A lo largo de estos años hemos visto los que ya peinamos más de una cana cómo se han sucedido en España dos regímenes políticos formalmente diferentes pero en el fondo iguales, la dictadura y la democracia, tres jefes de estado (el dictador, el ahora rey emérito que nombró el dictador y el hijo de ese rey, cuyas indignas posaderas se asientan sobre un trono que no debería ocupar nadie durante más de veinticuatro horas) y, ya en la democracia, varios presidentes del gobierno (Suárez, Calvo Sotelo, González, Aznar, Zapatero, Rajoy y Sánchez). Hemos podido ver cómo se disuelven y vuelven a constituir las cámaras del congreso y el senado, renovándose o perdurando sus componentes.
Hemos visto cómo se suceden los gabinetes ministeriales, cómo alguno de los gobiernos llegó a ser tan paritario (sic) que hubo tantas ministras como ministros, hasta el punto de que ya daba igual el timbre masculino o femenino de la voz de mando por aquello del "tanto monta, monta tanto Isabel como Fernando", pero nadie debería montar más que nadie. Y hemos comprobado cómo sucede todo esto para nada, es decir, para que todo se mantenga igual; todo cambia aparentemente para que pueda permanecer lo esencial: la corrupción política inherente al sistema democrático de dominio vigente que, so pretexto de darle al pueblo su soberanía, se la arrebata inexorablemente en el mismo acto litúrgico de concedérsela supuestamente en los comicios electorales. Santa Rita Rita, la soberanía que la democracia le otorga al pueblo, el Estado a través de sus tres poderes constitutivos y a través del parlamento y gobierno se la quitan.
Rindo mi pequeño homenaje aquí, a propósito del desengaño de la política que hacen los políticos profesionales, al lúcido pensador y escritor peruano don Manuel González Prada que dejó escrito este agudo aforismo: “La soberanía popular y el régimen parlamentario se fundan en el axioma de que un asno más otro asno no parecen sumar dos borricos.” Lo reformulo del siguiente modo, glosándolo: El régimen democrático parlamentario se funda en el axioma de que el voto de un asno más el voto de otro asno forman la soberanía popular y no la voluntad de dos borricos.
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