La Torre del Califa (en árabe برج خليفة, Burj Khalifa), la estructura más alta y babélica del mundo construida por los hombres, se alza en medio del desierto, en la ciudad de Dubai.
Según mis noticias, que pueden no ser muy fiables porque a estas alturas
la estupidez humana progresa como la ciencia que es una barbaridad y
puede que se haya levantado otro más alto todavía, el
rascacielos más elevado del mundo se halla en la capital de los Emiratos
Árabes, enorme símbolo itifálico donde los haya, posmoderna y
estrambótica catedral gótica a modo de Torre de Babel que aspira
vanamente a llegar hasta un Dios inalcanzable, última aberración
arquitectónica -por ahora- del ingenio del género humano.
La torre de Babel, Peter Brueghel el Viejo (1563).
Parece que estamos compitiendo a ver quién tiene la verga más larga y le
mide más el aparato masculino del Poder en estado priápico de erección
permanente.
Y, claro, la torre del Califa de Dubai, que así se llama en honor del
jeque Jalifa o Califa ben Sayed al Nahyan, presidente de los Emiratos
Árabes Unidos, se
lleva por ahora la palma con sus 828 metros de altura, si no son 829, y sus 163 pisos desde su inauguración en el año del Señor de 2010 –a
ver quién se sube allá arriba a medirlos-, casi tres veces la torre
Eiffel parisina, casi un quilómetro
de soberbia hybris en un alarde de prepotencia tan machista como infantil.
En segundo lugar se levanta el rascacielos neofuturista Merdeka 118, también conocido como PNB 118 o KL118, en Kuala Lumpur, la capital de Malasia, con 679 metros y 118 pisos, acabada en 2023. La tercera posición la ocupa la Torre de Changhái, el rascacielos más alto de China, que alcanza los 632 metros y cuenta con 128 pisos, estructura completada en 2015 compuesta por nueve edificios cilíndricos apilados unos sobre otros y cubiertos por una fachada de vidrio.
La torre del Califa de Dubai, la más alta del mundo.
No les ha echado para atrás a sus arquitectos, promotores y
constructores lo sucedido con el derrumbamiento de los Rascacielos
Iguales de Nueva York víctimas de un ataque terrorista, a juzgar por la
inauguración en medio de fastuosos fuegos artificiales de este
neoengendro monumental y disparatado, babélica torre que se convierte en
el edificio más alto del planeta a considerable distancia de sus más
inmediatos seguidores, un despropósito más que se alza en medio del
desierto hacia la nada del cielo azul y vacío de Dubai y que proyecta su
alargada y siniestra sombra sobre nosotros.
En el libro bíblico del Génesis, capítulo 11, se habla de cómo Dios decidió crear la confusión de las lenguas, y, consiguientemente, las naciones, de modo que los hombres dejaran de formar un solo pueblo y de entenderse los unos a los otros al hablar distintos idiomas. Merece la pena leerlo. La traducción es de Nácar-Colunga: "Era la tierra toda de una sola lengua y de unas mismas palabras. En su marcha desde Oriente hallaron una llanura en la tierra de Senaar, y se establecieron allí. Dijéronse unos a otros: "Vamos a hacer ladrillos y a cocerlos al fuego." Y se sirvieron de los ladrillos como de piedra, y el betún les sirvió de cemento; y dijeron: "Vamos a edificarnos una ciudad y una torre, cuya cúspide toque a los cielos y nos haga famosos, por si tenemos que dividirnos por la haz de la tierra". Bajó Yavé a ver la ciudad y la torre que estaban haciendo los hijos de los hombres, y se dijo: "He aquí un pueblo uno, pues tienen todos una lengua sola. Se han propuesto esto y nada les impedirá llevarlo a cabo. Bajemos, pues, y confundamos su lengua, de modo que no se entiendan unos a otros". Y los dispersó de allí Yavé por toda la haz de la tierra, y así cesaron de edificar la ciudad. Por eso se llamó Babel, porque allí confundió Yavé la lengua de la tierra toda, y de allí los dispersó por la haz de toda la tierra".
En el libro bíblico del Génesis, capítulo 11, se habla de cómo Dios decidió crear la confusión de las lenguas, y, consiguientemente, las naciones, de modo que los hombres dejaran de formar un solo pueblo y de entenderse los unos a los otros al hablar distintos idiomas. Merece la pena leerlo. La traducción es de Nácar-Colunga: "Era la tierra toda de una sola lengua y de unas mismas palabras. En su marcha desde Oriente hallaron una llanura en la tierra de Senaar, y se establecieron allí. Dijéronse unos a otros: "Vamos a hacer ladrillos y a cocerlos al fuego." Y se sirvieron de los ladrillos como de piedra, y el betún les sirvió de cemento; y dijeron: "Vamos a edificarnos una ciudad y una torre, cuya cúspide toque a los cielos y nos haga famosos, por si tenemos que dividirnos por la haz de la tierra". Bajó Yavé a ver la ciudad y la torre que estaban haciendo los hijos de los hombres, y se dijo: "He aquí un pueblo uno, pues tienen todos una lengua sola. Se han propuesto esto y nada les impedirá llevarlo a cabo. Bajemos, pues, y confundamos su lengua, de modo que no se entiendan unos a otros". Y los dispersó de allí Yavé por toda la haz de la tierra, y así cesaron de edificar la ciudad. Por eso se llamó Babel, porque allí confundió Yavé la lengua de la tierra toda, y de allí los dispersó por la haz de toda la tierra".
Como escribía Félix de Azúa en una columna de El Periódico Global, alias El País, del 26 de septiembre de 2017 titulada "Un amigo": (...)
los idiomas no son el lenguaje, sino un modo de estar en el mundo que
manipulan los tiranos para arrodillarnos ante una identidad".
Pallida Mors aequo pulsat pede pauperum tabernas / regumque turris,
cantaba el poeta Horacio en aquel arquiloquio seguido de senario
yámbico cataléctico, donde proclamaba la igualdad que la democrática
muerte dispensaba a todos y cada uno y a todo: “Pálida muerte golpea de idéntico
pie chabolas pobres / y regias torres”.
Es la tierra toda de una sola lengua, una sola economía y unas gastadas palabras, la proclamada globalización con el malabarismo que agita una sucesión forzosa y cíclica de lo que llaman autocracias y democracias, al ritmo militar que marca el paso de todos los gobiernos convenientemente alineados, y sus gobernados permanentemente arengados desde los púlpitos mediáticos.
ResponderEliminarEl modelo occidental -eurocéntrico y anglosajón- se ha impuesto a todo el mundo globalizándose de modo que oriente ya no es más que un punto cardinal en el mapa: una sola lengua, la del Imperio, una sola economía, la capitalista, y todos al ritmo militar que manda Dios, el Señor de los Ejércitos.
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