que la contenían como sexo, máximo, explicar, etc., y sobre todo por el empeño académico en restituir su valor difonemático para distinguir cosas como expirar/espirar, o sexo/seso. Pero la evolución popular de la equis latina en posición intervocálica hizo que pasara, como queda dicho, a jota en castellano: exemplum, verbigracia, evolucionó a ejemplo,  en castellano viejo ensiemplo, aunque en otras lenguas haya mantenido su antiguo valor, como el francés (éxemple) o catalán (exemple),  o evolucionado a ese sonora en italiano (esempio). 

Si atendemos a la evolución, por ejemplo, de la palabra latina SEXTAM, resulta que tenemos un cultismo “sexta”, es decir una palabra que conserva después de la apócope de la eme final del acusativo la equis etimológica, pero también una palabra patrimonial “siesta”, por la diptongación castellana de la e breve tónica en /ié/, donde ha desaparecido además el fonema oclusivo gutural previo en el margen heterosilábico, conservándose el silbante como cierre de sílaba. La relación semántica, por otra parte, entre ambos términos sexta/siesta se explica porque la sexta hora de luz solar solía ser la hora de la siesta. 

¿A qué se debe entonces que algunos hablantes del español puedan escribir cosas como la citada "mista", que un profesor de lengua castellana tacharía enseguida de falta de ortografía? Sería, sí, una falta de ortografía, pero como dice Lizano Ordovás, quien comete la falta de ortografía en este caso no es el escribiente, que es más bien la víctima, sino la Academia, que en su día no recogió la lengua que se hablaba, sino que prefirió atenerse a la grafía latina etimológica de esas palabras.


¿Quién es el responsable de que no se escriba como se habla y de que pueda haber faltas de ortografía? Obviamente la Real Academia que, fundada en 1713, y siguiendo el criterio de restitución etimológica impone unas reglas ortográficas que no tienen ningún fundamento fonológico, que a su vez someten el habla a la escritura, de forma que lo escrito ya no refleja el habla de la gente sino que es el habla la que responde sumisa a los dictados etimológicos de la Academia, lo que no va a afectar solamente a la ortografía, sino también, y esto es más grave aún, si cabe, a la pronunciación de la lengua hablada, que se impone como corrección lingüística y política.

Concluye su reflexión Lizano Ordovás diciendo que las normas están para facilitar la vida a la gente, no para complicársela, con lo que por mi parte sólo puedo estar de acuerdo si lo entendemos con la debida ironía: debería ser así, tal vez; las normas deberían facilitarnos la vida, pero las reglas ortográficas desde luego no están hechas para eso, sino para complicárnosla todavía más innecesariamente. 

martes, 28 de enero de 2020

Del pin parental

Eso de "pin" es un acrónimo de Personal Identification Number (NIP en castellano: Número de Identificación Personal) y anglicismo por lo tanto, que se refiere a la contraseña compuesta por letras y/o dígitos con la que los padres (parents en la lengua del Imperio, derivado del latín parentes) restringen el acceso de sus churumbeles a determinadas pantallas de la Red Informática Universal. La expresión es sinónima de control o veto parental de lo que los progenitores no juzgan apropiado para la educación de sus tiernas criaturas.

Aclarada la etimología y sentido de la expresión, paso a ocuparme de la polvareda que se ha levantado entre los políticos profesionales, aireada y azuzada por los medios de formación de masas, acerca de si los padres pueden prohibir a sus hijos acceder a determinados contenidos que unos juzgan educativos y formativos y otros no, distinguiendo el ámbito privado de la familia, donde nada les impide hacerlo si son más expertos en informática que sus hijos en desactivar la contraseña alfanumérica y saltarse el veto, y el ámbito público de la enseñanza, donde ha surgido la polémica por la impartición de determinadas charlas relacionadas con la educación sexual a cargo de colectivos elegetebés. 

Los políticos se han enzarzado enseguida en la discusión: la Ministra de Educación ha dicho citando al poeta libanés Jalil Yibrán que los niños no son de sus padres sino de la vida, y los políticos de derechas han replicado que sus hijos son suyos y no del Estado ni de la Señora Ministra. 


Tienen en parte razón los dos, y, por consiguiente, yerran también en parte los dos, la señora Celaá y el señor Casado: los hijos son de sus padres, ya que ejercen su tutela hasta la mayoría de edad, en el ámbito privado de la familia, y son también propiedad del Estado que asume la tarea constitucional de educarlos desde el momento en que la escolaridad es obligatoria en España desde los seis hasta los dieciséis años. 

Pero hacen mal los padres en general en escandalizarse por la impartición de talleres (sic) sobre sexualidad y por creer que por asistir a una de esas charlas sus hijos van a volverse maricones de repente si no lo son, y no por el adoctrinamiento general tóxico que padecen, esa y no otra es la palabra, tanto en el currículo oculto del horario y calendario académicos, como de los contenidos curriculares que reciben sus vástagos. 

En la escuela se les enseña, por ejemplo, que las vacas nos dan carne y leche a los seres humanos, como si no fuéramos nosotros los que les arrebatamos por la fuerza la leche materna y su propia vida y la de sus terneros sacrificándolos en los mataderos. Con la ortografía, por ejemplo, que aprenden los escolares en la escuela, y que aprenden mal porque no saben colocar ni una tilde correctamente al haber perdido el oído, se les enseña en realidad a obedecer ciegamente sin entender la razón. 


Y no hablemos ya de las nociones de Historia de España (o de Catalunya, da igual para el caso), creadora de una identidad nacional ficticia como es la Historia; ni de la asignatura de Economía, que sustituye a la vieja Religión y Moral Católica, que en mis tiempos era obligatoria, ahora que se ha visto que el Dinero bajo su hipóstasis de Capital es la moderna epifanía de Dios: ni la propia Tecnología... Ahí nadie habla de objeción o veto parental: en la escuela van a aprender Ciencia, y eso es enseñanza objetiva, creen, y no adoctrinamiento subjetivo: no se dan cuenta de que la Ciencia es la nueva Religión, y que la religión,  bajo cualquiera de las formas que adopte, es el opio del pueblo, según el venerable Carlos Marx.

miércoles, 22 de enero de 2020

De la mejor forma de gobierno (y II)

Las arquías y los arcados me producen la misma animadversión que las cracias.  Las palabras acabadas en -arquía y en -arcado, que proceden del griego ἀρχή (que se lee arjé), gobierno, pero en primer lugar significaba comienzo, origen, principio, como vemos en algunos helenismos como arcaico, arcaísmo o arqueología, y del verbo ἄρχω (arjo), ser el primero, de donde derivaron los significados de mandar y mando respectivamente, son prácticamente lo mismo que las acabas en -cracia

Podemos catalogar y definir estos helenismos castellanos relacionados con el poder y la gobernanza. 

-Comenzamos por las arquíaspoliarquía,  gobierno de muchos, frente a oligarquía de unos pocos; y si metemos en juego algunos numerales: monarquía, gobierno generalmente hereditario, aunque hubo algunas electivas como en el caso de los papas, de una testa coronada; diarquía, cuando la jefatura del Estado recae sobre dos personas, como sucedió en la antigua Esparta y de algún modo también en la república romana gobernada por dos cónsules colegiados; tetrarquía,  cuando se dividió el imperio romano entre cuatro emperadores; pentarquía, como la que se produjo en el siglo V de la era cristiana cuando cinco arzobispos o patriarcas de la iglesia católica de Roma, Alejandría, Constantinopla, Antioquía y Jerusalén se repartían el pastel; y heptarquía, como la anglosajona de los siete reinos que acabaron fusionándose en el reino de Inglaterra. 

-Y continuamos con los -arcados: el patriarcado, sociológicamente hablando es la organización de la sociedad en que la autoridad es ejercida por un varón que es el jefe de familia, el llamado patriarca; y el matriarcado, donde la autoridad recae en la figura de la mujer en cuanto madre, o, en sentido más general  predominio femenino en la sociedad o en un grupo. No hace falta decir que la sociedad actual es patriarcal, y que el matriarcado se atribuye históricamente a algunos pueblos primitivos.

En todo caso detrás de todos estos términos subyace una jerarquía o justificación religiosa del poder, que implica una gradación de personas, valores o dignidades de rango inferior subordinadas a otras de rango superior,  gobierno que se presenta así como la imposición de un orden divino, sagrado o sacrosanto al que es menester acomodarse por la cuenta que nos trae, pero algo por lo bajo nos dice que, como proclama a veces la voz del pueblo rebelándose contra el principio de autoridad: Nadie es más que nadie

No hace falta decir que considero que la mejor de estas formas cuantitativas y cualitativas de gobierno, la mejor de las arquías  es la anarquía. Esto que digo no es una boutade con la que pretendo impresionar al lector. Plantearse cuál es la mejor forma de gobierno es dar por sentado que el gobierno per se es algo bueno, o no muy malo, que depende en todo caso de la forma mejor o peor con que se ejerza, sin cuestionar si su existencia es natural o necesaria. En la palabra anarquía, el prefijo negativo an- (variante contextual de a- que aparece ante palabras que empieza por vocal) indica la ausencia de poder público, que la RAE define torticeramente como “desconcierto, incoherencia, barullo” (sic), cuando lo cierto es que el único caos apabullante que conocemos es el (des)orden establecido por el gobierno y no la anarquía, que, definida negativamente, sería la máxima expresión de la harmonía.

El mejor faraón del alto y el bajo Egipto: Nadie.

Se oye a veces a algunos bocachanclas decir resignadamente “por lo menos tenemos gobierno”, y “por lo menos tenemos trabajo”, como si el gobierno y el trabajo fueran cosas positivas y necesarias cuya posesión nos hace inmensamente felices, y no lo que son: dos maldiciones veterotestamentarias.

domingo, 19 de enero de 2020

De la mejor forma de gobierno (I)

No me gusta mucho ninguna de las palabras compuestas de origen griego que conozco terminadas en -cracia, procedentes de -κρατία (cratía), como aristocracia, gobierno de los considerados mejores, es decir de una clase social noble que ha heredado sus privilegios; autocracia, concentración del poder en una sola persona; bancocracia, influencia de la banca en el gobierno del Estado; burocracia, preponderancia asfixiante de los despachos, oficinas, escritorios y el vuelva usted mañana; dedocracia, designación arbitraria para desempeñar un cargo público motivado por pura decisión personal; democracia, gobierno del pueblo, si no fuera una flagrante contradictio in terminis, porque el pueblo es siempre el objeto de la administración del gobierno; falocracia, dominio, según la RAE., del hombre sobre la mujer en la vida social, haciendo por metonimia que la parte, el falo en este caso, es decir, el pene, represente al todo, que es el varón; gerontocracia, dominio ejercido por los ancianos; ginecocracia, gobierno de las mujeres equiparadas a los hombres en empoderamiento; oclocracia, dominio de la muchedumbre, la chusma o la plebe; plutocracia, el régimen capitalista de los ricos; talasocracia, dominio ejercido sobre los mares; tecnocracia, dirección de supuestos expertos y peritos que siguen criterios económicos y no políticos o ideológicos a la hora de gobernarnos, y teocracia, poder que se considera ejercido directamente por Dios, como el de los hebreros antes de los reyes, o emanado directamente de Él, como reza la cara de una peseta española acuñada en 1963: Francisco Franco caudillo de España por la G(racia) de Dios.

 

La única que salvaría de todas las -cracias, porque es la única forma de gobierno justa y óptima, es la acracia, donde el prefijo negativo a-, variante contextual de an- que aparece ante palabras que empiezan por consonante como ateo, ácrata o agnóstico, rechaza precisamente la idea y la necesidad de cualquier forma de dominio del hombre por el hombre: el mejor gobierno, ningún gobierno.

viernes, 17 de enero de 2020

Una nueva Odisea ilustrada

Acabo de releer con gran placer La Odisea, traducida y adaptada magistralmente por Carmen Estrada, y espléndidamente ilustrada por su hijo Miguel Brieva. 

 
Su lectura me ha recordado a los libros ilustrados de la Colección Historias de la editorial Bruguera de mi infancia y adolescencia, que acompañaban los textos de las aventuras con ilustraciones alusivas, y que permitían así que, fascinados por los dibujos de la novela gráfica, nos adentráramos en la lectura de la propia novela literaria.

 Desembarco en una isla


 
 Odiseo y el cíclope Polifemo

 No es sin embargo un libro para jóvenes, aunque puede serlo, sino para todo tipo de público en general. Me ha sorprendido por la cuidada edición (encuadernación,  papel,  tipo de letra), por la calidad de la propia traducción de Carmen Estrada en un lenguaje actual que reproduce impecablemente a la vez que actualiza el estilo de Homero.

 Odiseo oye el canto de las sirenas

Me han fascinado las ilustraciones en color y en blanco y negro de Brieva, un dibujante que admiro desde hace tiempo, de las que reproduzco algunas para incitar a la adquisición de este libro que, como he dicho más arriba, es un perfecto regalo que podemos hacer a alguien, o, sin ir muy lejos, a nosotros mismos. 

Reencuentro de Odiseo y Penélope



Merece la pena sumergirse otra vez en las aguas de esta Odisea y tener entre las manos este impagable volumen. 

martes, 14 de enero de 2020

A vueltas con las armas

Los defensores de las armas hacen hincapié en que son instrumentos neutros, es decir ni buenos ni malos per se, sino todo lo contrario. Insisten en que puede hacerse un uso mejor o peor de ellas, según la intención del que las maneje. Pueden emplearse como disuasorias o defensivas para protegerse de una agresión, justificando así su uso, o como ofensivas, a fin de perpetrarla. 
 

En contra de eso, cita Ferlosio en su Campo de retamas el refrán "puestos a reñir, el cuchillo es el que manda" y añade sutilmente: "pero lo que vengo yo preguntándome hace tiempo es si no podría ser, en cambio, que fuese el cuchillo el que mandase ponerse a reñir". Y aduce en su apoyo el verso de Homero: El hierro por sí solo atrae al hombre. 
 

Homero, en efecto, transmite ese refrán o proverbio un par de veces en la Odisea (canto XVI, verso 294 y canto XIX, verso 13): αὐτὸς γὰρ ἐφέλκεται ἄνδρα σίδηρος, lo que tradujo al latín Andrea Divo como ipsum enim atrahit uirum ferrum, y Samuel Clarke como ipsum enim allicit uirum ferrum.
El hierro (σίδηρος en Homero, ferrum en latín) es aquí metonimia de las armas en general, como en nuestro dicho "el que a hierro mata, a hierro muere", y el verbo homérico ἐφέλκεται, o sus traducciones latinas atrahit y allicit, implica que las armas ejercen una fascinación en los seres humanos que es el aliciente, derivado de allicit precisamente, que los empuja a manejarlas: el hierro de por sí arrastra al hombre a la guerra, independientemente del empleo bueno o perverso que quiera hacerse de él. 

No es el hombre el que tira del hierro, sino al revés: Es el hierro quien tira del hombre, como tradujo acertadamente don José Manuel Pabón al castellano el refrán homérico, lo que contradice el único argumento de los defensores del uso de las armas: no las usamos los hombres, nos usan ellas a nosotros. 

No somos, pues, los hombres los que hacemos un uso bueno o malo de las armas; el único uso bueno que cabe hacer de ellas es no usarlas; son las armas las que nos usan a nosotros, y ya se sabe para qué sirven, para nada bueno. Una pistola lleva escrito en sí misma el fin para el que ha sido fabricada. El gatillo llama al dedo urgentemente para que lo apriete. 

Las armas no sólo las carga el diablo, como dice el refrán, sino que además el diablo las fabrica, trafica con ellas y justifica su empleo. Hay algo de perversamente diabólico, además, en la lógica del mercado de este sistema capitalista que padecemos que prohíbe las drogas duras porque matan -olvidando que también sirven para otras cosas- y no prohíbe las armas, que sólo sirven para cometer un crimen

jueves, 9 de enero de 2020

La moral del pedo

Erasmo escribió en latín: Suus cuique crepitus bene olet. A cada cual le huele bien su propio pedo. Traducía así un refrán popular griego transmitido por Apostolio que rezaba: Ἕχαστος αὑτοῦ τὸ βδέμα μήλου γλύκιον ἡγεἶται Cada cual considera que (el olor de) su pedo es más dulce que (la fragancia de) una manzana.



Comentando el adagio de Apostolio, escribía Erasmo que no había conocido a nadie al que le olieran bien sus propios pedos, y matizaba que lo que solía suceder es que las personas sentían mayor repugnancia y aversión por los excrementos y ventosidades de los demás que por las propias, lo que cuadraría más con este otro refrán menos escatológico: suum cuique pulchrum: a cada cual le parece bello lo suyo, que utiliza por ejemplo Cicerón en Conversaciones en Túsculo, V, 63, donde lo cita y comenta añadiendo: adhuc neminem cognoui poetam (et mihi fuit cum Aquinio amicitia) qui sibi non optimus uideretur; sic se res habet: te tua, me delectant mea: aún no he conocido a ningún poeta (y tuve amistad con Aquinio) que no se creyera el mejor; así son las cosas; a ti te agrada lo tuyo, a mí lo mío.


Cada cual tiene unas bacterias peculiares en el intestino encargadas de descomponer los alimentos al hacer la digestión, y parece lógico que cada cual tenga, por eso mismo, un hedor propio, distinto al de los demás, pero ese olor no tiene por qué ser siempre el mismo, y podría depender de los alimentos que se hayan ingerido. Es decir, que las flatulencias de uno mismo no tienen por qué apestar siempre de idéntica manera y ser siempre idénticas a sí mismas y diferentes de las de los demás. Lo que sucede es que el cerebro las interpreta enseguida como propias y no ve en ellas una señal de alarma como en las que considera ajenas. 
 
Se trata en suma del narcisismo y del chovinismo del amor de lo propio y del odio de lo ajeno, que alimenta también todos los nacionalismos y paroxismos patrióticos existentes y emergentes, lo que Ferlosio denominó magistralmente "la moral del pedo": no es que huela mejor o peor, es que el ajeno ofende y el propio no.


martes, 7 de enero de 2020

Conócete a ti mismo

CONÓCETE A TI MISMO
NOSCE TE IPSUM
 ΓΝΩΘΙ ΣΑΥΤΟΝ

 Ὅταν εἰδέναι θέλῃς σεαυτὸν ὅστις εἶ, 
ἔμβλεψον εἰς τὰ μνήμαθ', ὡς ὁδοιπορεῖς. 
ἐνταῦθ' ἔνεστ' ὀστᾶ τε καὶ κούφη κόνις
ἀνδρῶν βασιλέων καὶ τυράννων καὶ σοφῶν 
καὶ μέγα φρονούντων ἐπὶ γένει καὶ χρήμασιν 
αὑτῶν τε δόξῃ κἀπὶ κάλλει σωμάτων. 
κᾆτ' οὐδὲν αὐτοῖς τῶνδ' ἐπήρκεσεν χρόνος· 
κοινὸν τὸν Ἅιδην ἔσχον οἱ πάντες βροτοί. 
πρὸς ταῦθ' ὁρῶν γίνωσκε σαυτὸν ὅστις εἶ. 
(Menandro, fragmento 538)




Si quieres conocer el ser que habita en ti, 
date una vuelta por el cementerio y ve
las tumbas, lápidas, panteones y sepulcros 
en donde yacen calaveras, polvo, huesos
de quienes fueron grandes hombres, potentados,
famosos, ricos, jóvenes, bellos, distinguidos...
Y luego nada de eso el tiempo les dejó. 
Común la fosa, amigo, a todos nos espera. 
Viendo lo cual, sabrás así lo que eres tú.