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jueves, 28 de marzo de 2024

Culto al cuerpo (body building)

    Una de las características más patéticas de estos beligerantes tiempos que corren es la proliferación de gimnasios donde se rinde un culto fetichista al cuerpo mediante todo tipo de entrenamientos, ejercicios, sacrificios y tormentos físicos fundamentados en la fe fervorosa en la salud. Las dependencias de estos establecimientos parecen salas de tortura de la Inquisición, llenas como están de aparatos que provocan estiramientos y encogimientos. Se da la paradoja de que al gimnasio suelen acudir sus fieles clientes en automóvil para una vez allí montar durante largas horas en una bicicleta estática o caminar o hacer running sobre una cinta móvil sin moverse del mismo sitio en el que están.

    Los gimnasios son los templos donde se rinde culto al cuerpo practicando lo que en la lengua del Imperio se llama body building:  la construcción del cuerpo, como si uno fuera su propio arquitecto y al mismo tiempo su obra escultórica, como si el cuerpo nos perteneciera -¿a quién?- y fuéramos sus dueños y responsables de su mantenimiento;  poseedores y poseídos a la vez, diseñadores y diseños al mismo tiempo. Algo de eso sugiere ese horrible palabro que es "culturismo", derivado de "cultura" es decir de cultivo, que da a entender que uno mismo es el cultor y el campo que cultiva, sin olvidar la connotación religiosa que conlleva la palabra "culto" y la fe ciega y fervorosa que subyace detrás de todo ello y por debajo.
 


    La fiebre de los gimnasios no es sino un síntoma de lo que en la lengua del Imperio se llama fitness, que es el sustantivo derivado del adjetivo fit ('sano, saludable'): la obsesión por la salud del cuerpo y lo saludable, que va irremediablemente unida a la mal llamada educación física, que es  una contradictio in terminis ya que físico quiere decir 'natural' y la educación no es natural, sino lo más antinatural y más social que puede haber.



    Algunos filósofos antiguos opinaban que ocuparse continuamente del cuerpo constituía un síntoma de pobreza espiritual. No vamos a lamentar aquí que el culto al cuerpo haya desplazado al del alma, más propio de épocas pretéritas, y que los ejercicios corporales hayan desbancado a los espirituales, y lo físico a lo psíquico como si fueran dos cosas radicalmente distintas. A fin de cuentas cuerpo y alma no son sino una y la misma cosa, dos caras de la misma moneda: el alma no es más que la conciencia del propio cuerpo, por lo que ambos cultos son en esencia la misma religión: el culto al ego, egolatría, egoísmo,  o yoísmo,  que dicen ahora los que han olvidado el latín.


    Este culto al cuerpo, que está intrínsecamente unido a la exaltación de la juventud y el consiguiente menosprecio hacia las personas mayores y la senectud, tiene algo, y no es poco, de fascista. No en vano Giovinezza, esto es, juventud en italiano, era el himno de la Italia de Mussolini. 

 


    La escritora Anaïs Nin escribió en sus diario, recién llegada a Nueva York en la década de los años 40 del pasado siglo: La tragedia es que cuando precisamente estábamos a punto de disfrutar de la madurez en Europa, que ama y valora la madurez, fuimos todos desarraigados y colocados en un país que sólo ama la juventud y la inmadurez. Se refiere evidentemente a los Estados Unidos de América, de donde nos llegan igual que Santa Claus, Jálogüin, los Viernes Negros, las fiestas y hasta ceremonias y bailes ahora también de graduación en los institutos, el culto a la juventud y a la falta de madurez, relacionado todo como está con el body building.


    El entusiasmo que despiertan los profesionales del deporte es otro de los síntomas que denota que los ídolos de nuestra sociedad y época no son como en otros tiempos los héroes épicos y legendarios que nos liberaban de los monstruos más perniciosos, sino unos mentecatos que baten récords, ganan competiciones, acumulan medallas, triunfan en la vida, llenan estadios y se forran de dinero a costa de unos idiotas como nosotros, reducidos a la condición de meros telespectadores de sus gestas. Muchas veces se ha dicho, y hoy es siempre todavía como cantó Machado, que esto se parece mucho a la antigua Roma del pan y circo, y que hoy los gladiadores son los futbolistas u otros deportistas profesionales cuya máxima aspiración son las olimpiadas... pero eso es poco.
 
 
 El deporte, Claude Serre (1977)

    Si relacionamos esto con la tesis de Ortega y Gasset sobre el origen deportivo del Estado, es decir, que el deporte es la fuerza que dio origen a la organización social que padecemos, estaremos de acuerdo con Rafael Sánchez Ferlosio, que es uno de nuestros escritores que más ha despotricado contra el deporte con toda la razón del mundo, en que "el deporte es desde siempre lo que más cabalmente cumple la función primaria de toda cultura como instrumento de control social".