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jueves, 11 de abril de 2024

Secretos de confesionario

    Me envió un amigo un soneto de Giuseppe-Gioachino Belli que no conocía, titulado La gratella der confessionario, o sea La rejilla del confesionario (o confesonario, que de ambas formas puede decirse en castellano), escrito en dialecto italiano romanesco como todos los suyos, y fechado el 11 de abril de 1834, que me resultó enseguida gracioso y entrañable por el personaje que presenta, el padre Semmolella o Semolilla: un viejo confesor y mascador empedernido de tabaco  que se las ha ingeniado para hacer que la rejilla de la cabina se abra sigilosamente y se cierre a voluntad suya cuando acude alguna penitente hermosa a confesar sus pecados. 
 
    Este personaje hoy resultaría políticamente muy poco correcto y de conducta más que reprobable, pero humana, demasiado humana, habida cuenta de que, abusando del poder 'espiritual' que tiene, se aprovechaba de las bellas feligresas que acuden a confesar sus pecados, aunque no se dice muy bien cómo lo hace, esa es la gracia del soneto, porque nadie ha visto nunca lo que allí sucede cuando se abre la rejilla.
 
    Antes de la generalización de la costumbre de fumar el tabaco traído de las Américas, se extendió por Europa la de mascarlo y de inhalarlo, el famoso rapé que sirvió para acuñar la expresión, al parecer, de "echar un polvo". A eso alude  el término "ttabaccone" que emplea Belli. Era el padre Semolilla mascador y no tanto fumador empedernido de tabaco. 
 
 
 
     En cuanto a los confesionarios, cabe decir que los modernos son unisex por lo que no suelen hacer distinción de sexos de los confesantes, y se presentan cerrados y con puertas, dotados de compartimentos individuales para confesor y penitente, con buen acomodo, intimidad y reserva; pero los tradicionales, que yo recuerdo de mi niñez en las iglesias, disponían de un asiento interior para el confesor y una ventanilla con celosía a cada lado para oír la confesión de las mujeres, que se arrodillaban por fuera a un costado del confesionario. Las mujeres iban de lado, mientras que los varones solían, por su parte, confesarse de frente, por la parte delantera cuando quedaba diáfana -en la mayoría de los casos-, usando la portezuela del confesionario como reclinatorio. La gracia del confesionario del padre Semolilla, es que la rejilla lateral podía abrirse y cerrarse... 
 
    El soneto presenta el esquema tradicional de rimas ABBA ABBA CDC DCD.  La historia,  sencilla e ingeniosa, se presenta en los dos cuartetos: un viejo confesor ha inventado un mecanismo que le resulta muy útil. El viejo fraile, que hemos de imaginar desdentado y con picadura de tabaco siempre en la lengua y los pocos dientes que le quedan, se codea en el confesionario con jóvenes y bellas penitentes, que se prestan a otorgarle sus favores en la intimidad de la cabina a cambio de la absolución de sus pecados. La imagen del viejo confesor abriendo sigilosamente la rejilla es espléndida, hecho que coincide con el acto de arrepentimiento de la dama. En el primer terceto hay una elipsis que deja a la imaginación lo que pueda suceder una vez abierta la celosía. En el último, las mujeres, confesadas, van al altar con los labios y las mejillas manchados de trazas de tabaco a recibir la hostia consagrada.
 
 Un confessore vecchio e ttabbaccone,
Che sse chiamava er padre Semmolella,
Aveva fatto fà la su’ gratella
Da oprì e chiude siconno l’intenzione.
 
E quanno capitava in confessione
‘Na pinitente giuvenotta e bella,
L’upriva adaciadacio, e intanto quella
Faceva l’atto suo de contrizzione. 
 
Quer ch’imbrojassi co ste donne er tristo
E ste donne imbrojassino cor frate, 
Pe dì la verità nun z’è mai visto.
 
Se sa ssolo che doppo confessate
Annaveno a l’artare a ppijà Cristo
Co le labbra e le guance stabaccate.
 
He aquí, modestamente, la versión que ofrezco:
 
 
Un confesor viejo y muy tabacón,
que se llamaba padre Fray Colilla,
había hecho que su ventanilla
se abriera y se cerrara a petición.
 
Y cuando le tocaba en confesión
la penitente bella y jovencilla,
 abría sigiloso la rejilla
al hacer ella acto de contrición.
 
Lo que con estas damas haga el listo
y con el fraile hicieran las mentadas 
jamás nadie a decir verdad lo ha visto.
 
Se sabe solo ya que, confesadas,
iban a comulgar el santo Cristo,
la boca y las mejillas tabacadas.