miércoles, 9 de abril de 2025

Hélena de Troya, libre de culpa, pecado y responsabilidad.

Gorgias en su opúsculo Encomio de Hélena, que puede leerse aquí mismo, no hace una alabanza encarecida o elogio, como el título indica, sino, más que eso, una auténtica apología o discurso de defensa no sólo judicial sino también moral de una mujer a la que declara inocente e irresponsable de los actos que se le imputan. 

Según la tradición, Hélena fue una mujer fatal, una adúltera legendaria que provocó una desastrosa guerra mundial, la guerra de Troya, abandonando a su esposo Menelao, el rey de Esparta, y fugándose con el apuesto príncipe troyano Alejandro Paris,  si no fue raptada por aquél. 

Para Gorgias, sin embargo, no es culpable de adulterio ni responsable tampoco de haber provocado dicha primera guerra mundial de nuestro mundo. Poetas como Estesícoro y Eurípides habían intentando desmitificar a Hélena de Troya diciendo que nunca había ido a Troya. Pero Gorgias, partiendo de la verdad homérica tradicional, que no cuestiona, va a hacer algo mucho más subversivo que eso, va a desresponsabilizar, por así decirlo, a la bellísima hija de Leda. 

Aunque no sepamos lo que sucedió exactamente entre Hélena y Alejandro, si hubo un secuestro, como querían los griegos, o se trató de una fuga, como argumentaban los troyanos, que la aceptaron en sus murallas dándole asilo, es posible afirmar una cosa con certeza: Hélena es inocente. No es una petición de principio, sino una conclusión lógica y racional que se desprende del razonamiento de Gorgias. 
 

La desresponsabilización de Hélena se lleva a cabo de cuatro formas: la primera, culpabilizando a los dioses y al destino, culpar a los dioses es una manera de declararla a ella inocente; la segunda, inculpando al raptor, porque si se trata de un rapto, ella sería una víctima; la tercera, si fue persuadida o, si se prefiere, engañada por la palabra y la razón, por el lenguaje, que como afirma Gorgias λόγος δυνάστης μέγας ἐστίν, es un gran señor, una poderosa fuerza, también es inocente en este caso, porque el que habla propone una representación del mundo que el oyente asume, llegando a ver la realidad bajo un nuevo prisma; la cuarta, por la irresistible pasión de Eros, es decir, por la fuerza del amor, que también es un dios que arrebata a mortales e inmortales. 

De cualquier manera, Hélena fue a Troya contra su voluntad, por lo que, de ninguna forma, es judicial- ni moralmente responsable, y, si no es culpable, resulta que es, en buena lógica, inocente tras el análisis racional de los motivos de su conducta. 

El comportamiento de Hélena sería un caso paradigmático de cualquier conducta humana, simplemente como tal, y su resultado sería que nadie es moralmente responsable de nada en absoluto. Y si la argumentación de Gorgias absuelve a Hélena también exculparía, por ejemplo, a su raptor Alejandro, admitiendo que ella fue secuestrada por él, ya que el príncipe troyano habría obrado también movido por la fuerza irrefrenable de la pasión amorosa, y no sería responsable de su conducta tampoco. 

Y si el argumento disculpa la conducta de los dos amantes, también nos absuelve de paso a todos nosotros piadosamente. Nadie sería moralmente culpable de nada porque nadie hace mal a conciencia, voluntariamente. 

 
Hélena de Troya, Gustave Moreau 

Si la argumentación de Gorgias es sólida, y parece que lo es, debe ser válido para todos los agentes humanos y para todas sus acciones el principio socrático de que οὐδείς ἑκὼν ἐξαμαρτάνει, nadie hace mal a sabiendas,  que se tradujo al latín como nemo sponte sua peccat -donde hay que entender el “peccat” en el sentido amplio que va de la equivocación al delito que tenía en la lengua de Virgilio, y no en el cristiano y restringido de pecado-: nadie es nunca culpable de nada ni responsable de sus actos, por lo que, de alguna manera, está declarando inocente y libre de toda culpa, pecado y responsabilidad jurídica y moral a toda la humanidad. 

Todos somos inocentes al fin y a la postre, lo que no quiere decir que todo el mundo sea bueno, sino que si hay alguien malvado es por ignorancia: nemo uolens malus est

Gorgias, aunque escribió su panegírico de Hélena hace casi dos mil quinientos años, se muestra aquí como si fuera un autor contemporáneo, es decir, como todo un clásico, un muerto que está bien vivo todavía, y que nos hace revisar nuestras apolilladas ideas sobre la libertad humana, el libre albedrío y la responsabilidad moral de nuestras acciones, y replantearnos estos grandilocuentes conceptos, de los que tendríamos que admitir unas versiones mucho más restringidas de las que tenemos, pues viene a decirnos que somos susceptibles de manipulación, cosa que sabemos muy bien nosotros, que sufrimos la moderna propaganda y el lavado de cerebro bajo el poder de las imágenes y las palabras. 


martes, 8 de abril de 2025

Guerra contra lo que sea (y II)

     Era el 16 de marzo del año del Señor de 2020 cuando el napoleón francés declaraba seis veces durante su discurso televisado desde el Palacio del Elíseo: “¡Estamos en guerra!”. Su homólogo hispano cacareó lo mismo entonces y lo ha vuelto a cacarear hace un mes: “Todavía estamos en guerra”, aunque no se refería ya a la crisis de la enfermedad del virus coronado, sino a la que ha venido a sustituir a aquella dentro de la sociedad del espectáculo en nuestras mentes y pantallas. 

 
 
    En febrero de 2022, esta retórica marcial, inicialmente motivada por la crisis sanitaria, había pivotado hacia un discurso frontal- y expresamente militar, beligerante. El gerifalte francés convertía la operación rusa en Ucrania en una amenaza geopolítica - ¡cómo les gusta este palabro!- y, recientemente, durante una conferencia en París que reunía a veinte dirigentes europeos, mencionó el posible envío de tropas al frente de combate. Ha argumentado, si a eso puede llamársele argumentar, que Rusia representaba "una amenaza existencial" para Europa, y propone en francés como solución a ese problema la guerre como un fin inevitable, lógico e incluso legítimo porque se supone que los europeos actuaríamos en defensa de nuestra propia identidad internacional o continental, en defensa propia.
 
    La alineación con la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) es un eje central de esta estrategia. Por eso la consejera teutona abogaba ante sus vasallos por una "defensa europea" integrada en la Alianza, lo que se traducía en la propuesta de 850.000 millones de euros, se supone que digitales ya a estas alturas, para la puesta en marcha del plan REARM Europe, cuando lo más sensato, habida cuenta de que, como dice el vulgo las armas, las carga el diablo, y una vez cargadas hay que descargarlas descerrajando tiros a trochemoche, sería renunciar a rearmar Europa y comenzar a desarmarla efectivamente, no invirtiendo en guerras sanitarias, que perjudican la salud y solo benefician a la industria farmacéutica, ni en guerras militares propiamente dichas que también perjudican, y mucho, a la salud, y solo interesan a la industria armamentista, celosa de la otra.
 
      Esto llega en un momento en que la lógica y el sentido común, esos valores y nociones que son esencialmente populares, dictan a cualquier persona sensata que nada, absolutamente nada justifica ni esta ni ninguna otra guerra.
 
    Esgrimen la “amenaza rusa” tanto las izquierdas como las derechas como si los tanques rusos estuvieran a tiro de piedra de la Puerta de Alcalá y los misiles estuvieran apuntándonos.
 
    No es necesario recurrir a las encuestas, manipuladas siempre, porque toda encuesta es una manipulación, para conocer el rechazo categórico del pueblo a la guerra, y al envío de tropas a Ucrania. La guerra al virus se convirtió en el virus de la guerra a la mayor gloria de los intereses militares e industriales.
 

    Nunca se dejará de citar lo que Carl von Clausewitz escribió en "Sobre la guerra" (1832): "La guerra es la continuación de la política por otros medios". Esta máxima coincide plenamente con la realidad, con la terquedad de los capitostes europeos en militarizar su diplomacia, mientras continúan actuando institucionalmente contra la voluntad del soberano que, teóricamente al menos en democracia, es el pueblo. 
 
    Ahí lo tienen. Esa es la guerra contra lo que sea. No puede decirse más sencillamente. Pero, claro, puestos a hacer la guerra contra lo que sea, que nos hará exclamar  maudite soit la guerre et ses auteurs como en el memorial francés del monumento a los muertos de la primera mundial, por qué no empezamos por hacer la guerra contra lo que existe y pronunciamos aquella máxima revolucionaria y gloriosa de ¡abajo lo existente!, es decir, la guerra misma, y le declaramos la guerra a la propia guerra y a los que enarbolan banderas y enemigos imaginarios como el virus o los rusos.
 

lunes, 7 de abril de 2025

Guerra contra lo que sea (I)

    La guerra contra lo que sea no está destinada a ganarse, sino a perdurar en el tiempo de una u otra forma porque su vocación es ser interminable. Es la guerra que libra el Régimen, el Imperio, el Poder, el Sistema o el Estado contra sus propios súbditos, contra la gente normal y corriente, contra los de abajo. 
 
    ¿Para qué sirvió la gloriosa Revolución Francesa de 1789? Para que los "súbditos" dejaran de llamarse así y pasaran a denominarse "ciudadanos", otra etiqueta para nombrar lo mismo, otro collar para el mismo perro. No es que el súbdito se convirtiera por arte de magia en otra cosa distinta de la que fuera antes de la revolución, es que cambió de nombre. También sirvió para que te la estudies, hijo mío, para el examen de Ciencias Sociales de mañana.
 
    Quizá esta guerra de todos contra todos empezó en los albores de la humanidad, pero, viniendo a lo de hoy, la figura del enemigo se ha ido difuminando y ampliando y, si no se encuentra en la realidad, se realiza en la imaginación. Se trata de la invención del enemigo imaginario, que viene a ser la actualización del infantil amigo imaginario, como propone José Luis Rábago, alias El Roto, en su viñeta cotidiana de El Periódico Global(ista).
 
    Los avatares de este enemigo imaginario son múltiples. Recuerda, por ejemplo, cuando el enemigo era el terrorista. Recuerda la guerra contra el terrorismo, que amenazaba la libertad y la democracia occidentales, por lo que no hubo más remedio que declarar el estado de emergencia, la emergencia permanente, librando una guerra televisiva contra una nación de Oriente Medio cuyas inexistentes armas de destrucción masiva no representaban ninguna amenaza para nosotros pero eran un buen pretexto para iniciar una guerra de invasión. 
 
   ¿Se te ha olvidado ya la guerra contra el virus? En la primavera del año del Señor de 2020, el Régimen declaró un estado de emergencia sanitaria global en respuesta a un virus que tenía una tasa de letalidad prácticamente ridícula. El Régimen ordenó el confinamiento de todo el mundo, considerado enfermo asintomático o susceptible, obligó a todos a usar ridículas mascarillas quirúrgicas, bombardeó al público con propaganda y bulos monumentales, coaccionó a la gente para que se sometiera a una falsa vacuna salvífica, prohibió las protestas contra sus decretos y censuró y procesó sistemáticamente a quienes osaron cuestionar o criticar su programa totalitario. Era la guerra contra los negacionistas del virus coronado, los antivacunas, los teóricos de la conspiración y contra los terraplanistas.
 
 
    Y ahora... bueno, henos aquí llegados, después de la guerra no muy exitosa todavía, aunque persistente, contra el cambio climático. Ahora toca la guerra contra los inmigrantes ilegales, sin olvidar la guerra comercial siempre presente, que ha declarado ahora el Emperador electo por mayoría democrática, una guerra esta que no deja de ser una metáfora del capitalismo global. Pero en el fondo da igual el nombre que les pongamos a esta guerra y enemigos.  
 
    No podía, sin embargo, faltar el clásico, la guerra convencional contra los enemigos de carne y hueso, en este caso contra el feroz oso ruso. Ya puede detectarse el idéntico patrón. Es la guerra contra lo que sea, la guerra interminable, siempre la guerra, necesaria para alimentar el sistema de paz paodrida bajo el que vivimos y su afán totalitario. 
 
    Una vez acabada la Guerra Fría y muerto el comunismo, el capitalismo global no tiene adversarios externos, por lo que necesita inventar enemigos internos como los reseñados. Prueba de ello es la moderna pedagogía de Bruselas contra 'casos de guerra, nuevas pandemias, ciberataques masivos o desastres naturales'. Con ese enunciado conjura una serie de “emergencias”, cada una con una “amenaza” diferente a la “democracia”, o a la “libertad”, o a “Europa”, o al “planeta”, o lo que sea, cada una con sus propios endriagos particulares.
 
     Al Régimen o Sistema le da igual si nos identificamos con la izquierda, con la derecha o contra sus extremidades respectivas o -en el medio está la virtud- con el centro, pero necesita que nos incluyamos en alguna de esas categorías definitorias.  

     El presidente francés y su homólogo español, por ejemplo, aunque son de distinto signo político, coinciden en su postura frente a la guerra que aumenta los egos, infla los presupuestos y, sobre todo, desvía la atención de los verdaderos problemas internos causados por sus mismísimos gobiernos. La postura beligerante del presidente de la República Francesa y del Reino de las Españas se inscribe en una continuidad semántica iniciada por ellos mismos al inicio de la crisis de la covidiocia.
  

domingo, 6 de abril de 2025

La canción que cantaba Anacreonte

De Amaltea y su cuerno (1) yo

 no quisiera riquezas mil 

ni años ciento cincuenta ser 

faraón de Tartesos (2). 

 

1.- Amaltea era el nombre de la cabra que crio a Zeus con su leche, o, según otra versión, la ninfa que crio a Zeus con la leche de una cabra. En cualquier caso, la infancia del dios se desarrolló en una cueva del monte Ida en la isla de Creta, oculto de la ira de su padre, que devoraba a todos sus hijos recién nacidos porque sabía que uno de ellos estaba llamado a matarlo y sustituirlo.

Se cuenta que un día Zeus niño rompió sin querer  uno de los dos cuernos de la cabra manipulando sus fulminantes rayos con los que jugaba imprudentemente. Como recompensa, le confirió al cuerno roto el poder de otorgar al que lo poseyera todo lo que quisiera: de ahí surgió la leyenda de la cornucopia o cuerno de la abundancia, del que brotaban sin cesar todos los bienes que uno pudiera imaginar y desear en esta vida, y que a menudo se ha representado con copiosidad de frutas y flores. La cornucopia se convirtió enseguida en el símbolo de la diosa Fortuna, dadora de riqueza.

Zeus, como agradecimiento a la cabra que lo había amamantado y criado, subió su cuerno roto junto con la propia cabra a las estrellas, catasterizándola, es decir, convirtiéndola en un astro o, mejor dicho en una constelación, creando así de paso, como el que no quiere la cosa, el primer unicornio, y dando el nombre al signo del zodiaco de Capricornio, palabra compuesta que significa “el cuerno de la cabra”. 

Con la piel de esta cabra, una vez muerta,  se hizo Zeus su égida (del lat. aegis, -ĭdis, y este del gr. αγς, -δος, escudo o coraza de piel de cabra). La piel de la cabra Amaltea, adornada con la cabeza terrorífica de Medusa, constituye el arma defensiva o escudo, la protección de la divinidad. Con este sentido figurado se usa la palabra en castellano. Véase, por ejemplo, esta frase de la prensa escrita: "Allí se estableció Corea del Norte como una República comunista, bajó la égida de la Unión Soviética, mientras que Corea del Sur quedó bajo la órbita de Estados Unidos".

El cuadro de Tiépolo muestra al dios Neptuno ofreciéndole la cornucopia a la serenísima república de Venecia, reclinada sobre la testa del león que la simboliza.


Otra cornucopia es la que sostiene en su mano izquierda el dios-río Tigris, una escultura del siglo II de nuestra era, situada en el Capitolio, una de las siete colinas de Roma, a la que se le han añadido Rómulo, Remo y la loba capitolina, sobre los que reclina su brazo derecho, para identificar al dios con el río Tíber.


2.- Lo de "faraón de Tartesos" es una alusión a Argantonio, rey de la mítica Tarteso (o Tartesos), una floreciente civilización prerromana de la península ibérica en el oeste de Andalucía. Según Heródoto, el padre de la historia, este longevo rey vivió ciento veinte años, de los que reinó ochenta. Era una figura mítica que representaba la longevidad y el poder, a quien Anacreonte no envidia,  porque no aspira ni a lo uno ni a lo otro.


La cancioncilla de Anacreonte que nos ha llegado, compuesta por una sola estrofa de cuatro versos (tres gliconios, que son octosílabos agudos, es decir, eneasílabos según el cómputo castellano,  y un ferecracio, que es un verso de siete sílabas contadas, estrofa que parece que huye a propósito del molde octosilábico de la lírica castellana) es un menosprecio de la riqueza y del poder, tanto monta: el poeta no nos dice lo que alaba como contrapartida, sino sólo lo que desprecia:  las riquezas y los poderes, en otras palabras, el premio gordo de la lotería de Navidad, la política y la economía, que son las dos caras de la misma moneda capitalista, la que persiguen afanosamente otros mortales, digamos que la mayoría democrática de nosotros.

Tampoco tiene mucho aprecio por la longevidad, como si quisiera darnos a entender así que la vida no se mide por el tiempo que dura, sino por la intensidad con la que se vive. Es verdad que no nos dice que es lo que querría en esta vida.

¿Qué nos queda entonces si despreciamos el dinero y el poder? No lo sabemos. Es verdad que nosotros, como canta el poeta, no sabemos la mayoría de las veces lo que queremos (podemos llamarlo de muchas maneras: amor, felicidad, salud, vida... sin saber muy bien en qué consisten esas cosas ni precisar mucho su significado), pero sí sabemos como decían los estudiantes indignados de mayo del 68 en París, lo que no queremos.

sábado, 5 de abril de 2025

Nuestros valores y nuestros productos

Las palabras que utilizamos a diario en realidad nos utilizan a nosotros mismos sin darnos cuenta al imponernos una determinada visión del mundo. Y una de las características del lenguaje actual que empleamos y nos emplea es la inflación de la jerga económica que ha venido a sustituir a la religiosa del antiguo régimen, habida cuenta de que la nueva religión es la economía. Solo hace falta ver el vídeo que ha subido La Moncloa, o sea el Gobierno de España,  a la Red Informática Universal, en el que se nos dice, por ejemplo: Esto es España: un gran país, hoy el motor económico de la Unión Europea, un país que produce, que investiga, que cultiva, que fabrica, un país que no se para y que no se va a parar por muchos obstáculos que nos encontremos, porque aquí sabemos lo que hacemos y lo vamos a seguir haciendo; vamos a seguir vendiendo nuestros productos, nuestro sabor, nuestra moda, nuestra tecnología, nuestra calidad, nuestros servicios. Vamos a seguir exportando a todo el mundo lo que hoy es España: una manera muy especial de hacer las cosas, la nuestra. Lo que no vamos a vender nunca son nuestros valores ni nuestros principios. Todo lo demás que seamos capaces de hacer, por supuesto que sí. Nuestros valores no están en venta; nuestros productos sí. Compra lo tuyo, defiende lo nuestro. 
 
A los que somos viejos y de cáscara amarga esto nos suena a déjà vu y déjà entendu: nos recuerda aquello de Una, grande, libre,  Arriba (y Viva) España y nos trae a la memoria lo de que somos la Reserva Espiritual de Occidente, que suele atribuirse a Ramiro de Maeztu, uno de los principales ideólogos del pensamiento nacionalista español, que en su Defensa de la Hispanidad (1934)  o "de la españolez" que diría Ferlosio, exaltó el papel espiritual y moral de España frente a la decadencia occidental. Durante la oprobiosa  dictadura de Franco, esta idea se convirtió en un eslogan recurrente de la propaganda oficial del Régimen que presentaba a España como último baluarte de la cristiandad. 
 
 
Es significativo cómo algunos términos del arcaico lenguaje religioso se han secularizado, por ejemplo dos de las virtudes teologales: la caridad, que se ha convertido en solidaridad, y la fe, que ahora es credibilidad y crédito, por no hablar de la conversión de la resignación cristiana en resiliencia, o del significativo cambio del “perdónanos nuestras deudas como nosotros perdonamos a nuestros deudores” del padrenuestro a “perdónanos nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a quienes nos ofenden", porque las deudas no se condonan ni perdonan: el dinero es sagrado. Ahora ya no somos la Reserva Espiritual de Occidente, sino, el Motor Económico de la Unión Europea, según el sedicente gobierno progresista, lo que bien mirado viene a ser lo mismo: somos los mejores y fomentamos nuestro espíritu patriótico y nacional. 
 
No es que el lenguaje moldee el pensamiento, y el pensamiento moldee la realidad que se crea con él, es que el lenguaje es la realidad, y viceversa.  “Las palabras que dices son la casa en la que vives”, según un cierto proverbio al parecer sufí. O, dicho a lo filosófico, según Heidegger (y en versión original alemana, que le da más empaque y autoridad al dicho): “Die Sprache ist das Haus des Seins”: El lenguaje es la casa del ser. El hombre vive en su morada. Los pensadores y los poetas son los guardianes de esta morada. Su vigilancia es la realización de la revelación del ser, en la medida en que lo expresan a través de sus palabras y lo preservan en el lenguaje
 
 
Piénsese que cuando se habla, por ejemplo, de amistades o de relaciones amorosas, se dice que «invertimos en relaciones» y que «gestionamos muestras emociones» como si fueran un negocio. Esta colonización semántica no es inocua, supone que reducimos toda dimensión humana a su rentabilidad económica. La gratuidad de la entrega desinteresada se convierte en un concepto cada vez más ajeno, y los demás ya no son más que “recursos humanos”, lo que a menudo se dice en inglés para disimular un poco: human resources, aunque la lengua anglosajona no disimula aquí su herencia latina más o menos directa o indirecta. Los anglicismos son una manera de simplificar y disimular conceptos más amplios propios de un pensamiento único y simplón: smart, green, 2.0... 
 
Pero no estamos denunciando una mera colonización semántica, sino mucho más que eso: una auténtica abducción y lavado de cerebro. El mundo se ha convertido en un zoco y un gran mercado persa. La guerra que emprendieron los gobiernos contra el virus coronado se renueva ahora como guerra arancelaria, contra un enemigo exterior que hace que engorde el espíritu nacional patriótico ante el a todas luces injusto tributo que hay que pagar por la circulación de la mercancía de los bienes de consumo que son objeto de exportación e importación.
 

Nuestros valores, nuestros principios, no están en venta, nuestros productos sí, dice nuestro ejecutivo, sin percatarse de que nuestros principios y valores son también un producto nuestro, y nuestros productos (por ejemplo un coche de factoría nacional, un litro de aceite de oliva virgen extra o un jamón de Jabugo) son nuestros valores, y  cotizan en bolsa, cuyas acciones suben y bajan y se ponen a la venta en el gran bazar del mercadillo persa. Nos dicen: "Compra lo tuyo, defiende lo nuestro". Te están diciendo que compres, da igual que sea lo tuyo o lo ajeno: compra, porque es así como se defiende el sistema (y, de paso, uno mismo también se realiza).
 
Todos somos, de alguna manera, emprendedores de nuestro potencial capital y funcionarios del Estado de nosotros mismos y todos tenemos un “proyecto de vida”, un futuro al que nos entregamos con devoción... a tumba abierta.

viernes, 4 de abril de 2025

Democidio

R. J. Rummel, politólogo estadounidense reconocido por su investigación sobre la violencia gubernamental y las causas de la guerra, acuñó el término democidio, híbrido grecoaltino que sigue el patrón de 'genocidio', formado sobre “demo” 'pueblo' en griego y el sufijo latino -cidio 'crimen', diferenciándolo de la guerra y mostrando cómo los propios gobiernos han sido responsables de la mayoría de las muertes en el siglo XX. Con este término se refería a los asesinatos perpetrados por el gobierno, como el genocidio de los pueblos indígenas y el colonialismo, la Alemania nazi, las purgas estalinistas, la Revolución Cultural de Mao Zedong y otros regímenes autoritarios, totalitarios o antidemocráticos, llegando a la conclusión demasiado fácil de que los regímenes democráticos son los que menos democidios causan, porque para él las democracias son “inherently nonviolent”, intrínsecamente no-violentas, algo que habría que matizar definiendo lo que entendemos por violencia.
 
 
Su obra fundamental Death by Government (1994) documenta casos históricos de democidio y analiza las condiciones que facilitaron tales crímenes. En este libro, Rummel estimó que, durante el siglo XX, los gobiernos fueron responsables de la muerte de aproximadamente 212 millones de personas, cifra que supera con creces las muertes ocurridas en combates bélicos durante el mismo período.
 
Rummel acuñó el término "democidio" para referirse al asesinato intencional de personas desarmadas por parte de agentes gubernamentales actuando en su capacidad oficial y siguiendo políticas u órdenes gubernamentales. Este concepto abarca una amplia gama de actos, incluyendo genocidios, politicidios, asesinatos en masa y muertes resultantes de políticas gubernamentales negligentes o deliberadamente dañinas, como hambrunas inducidas. Rummel definió el democidio como "el asesinato de cualquier persona o personas por parte de un gobierno, incluyendo genocidio, politicidio y asesinato en masa".
 
 
 
No cabe duda de que la organización que hace posible el democidio es el Estado, pero Rummel distingue los estados totalitarios de los democráticos, como si estos últimos no fueran a su sofisticado modo tan totalitarios o más que los primeros. Según él, los regímenes democráticos tienden a no entrar en guerra entre sí y son menos propensos a la comisión de democidios en comparación con los regímenes autoritarios o totalitarios, que quedan reducidos a fantasmas del pasado.
 
El análisis de Rummel puede sernos útil en líneas generales, pero habría que hacerle algunas salvedades. Se me ocurren estas tres: 
 
-Hablar de datos históricos (el libro de Rummel está plagado de ellos en forma de gráficos y estadísticas) nos distrae de nuestra situación actual de aquí y ahora. Puede reprochársele su excesiva subordinación a la realidad, a la creencia de que hay otras épocas, como el siglo XX, y al olvido de que la única que hay hic et nunc es esta única, en la que caben todas las demás. 
 
-Los regímenes democráticos, que son los más progresados, no causan tantos democidios físicos, vamos a llamarlos así, porque no tienen la necesidad imperiosa de administrarles la muerte a sus propios ciudadanos, ya que ellos mismos se la autoadministran. En ese sentido puede decirse que son la expresión más lograda del democidio porque la democracia es la muerte -el democidio- del pueblo. Todos los ciudadanos son en un sentido amplio funcionarios del Estado, o lo que es lo mismo, funcionarios de sí mismos, y el Estado, a través de la imposición del tiempo cronometrado, es decir, del futuro, que es el dinero, aniquila sus vidas: la condena al futuro es una condena de muerte, la administración de la muerte en vida.
 
 
-El democidio, la muerte del pueblo, es la configuración de este como Estado. Conviene recordar aquí a Nietzsche, que nos advierte de que no son lo mismo, aunque ordinariamente tiendan a confundirse, y sobre todo en los regímenes democráticos, donde supuestamente gobierna el pueblo. Escuchemos lo que nos gritaba el Zaratustra nietzscheano: ¿Estados? ¿Qué es eso? ¡Pues bien, abrid los oídos! ¡Voy a deciros mi palabra sobre la muerte de los pueblos! Estado es el nombre que se da al más frío de todos los monstruos fríos. El Estado miente con toda frialdad y de su boca sale esta mentira: “Yo, el Estado, soy el pueblo”.

jueves, 3 de abril de 2025

Les devuelvo el DNI

José Antonio Labordeta cantaba en 1984 "Les devuelvo el DNI / porque yo no quiero ir / donde me van a mandar / con carné de identidad”. El tema se llamaba Desobediencia Civil, y fue adoptado años más tarde como himno de la Plataforma por la Desobediencia Civil cuando lanzó su campaña: "Di No a las Identificaciones", para hacer frente a las masivas y arbitrarias identificaciones que exigía la Policía sin que hubiera indicios de ninguna infracción, haciendo gala de esta represión burocrática de baja intensidad que obligaba al ciudadano a identificarse. 
 
 
Conviene recordar la letra y escuchar la canción, cuyo estribillo dice: Les devuelvo el DNI / porque yo no quiero ir / donde me van a mandar / con carné de identidad / pues aquí hay que empezar / a decir ya la verdad: / que no nos gusta morir / ni en Varsovia ni en la OTAN"
 
Te aseguran los del dólar / que ellos lo hacen por la paz / y que por eso conviene / estar todos en la OTAN, / pero tú no te lo crees, / te lo pones a dudar, / eres un chico tremendo, / no te crees casi ná.
 
Les devuelvo el DNI...  
 
Luego van los "orientales" / y con ese humor sin par / te pregonan que ellos lo hacen / por la paz y la igualdad. / Tú tampoco te lo crees / viendo tanto militar / armado hasta los dientes / y con cara de mal plan.
 
Les devuelvo el DNI... 
 
Ustedes dicen que blanco, / rosa dicen los de allá, / negro aseguran algunos / que se está poniendo ya / el panorama completo / de todo este personal / del mundo, del universo / y del sistema solar. 
 
Les devuelvo el DNI... 
 
Porque si en serio desean / que aquí funcione la paz / déjense de cachondeos / y pónganse, de verdad / a fabricar con las armas / bicicletas, panecillos, / conciertos al aire libre / y tortas de mazapán.
 
Les devuelvo el DNI / porque yo no quiero ir / donde me van a mandar / con carné de identidad / pues aquí hay que empezar / a decir ya la verdad: / que no nos gusta morir / ni en Varsovia ni en la OTAN"
oOo 
 

El Documento Nacional de Identidad (DNI) español se implantó oficialmente el 2 de marzo de 1944, mediante un decreto firmado por el dictador Francisco Franco. Sin embargo, su expedición no comenzó hasta 1951, en Valencia, cuando se entregaron los primeros documentos a ciudadanos seleccionados, entre ellos el propio generalísimo. 
 
¿Había algo similar antes de la implantación obligatoria del DNI? Sí, aunque no con la misma estructura y obligatoriedad. 
 
Antes del DNI, en España había otros sistemas de identificación, como:
 
-La cédula de vecindad (siglo XIX - 1944): Documento municipal que acreditaba la residencia de una persona en una localidad. 
-La cédula personal (1854 - 1943): Un documento obligatorio para varones mayores de 14 años, que también servía como impuesto de capitación. 
-La cartilla de identidad (siglo XX, antes del DNI): Un documento emitido en algunas provincias, especialmente en tiempos de guerra, para identificar a los ciudadanos.
-Los pasaportes internos: Durante ciertos períodos (como el absolutismo y la Guerra Civil), se usaron salvoconductos y documentos de identidad provisionales para desplazarse dentro del país. 
 
 
 
Antes del siglo XIX, la identificación dependía mucho de documentos parroquiales y registros eclesiásticos (libros de bautismos, matrimonios y defunciones) y de documentos expedidos para casos específicos (viajes, seguridad, impuestos), pero no existía un documento universal para toda la población.
 
El Consejo de Ministros y Ministras ha defecado el martes pasado un Real Decreto que regula el proceso de expedición, gestión y desarrollo del Documento Nacional de Identidad (DNI) no solo en su formato físico, sino también, y por primera vez en la historia universal desde que hay registros, en su versión digital, con lo que adapta el uso del documento a los nuevos retos digitales (monedero digital, euro digital, certificado sanitario digital...) y ofrece a la ciudadanía la posibilidad de disponer del documento de identidad en formato digital en el teléfono móvil, lo que puede facilitar su sodomización digital. 
 
El DNI digital es un proyecto del Ministerio del Interior desarrollado por la Policía Nacional, en el marco del Plan de Identidad Digital, junto a la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre. Gracias a la aplicación instalada en el móvil se podrá acreditar la identidad pública- y privadamente “con la misma validez jurídica que el DNI físico y las máximas garantías de seguridad”. 
 
DNI electrónico de Carmen (la española, que no la de Mérimée) 
 
El móvil ya no es el teléfono individual e inalámbrico que servía para comunicarnos con los que estaban lejos, sino un elemento esencial de nuestra identidad personal, individual e intransferible, de ahí el miedo a perderlo o a que nos lo roben. 
 
La rebeldía por parte de algunas personas contra la digitalización no es una rebeldía contra lo que subyace, que es el matrimonio indisoluble del Estado y el Mercado, sino solo contra su versión electrónica, por lo que no deja de ser una protesta baldía contra la modernización de las formas de control y de dominio, pero no contra el dominio y el control.
 
El DNI, que adquiere ahora su versión electrónica, modernizará y unificará la identificación de los ciudadanos españoles, siguiendo modelos ya implantados en otros países europeos. Pese a que el ciudadano se rebela en su fuero interno contra lo que le reduce a ser un número ("yo no soy un número"), cada vez es más cierta la sensación contraria, como demuestra la imposición del número de teléfono personal e individual que en la práctica sustituye ya al número de nuestro carné. La esencia del dinero y de la identidad personal siguen incólumes tanto en su forma física como electrónica, por eso sigue siendo pertinente la canción de Labordeta con una ligera adaptación final: Les devuelvo el DNI / porque yo no quiero ir / donde me van a mandar / con carné de identidad / pues aquí hay que que empezar / a decir ya la verdad: / no queremos DNI /físico ni digital.

miércoles, 2 de abril de 2025

Revista de variedades

La Inteligencia Artificial ha advertido que nos hemos vuelto ya más tontos que los monos, por lo que los centros comerciales nos venden los plátanos pelados.

Huye, hermano lobo, porque quieren “extraerte”. Frente al dicho “el hombre es un lobo para el hombre”, dígase también: “el hombre es un hombre para el lobo”.

   
La actualización del quijotesco “Con la iglesia hemos dado, Sancho” (o “topado”, como prefiere el vulgo) es hoy, puesta al día: “Con el Estado hemos tropezado”.

No le gusta mucho el término “rearme”, prefiere “seguridad”; tampoco compartía “toque de queda”, sino “restricción de movilidad nocturna”, ridículo eufemismo.


La obra de la artista Angela Palmer “2020 la esfera que cambió el mundo” es una representación tridimensional del virus coronado que hace visible lo invisible.

La multimillonaria banquera predica austeridad con su ejemplo de bajar, dice, el termostato de casa a 17 grados en invierno, para ayudar así a los ucranianos.
 
La exposición Inyectando Esperanza (así llaman al tósigo ARNm) ignora que la cristiana virtud teologal de la esperanza es la última plaga de la caja de Pandora.
 
   
 
Los fallecidos en 2024 tendrán que hacer la declaración de la renta en 2025. Si no, recaerá en sus herederos el pago de la deuda y la sanción correspondiente.  
 
 
Muchos profesionales de la medicina se ponen al servicio de lo que manda la Gran Farmacopea; no hace mucho, promocionaban la cocaína, la heroína o el tabaco. 

martes, 1 de abril de 2025

"Y naufragar me es dulce en este mar"

Rafael Sánchez Ferlosio se despidió, un día como hoy hace ya seis años, en el año del Señor de 2019 del mundo con un verso de Leopardi e'l naufragar m'è dolce in questo mare "y naufragar me es dulce en este mar", dejándonos un poco huérfanos a todos sus lectores.

Nos ha dejado el bachiller Sánchez, el único título académico de una de nuestras mejores plumas de todos los tiempos: Rafael Sánchez Ferlosio, don Rafael. Murió en el hospital en las calendas de abril, solo, a los noventa y dos años, poco después de hablar por teléfono con un amigo y recitarle en italiano,  él que había nacido en Roma, este bellísimo poema de Giacomo Leopardi titulado El infinito.

 
Siempre grato me fue este solitario
cerro y este seto, que por gran parte
me impide ver el último horizonte.
Mas sentado y mirando, interminables
espacios de más allá, y sobrehumanos
silencios y profundísima calma
imagino en mi mente, que por poco
se me estremece el alma. Y como oigo
gemir el viento entre las hojas, ese
infinito silencio a esta voz
voy comparando: y viene a mí lo eterno,
las estaciones muertas, la presente
y viva, y su sonido. Así que entre esta
inmensidad se anega el pensamiento:
y naufragar me es dulce en este mar.

oOo
 
Leopardi nos dejó también esta reflexión sobre la vejez, el sumo mal, y la muerte, que viene a liberarnos de ella: "La muerte no es un mal, porque libera al hombre de todos los males y, al mismo tiempo que los bienes, le quita los deseos. La vejez es el sumo mal, porque priva al hombre de todos los placeres, dejándole el apetito hacia ellos, y porque lleva consigo todos los dolores. Sin embargo, los hombres temen la muerte y desean la vejez"No sé si le agradaría a Ferlosio este pensamiento del poeta romántico, pero casi estoy seguro de que sí.

lunes, 31 de marzo de 2025

¿Qué harías tú... tururú?

    Para los mileniales desprevenidos que caigan por azar aquí, si por descuido cae alguno, la URSS era la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, el antepasado de la Federación Rusa actual, o simplemente de Rusia, el país más extenso del mundo. 
 
    Hace más de treinta años, el mundo estaba dividido y polarizado en dos grandes bloques: el pacto de Varsovia, que giraba en torno a la difunta URSS, y el Tratado de la Alianza Atlántica, que giraba alrededor de los Estados Unidos, y ambos sostenían la llamada Guerra Fría (o Paz Caliente), hasta que en 1991 se desmembró la Unión Soviética en naciones separadas. Dos años antes había caído el muro de Berlín.
 
    En 1983, en plena movida madrileña, el grupo Polanski y el Ardor cantaba “Ataque preventivo de la URSS”, cuyo estribillo, repetido machaconamente, preguntaba: "¿Qué harías tú en un ataque preventivo de la URSS?”. Entonces se manejaba mucho el concepto de 'guerra preventiva', perfecto oximoro contradictorio. Y la canción respondía, haciendo un Sócrates: “No sé”. 
 

    Las rimas eran de lo más surrealistas y consonánticamente infantiles, pero la letra daba a entender que no molaban ni el pacto de Varsovia (que rimaba con “no tengo novia”) ni el tratado de la NATO (que rimaba con “ese señor no tiene gato”). NATO, como se sabe, es el acrónimo de la OTAN en la lengua del Imperio, o sea, al revés que en castellano. (También rimaban “loco” y “Orinoco” en aquellos inolvidables versículos: “Y el airbus se ha vuelto loco / y no me quiere llevar al Orinoco”). 
 
    El pacto de Varsovia se disolvió, pero no así la OTAN/NATO, cuyo gerifalte actual advierte a los madrileños (e indirectamente a los españoles todos) del persistente peligro ruso, dado que, según ha declarado recientemente, "un misil ruso tarda solo diez minutos más en llegar a Madrid que a Varsovia", lo que me ha recordado a mí a la pegadiza y susodicha canción, que sigue siendo pertinente cuarenta y dos años después modificando un poco la letra del estribillo: ¿Qué harías tú, si lanza Rusia un misil desde Moscú? 
 
    Y ante estas preguntas el Periódico Oficial del Régimen, el Diario Global(ista), se apresura a vendernos el kit de supervivencia recomendado por la Unión Europea para la supervivencia de sus súbditos (y súbditas): almacenar agua, comida y medicinas para subsistir setenta y dos horas, tres días enteros, sin ayuda externa. Bruselas ha programado un plan para 'casos de guerra, nuevas pandemias, ciberataques masivos o desastres naturales', metiéndolo todo en el mismo saco para prepararnos a los europeos ante una más que posible crisis de la índole que sea, un plan que, haciendo pedagogía, se va a explicar durante este curso académico ya en los colegios para que desde bien pequeñas las tristes y tiernas criaturas estén preparadas ante lo que las espera, que es el futuro que nos están preparando y diseñando. 
 
    La gente -la ciudadanía, que dicen los políticos inclusivos para no tener que desdoblarnos innecesariamente en ciudadanos y ciudadanas-, sin embargo, se pregunta, escéptica por naturaleza, por qué los rusos, que son nuestros enemigos, no nos atacarán ahora sabiendo como sin duda saben que estamos desarmados e inermes en la actualidad y que necesitamos rearmarnos invirtiendo un dineral en la industria bélica, celosa como está de su hermana la farmacéutica. ¿Son tan nobles nuestros enemigos que están esperando a que nos armemos para entablar combate en igualdad de condiciones?  
 
    La nueva estrategia -nunca mejor empleado un término en su sentido etimológico, que deriva del griego estrategós, como se llamaba al general que estaba al frente y al mando de un ejército, podría acompañarse del himno covidiótico y resiliente “Resistiré”. 
 
    Habría que recordar que el mayor peligro que amenaza a Europa no es otro que la propia Unión Europea que quiere rearmarnos desde Bruselas, que es su capital, a cuyo fin nos inyecta miedo con el discurso de que viene el lobo cuando resulta que el lobo es ella misma, disfrazada, eso sí, con la pelleja del cordero. Europa debería liberarse en primer lugar de la idea de Europa y en segunda y no menos importante instancia de la Unión Europea, haciendo mutis por el foro.