El neologismo onfaloscopia u onfaloscopía -ambas acentuaciones serían válidas a juzgar por lo que sucede con microscopia y microscopía- no está recogido a fecha de hoy en el diccionario de la culta Academia. No sé yo a qué espera la susodicha institución para decirnos que se trata de un compuesto del griego ὀμφαλός a través del latín omphalos ('ombligo') y scopia ('acción de ver, examen'), que sería la contemplación del ombligo, ya sea en el sentido figurado con que lo emplea Rafael Sánchez Ferlosio, cuando habla de la 'empachosa onfaloscopia' de los nacionalismos, atentos solo a su propia esencia identitaria, a su San Simismo, como dice don Rafael, y a creer que son la pepita del universo, que orbitaría alrededor de su propio ombligo egocéntrico, o ya sea en sentido literal, como hacían algunos monjes de los monasterios del monte Atos, dentro del hesicasmo del cristianismo ortodoxo, que buscaban mediante la oración continua la unión con Dios concentrándose en el ombligo como punto de enfoque espiritual mediante la paz interior, el silencio y la contemplación.
¿Por qué el pincel de Lucas Cranach El Viejo pintó, como muchos otros pintores también, en el Jardín del Edén a nuestros primeros padres Adán y Eva con ombligo?
Para los antiguos griegos, en Delfos se hallaba el centro del mundo, porque allí se habían entrecruzado las dos águilas que Zeus hizo volar desde dos puntos opuestos del mundo. Allí se encuentra la piedra cónica llamada ónfalo, dejada por Zeus a modo de mojón para señalarlo. Se cree que esa piedra podría haber sido la misma que, envuelta en pañales le entregó su madre Gea, para engañarlo, a su padre Crono, que devoraba a sus hijos varones para evitar que se cumpliera la profecía de que uno de ellos iba a destronarlo como efectivamente hizo, y que él engulló en lugar de Zeus.