446.- 'Paz, dignidad e igualdad en un planeta saludable'. El lema de la ONU, Organización de las Naciones Unidas (UNO en la lengua del Imperio, en la que los determinantes preceden a los determinados (United Nations Organization), que fue fundada tras la Segunda Guerra Mundial por cincuenta y una naciones que se comprometieron a mantener la paz y la seguridad mundial, según sus propias palabras, es además de eso, proteger los derechos humanos y promover la igualdad entre todas las personas sin importar su raza, sexo, religión u origen. A tan nobles objetivos se añadió la coletilla de “planeta saludable” que apuntaba a la acción climática y al desarrollo sostenible, objetivos cruciales para el bienestar futuro (perdonen entre tanto las molestias actuales que puedan ocasionarles) de la humanidad y del planeta. Desde la fundación de la Organización, el mundo ha estado en guerra, una guerra interminable. La propia pretensión de que se unan las naciones existentes fortalece la existencia y no la disolución de dichas naciones que por esencia son beligerantes: la guerra es la esencia de cualquier Estado. Se cuenta que, cuando la ONU en 1946 excluyó la entrada de la España de Franco, se vio una pancarta en un acto de adhesión fervorosa al Régimen en la plaza de Oriente, de la que desgraciadamente no hay testimonio gráfico fiable, que decía no sin chulanganería y estableciendo la diferencia entre ellos y nosotros, porque España era diferente: “Si ellos tienen UNO, nosotros tenemos dos (y bien puestos)”. España acabaría entrando en la Organización, poco después, en el año del Señor de 1955, hasta la fecha.
447.- Los medios mienten. Todos en general y cada uno de ellos en particular. Hay que denunciarlo para que los que todavía se asoman, ingenuos, a las páginas electrónicas o de papel de los periódicos y a los servicios informativos de las pantallas se desengañen de una vez por todas, y para que cuando quieran acusar a alguien de mentiroso digan de él con más razón que un santo que dice más mentiras que el diario independiente de la mañana, que los servicios informativos de RTVE o de cualquier otra cadena de televisión, o que los verificadores de la verdad... Hace años se decía de los mentirosos que mentían más que la Gaceta, aludiendo a la Gaceta de Madrid, el periódico más antiguo de España, que comenzó a editarse en 1660. De este periódico se llegaron a tirar muchísimos ejemplares para su época y muchos pasaban al otro lado del charco, donde también se leía. Ya en el siglo XIX fue el órgano de propaganda de los políticos que detentaban el poder y del ignominioso rey Fernando VII. En sus páginas se mentía todo lo necesario para aplacar los ánimos del pueblo o se publicaban infundios siempre que beneficiaran a los gobiernos y gobernantes. Su carácter de prensa orgánica y oficial lo convirtió en detestable para los liberales, llegando a convertirse con el tiempo en lo que luego se llamó el BOE (Boletín Oficial del Estado), que sigue mintiendo, no hace falta decirlo, porque las noticias que publica, aunque reales, son esencialmente falsas, como la actualidad, ese trampantojo que crean los medios para que no hablemos de otra cosa y no sepamos lo que pasa.
448.- ¿Deporte? ¡No, gracias! Nadar, montar en bicicleta o correr son actividades lúdicas, que se hacen libremente, o sea con mente libre. En cambio, practicar la natación, el ciclismo o el atletismo es convertir esas mismas actividades lúdicas en deporte, es decir, en ideología, competición y sufrimiento. Lo más aborrecible de la reducción a deportes del acto de correr o de montar en velocípedo es hacerlo sobre una cinta móvil o una bicicleta estática que tanto abundan en los gimnasios, esas modernas palestras donde se va a sufrir trabajando el cuerpo. ¡Qué palabra tan bella esta de gimnasia que tanto le gustaba a Mairena! ¡Qué horrible el engendro ese de Educación Física! "Gimnasia" evoca, por cierto, más que el ejercicio, la desnudez flexible del cuerpo humano, pues procede del adjetivo griego "gymnós", que significa "desnudo", es decir, desprovisto de ideas, y evoca y nos recuerda a los efebos encuerados y sudorosos de las palestras de la antigua Grecia o a los atletas olímpicos, que no llevaban encima ningún tapujo! No me gusta nada la aberración de la bicicleta estática. ¿No es lo mejor del velocípedo la sensación del aire fresco en la cara, la embriaguez de los aromas, el paisaje en movimiento o nuestra propia e impagable sensación de libertad, y lo peor el pedaleo que no te lleva a ninguna parte, por muy deportivo, sano y recomendable que sea?
449.- Deseo de ser nadie. “Si no estás empadronado, no eres nadie”. Rezaba el lema de una campaña electoral del Ayuntamiento de Sevilla en el año del Señor de 1999. ¡Qué bendición no ser nadie, digo yo, o ser un don Nadie, si lo prefieren! Yo quisiera des-em-padronarme ahora mismo y emular a Odiseo o Ulises –ambos nombres son pseudónimos, nombres artísticos o falsos del mismo personaje-. que, cuando le preguntaron una vez quién era, es decir, cuál era su verdadero nombre, respondió diciendo más verdad de lo que pueda parecer a primera vista, que Ninguno, o sea Nadie.
450.- Los mercados. ¿Qué son los mercados, esos cocos, madre mía, con los que nos meten tanto miedo políticos y empresarios? Nos preguntamos la gente corriente y moliente, los de abajo. No son monstruos de película de terror. Son bancos (o entidades bancarias, como ellos prefieren denominarse con complejo circunloquio) y Estados que prestan dinero a otros bancos y otros Estados. No son una especie de ogro enmascarado de difusa identidad, sino entidades concretas financieras y estatales, lo que demuestra que la institución estatal y el poder económico son la misma realidad, las dos caras de la misma moneda que es, obvio decirlo, su majestad don Dinero, dios todopoderoso: son tal para cual. Los capitales o caudales –no la calderilla de los dinerillos que llevamos en nuestros sueldos, pensiones de jubilación y bolsillos, sino las sumas astronómicas de miles de millones que no podemos imaginar y con las que nos apabullan- pasan de unas manos a otras en ese circuito vicioso que va de los bancos que prestan a los Estados, a los Estados que rescatan a esos bancos como si fueran caballeros que salvan a damiselas cautivas, y así hasta el infinito. Siempre según el avatar del momento, según toque, el par capital-estado mueve sus fondos hacia el lado que más interesa, y ya se sabe que el interés (del capital, por supuesto) es que el capital se multiplique con el paso del tiempo (a un supuesto rédito del 100%) alimentado con el pan del futuro y el combustible de nuestra fe, pero son dinerales de ida y vuelta. Todo, pues, queda en casa, una casa que se quema, pasto de las llamas, y de la que es menester salir corriendo cuanto antes so riesgo de perecer abrasado.





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