Francia abolió el servicio militar obligatorio en 1997; España, en 2001; Italia, en 2005; Suecia, en 2010; Alemania, en 2011… Parecía entonces que se abría así un nuevo ciclo en este viejo continente. Pero no nos engañemos, en este nuevo ciclo, no se debilitaba ni desaparecía el viejo oficio de las armas, sino que se profesionalizaba más aún. Era el fin de la Guerra Fría y la inauguración de una Paz Caliente (en el sentido de armada), por lo que no supuso la reducción del ingente gasto dedicado a la fabricación y compraventa de armamento, dado que así se reforzaban las fuerzas armadas, lo que tranquilizaba a la juventud masculina europea.
En España se había hecho mayoritario el rechazo de la vieja mili gracias al movimiento de objeción de conciencia y a la insumisión.
El balance que podemos hacer a día de hoy es muy distinto del que teníamos hace unos años. Hay mili en diez países comunitarios (Austria, Estonia, Finlandia, Grecia, Chipre, Dinamarca, Suecia, Lituania, Letonia y Croacia), además de los otros cuatro que no pertenecen a la UE (Suiza, Noruega, Ucrania y Moldavia).
Pero últimamente se vuelve a hablar y mucho de la necesidad de volver a los ejércitos de leva obligatoria. En 2011, como queda dicho, Alemania suspendió el servicio militar obligatorio. Ahora,
el Gobierno federal introduce un "Nuevo Servicio Militar", basado inicialmente en la
voluntariedad. A partir del 1 de julio de 2027, sin embargo, todos los
hombres de una misma cohorte -curioso término este que de designar una unidad táctica del antiguo ejército romano ha pasado a denominar significativamente cualquier conjunto, número o serie- deberán presentarse a la revisión
obligatoria —las mujeres podrán participar de forma voluntaria. Si la situación
de seguridad se agrava o faltan voluntarios, el Gobierno podrá,
mediante un reglamento que apruebe el parlamento, decretar, ya está previsto, el servicio obligatorio, reactivándose, digitalizándose y modernizándose el sistema de reclutamiento...
Ya se preparan decenas de miles o centenares de miles de soldados puestos en los frentes para que sirvan de carne de cañón.
La puta mili volvió a Europa en 2017, tomando vuelo en 2022, y amenazando con agudizarse en los años venideros. Lituania, que reintrodujo el servicio militar obligatorio en 2015 tras la invasión rusa de Crimea, quiere extenderlo e incluir a las mujeres. Finlandia está en esa misma tesitura. Letonia reintrodujo la mili en 2023. Serbia y Croacia han anunciado su restitución. Suecia ya lo había hecho en 2017.
Hay países que, como Italia o el nuestro, si lo hacen, se enfrentarían a un importante sector de la opinión pública. De hecho nos dicen que no volverá el servicio militar obligatorio a las Españas. El Ministerio de Defensa ha
impulsado charlas de captación a estudiantes de secundaria,
bachillerato y FP ante la caída de las solicitudes para ingresar en
las Fuerzas Armadas, pero echa en falta “más difusión en
programas de televisión y charlas” para poder llevar a cabo un
“reclutamiento inteligente”(?), es decir, se empeñan en una labor pedagógica de captación de reclutas. Según los datos del
Observatorio de Vida Militar España cuenta con 2,4 soldados profesionales por
cada 1.000 habitantes, mientras que lo habitual en la Unión Europea
es 3,6, y en los países de la OTAN es de 6 por cada millar de
habitantes, y debería alcanzar el máximo número de efectivos en
activo, ya previsto en la Ley de Carrera Militar, que sería 140.000.
Pero el debate del retorno de la vieja (y puta) mili toma visos de seriedad en Reino Unido, Francia, Bélgica… En Alemania, el ministro de Defensa, ha sostenido que “no hay capacidad de defensa sin servicio militar obligatorio”. Las últimas noticias sobre una mili voluntaria y bien pagada en Bélgica y Alemania están en las mismas coordenadas de la vuelta de la conscripción obligatoria.
Parece cosa seria porque, de seguir así, afectará a las vidas de futuros reclutas que hoy están en los jardines de infancia y en las aulas de primaria y secundaria. Es serio porque el retorno de la puta mili se fundamenta en el discurso del miedo, con la exaltación
de las retóricas belicistas, señalando las amenazas del expansionismo
ruso, pero lanzando contra él otras amenazas preventivas, y obviando la
responsabilidad de los países de la OTAN en la escalada armamentística y
en el riesgo de guerra nuclear, mientras se margina a la sociedad civil
de un proceso de toma de decisiones que, por cultura de paz e incluso
por pura humanidad y por instinto de supervivencia, debería sustentarse
en la resolución pacífica de los conflictos. El retorno de la mili no
detendrá la guerra; solo nos acerca más a ella.


