Citaba yo en El homo digitalis on line al filósofo coreano afincado en Alemania Byung-Chul Han pese a no ser santo de mi devoción, pero que en esto que dice lleva la razón: “El sujeto de hoy es un empresario de sí mismo que se explota a sí mismo. El sujeto explotador de sí mismo se instala en un campo de trabajo en que es al mismo tiempo víctima y verdugo”. (Byung-Chul Han, Psicopolítica, traducción de Alfredo Bergés, editorial Herder, pág. 93), y a propósito de esta reflexión tomaba yo prestado el título Heautontimorúmeno de una comedia de Terencio, que acuñó esta expresión griega para referirse a aquel personaje en verdad tragicómico “que se atormenta e inflige castigo a sí mismo”.
Y escribía yo allí: El sujeto digital es un heautontimorúmeno, víctima y verdugo de sí mismo simultáneamente, no sucesiva- ni alternativamente. En efecto, el homo digitalis -nosotros mismos- no sólo es la víctima que colabora con su verdugo, como en el síndrome de Estocolmo, sino que es él mismo ambas cosas a la vez, como el personaje de Baudelaire: ¡Yo soy la herida y la navaja! / ¡Soy el sopapo y la mejilla! / ¡Yo soy el cuerpo y soy la rueda, / y soy la víctima y verdugo!
No son solo situaciones grotescas las que refleja Topor, sino que su humor 'negro' es probablemente el mejor mecanismo de defensa contra la cruda realidad, que no sólo es la de aquel momento de la dictadura nazi de la que él y su familia, polacos de origen judío, se habían refugiado en Francia, sino de esta misma nuestra. Por eso esos dibujos, a pesar de su pátina de haberse realizado en los años sesenta del siglo pasado, no pierden vigencia en nuestros días y siguen resultando ingeniosos y creativos, es decir, destructivos, denunciando que nosotros mismos somos responsables de nuestra infelicidad y sufrimiento.
Nos autoinfligimos torturas, adictos a los dispositivos, sin explicarnos la impulsividad y emociones que nos desatan los mismos, ya no hay instancia social donde no operen a su antojo, dejando sin sentido la relación entre personas, cabreando al que acude a eso que llaman prestación de un servicio y poniendo de mala hostia al que encontrándose (por poco tiempo) en el medio está a merced de una lógica ajena y autónoma. Desterrado está el término alienación y sin embargo proliferan pandémicos y eufóricos los "influencer", los jueguecitos virtuales y demás enredadas sandeces.
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