Al invierno ningún lobo jamás vivo se lo comió.
Ni tampoco ningún virus letal ni un infernal calor.
A su cita llegó, poco puntual; pero por fin llegó
el invierno. Cayó, mira, el primer manto de nieve albar.
Sopla un viento glacial. Puesta de sol gélida. El astro rey
se hunde crepuscular. Ha de caer, plomo, la noche, que es
larga. En ella, sin fin vamos a entrar pronto a perder los dos.
Que la muerte, ojalá, si ha de llegar, vivos nos halle, amor.
Preciosa ofrenda que a nuestros ojos y oídos entregas haciendo más presente ritmo y sucesión de lo que concerniéndonos acaece.
ResponderEliminarGracias por el elogio, que no merezco. Estaba intentando practicar el asclepiadeo mayor, que es el verso en el que Horacio compuso su célebre oda del "carpe diem".
EliminarEs un refrán de mi tierra: el invierno no se lo come el lobo
ResponderEliminarLo del carpe diem ya no me gusta tanto, no estoy yo mu de acuerdo, raro que es uno
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