Si algo hemos aprendido durante la pandemia (2020-2023), poca cosa que no supiéramos o intuyéramos ya desde mucho antes a decir verdad, es que ha servido para evidenciar la existencia efectiva de un gobierno mundial en la sombra que controla a todos y cada uno de los gobiernos y habitantes del planeta un poco más y mejor de lo que estábamos sin que nos demos cuenta demasiado. Lo grave no fue la epidemia en sí, sino las consecuencias que se derivaron de ella.
Ya dijeron algunos que no había mal que para bien no viniera y que la crisis sanitaria, dentro de lo mala que era, no dejaba de ser una oportunidad pintiparada para resetear el sistema. Atención al anglicismo que pone en relación, por algo será, el virus informativo, es decir, la información que se viraliza, nunca mejor dicho, dando carta de naturaleza a la existencia de un peligroso patógeno, y el virus informático.
El éxito de la empresa radica, precisamente, en que es tan evidente que no se ve, y si alguien lo ve se dice que está viendo visiones, y si lo denuncia es porque es un hater -ojo a este otro anglicismo, que es lo contrario de lover. Téngase en cuenta, además, el hecho de que el odio está tipificado como delito, y el amor es una medalla condecorativa que se ponen en el pecho como broche de oro los filántropos.
Quieren establecer una gobernanza planetaria -gobierno es término ya obsoleto y pasado de moda-, pero para ello no pretenden abolir las nacionalidades ni sus respectivos gobiernos y sistemas democráticos ni las diversas lenguas nacionales, aunque la lengua del Imperio, el inglés, sea la lengua franca impuesta en todas las instituciones, incluida la Unión Europea, después incluso de la salida del Reino Unido de la Gran Bretaña, donde solo queda como anglófona la república de Irlanda. El inglés es la segunda lengua y por lo tanto la única internacional de todos los demás estados.
La leyenda de los siglos, René Magritte (1950) |
Nunca van a salir Bill Gates o Klaus Schwab, no son tan bobalicones, a decirnos en versión original subtitulada por la tele que ya no existen los estados nacionales ni sus lenguas oficiales y cooficiales. Nada más lejos de sus intenciones. Sería una torpeza imperdonable por su parte y además algo contraproducente. El nacionalismo sigue siendo muy útil para crear y manipular la opinión pública, que en realidad, contra lo que dice su nombre siempre es una opinión privada, nunca del pueblo o del común.
Nunca se nos dirá que estamos unidos bajo un nuevo modelo, que es el Nuevo Orden Mundial; en cambio, la ilusión de regionalidad y variación superficial camuflará una falta de opciones reales en todo el panorama político.
Ursula von der Leyen decía en inglés ayer mismo en el Foro Económico Mundial de Davos, a donde vuelan mil quinientos (1500) aviones privados para decirnos que nos estamos cargando el planeta con nuestros humos, donde se reúnen los prohombres y las promujeres de las élites, que su principal preocupación no es el conflicto ni el clima -conflict or climate- sino la desinformación -disinformation and misinformation-, dicho en inglés con dos palabras para atropellar la información alternativa, la denuncia de la manipulación informativa a la que nos someten para que no veamos sus turbias intenciones. ¡Cómo evitaba ella finamente la palabra 'guerra' -war en la lengua del Imperio que utiliza- que sugiere "sangre, sudor y lágrimas" y que patrocinan y subvencionan ella, el Tío Sam y sus aliados en Ucrania y Palestina, mencionando el "conflicto" -conflict, una palabra culta y latina y para la mayoría de la gente incomprensible, pero que suena mucho mejor y más pacífico- y equiparando sutilmente los cambios atmosféricos con los 'cambios geopolíticos' y las operaciones militares!
Los muchos y
plurales estados superficiales -hay 195 países en el mundo según la
ONU- no ocultan la existencia de un único estado profundo, sino que
son sus diversos avatares, sus manifestaciones peculiares, como si fueran revestimientos o collares
del mismo monstruo, Leviatán.
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