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domingo, 14 de julio de 2024

El fútbol, opio del pueblo, y los hinchas

    Dos fragmentos extraídos del libro de Eduardo Galeano (1940-2015)  "El fútbol a sol y a sombra", un homenaje al deporte coronado rey, "música en el cuerpo, fiesta de los ojos", que también quiere ser una denuncia de "las estructuras de poder de uno de los negocios más lucrativos del mundo".
 
 
¿El opio de los pueblos? (Eduardo Galeano) 
 
    "¿En qué se parece el fútbol a Dios? En la devoción que le tienen muchos creyentes y en la desconfianza que el tienen muchos intelectuales. 
 
"El gran germà t'està mirant" (El gran hermano te ve)
 
 
    En 1880, en Londres, Rudyard Kipling se burló del fútbol y de "las almas pequeñas que pueden ser saciadas por los embarrados idiotas que lo juegan". Un siglo después, en Buenos Aires, Jorge Luis Borges fue más que sutil: dictó una conferencias sobre el tema de la inmortalidad el mismo día, y a la misma hora, en que la selección argentina estaba disputando su primer partido en el Mundial del '78. 
 
    El desprecio de muchos intelectuales conservadores se funda en la en la certeza de que la idolatría de la pelota es la superstición que el pueblo merece. Poseída por el fútbol, la plebe piensa con los pies, que es lo suyo, y en ese goce subalterno se realiza. El instinto animal se impone a la razón humana, la ignorancia aplasta a la Cultura, y así la chusma tiene lo que quiere. 
 
 
    En cambio, muchos intelectuales de izquierda descalifican el fútbol porque castra a las masas y desvía su energía revolucionaria. Pan y circo, circo sin pan: hipnotizados por la pelota, que ejerce una perversa fascinación, los obreros atrofian su conciencia y se dejan llevar como un rebaño por sus enemigos de clase.
 
    Cuando el fútbol dejó de ser cosas de ingleses y de ricos, en el Río de la Plata nacieron los primeros clubes populares, organizados en los talleres de los ferrocarriles y en los astilleros de los puertos. En aquel entonces, algunos dirigentes anarquistas y socialistas denunciaron esta maquinación de la burguesía destinada a evitar las huelgas y enmascarar las contradicciones sociales. La difusión del fútbol en el mundo era el resultado de una maniobra imperialista para mantener en la edad infantil a los pueblos oprimidos. 
 
    Sin embargo, el club Argentinos Juniors nació llamándose Mártires de Chicago, en homenaje a los obreros anarquistas ahorcados un primero de mayo, y fue un primero de mayo el día elegido para dar nacimiento al club Chacarita, bautizado en una biblioteca anarquista de Buenos Aires. En aquellos primeros años del siglo, no faltaron intelectuales de izquierda que celebraron al fútbol en lugar de repudiarlo como anestesia de la conciencia. Entre ellos, el marxista italiano Antonio Gramsci, que elogió "este reino de la lealtad humana ejercida al aire libre". 
 
 
Naranjito: mascota de la Copa Mundial de Fútbol de 1982
 
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 El hincha (Eduardo Galeano)

    "Una vez por semana, el hincha huye de su casa y asiste al estadio.

    Flamean las banderas, suenan las matracas, los cohetes, los tambores, llueven las serpientes y el papel picado; la ciudad desaparece, la rutina se olvida, sólo existe el templo. En este espacio sagrado, la única religión que no tiene ateos exhibe a sus divinidades. Aunque el hincha puede contemplar el milagro, más cómodamente,en la pantalla de la tele, prefiere emprender la peregrinación hacia este lugar donde puede ver en carne y hueso a sus ángeles, batiéndose a duelo contra los demonios de turno.

    Aquí, el hincha agita el pañuelo, traga saliva, glup, traga veneno, se come la gorra, susurra plegarias y maldiciones y de pronto se rompe la garganta en una ovación y salta como pulga abrazando al desconocido que grita el gol a su lado. Mientras dura la misa pagana, el hincha es muchos. Con miles de devotos comparte la certeza de que somos los mejores, todos los árbitros están vendidos, todos los rivales son tramposos.

     Rara vez el hincha dice: “hoy juega mi club”. Más bien dice: “Hoy jugamos nosotros”. Bien sabe este jugador número doce que es él quien sopla los vientos de fervor que empujan la pelota cuando ella se duerme, como bien saben los otros once jugadores que jugar sin hinchada es como bailar sin música.

    Cuando el partido concluye, el hincha, que no se ha movido de la tribuna, celebra su victoria; qué goleada les hicimos, qué paliza les dimos, o llora su derrota; otra vez nos estafaron, juez ladrón. Y entonces el sol se va y el hincha se va. Caen las sombras sobre el estadio que se vacía. En las gradas de cemento arden, aquí y allá, algunas hogueras de fuego fugaz, mientras se van apagando las luces y las voces. El estadio se queda solo y también el hincha regresa a su soledad, yo que ha sido nosotros: el hincha se aleja, se dispersa, se pierde, y el domingo es melancólico como un miércoles de cenizas después de la muerte del carnaval".

miércoles, 21 de diciembre de 2022

¿Por qué a Borges no le gustaba el fútbol?

    Dicen que Borges, pese a ser argentino, no amaba el balompié. Quizá odiaba el fútbol porque era poco argentino, o no lo era demasiado ni tenía el suficiente ardor patriótico que requiere la cosa de la argentinidad. Y dicen que dijo una vez: El fútbol es popular porque la estupidez es popular, equiparando balompié y estupidez.

    El bochornoso espectáculo de Catar 2022 que han retransmitido todas las televisiones del mundo para entretenimiento de las masas televidentes aborregadas ha servido para que se vea la vinculación del aficionado al fútbol con el fervor masivo del fascismo y el nacionalismo dogmático. El nacionalismo, dijo Borges en alguna ocasión, solo permite afirmaciones. Cualquier doctrina que rechace la duda y la negación es una forma de intolerancia y estupidez

    Esto explica, por ejemplo, la fotografía del presidente francés entristecido y consolando como a un amigo íntimo a Mbappé, el jugador estrella de la selección gala, por la pérdida del Mundial frente a Argentina. El inquilino del Elíseo, después de comportarse como un auténtico energúmeno en el estadio de Catar cual si fuera un vulgar júligan o hincha de comportamiento violento y agresivo, acudió a los vestuarios, después de la 'histórica derrota' a animar a sus desmoralizados futbolistas y a agradecerles que hubieran hecho "soñar a todos los franceses y francesas" (sic), diciéndoles que estaba orgulloso de ellos.

    Los equipos nacionales de balompié y los jugadores estrella a menudo como el susodicho se convierten en las herramientas de los regímenes autoritarios, pero no nos engañemos, regímenes autoritarios son tanto las llamadas dictaduras de antaño y algunas de hogaño que quedan como las democracias modernas, que explotan el vínculo que los fanáticos comparten con sus equipos nacionales para ganar el apoyo popular, como bien sabemos los que vivimos la oprobiosa dictadura franquista, en la que la retransmisión de un partido de balompié paralizaba un país y actuaba como anestesia de otros males, exactamente igual que en la oprobiosa democracia actual, en la que el espectáculo del mundial de Catar ha servido de cortina de humo para que no se vea lo que pasa de verdad. 

     Borges escribió un cuento junto a su gran amigo y colaborador Adolfo Bioy Casares titulado Esse est percipi, latinajo que dicen que fraguó G. Berkeley, y que significa “ser es ser percibido” en la lengua de Virgilio, es decir que el ser de algo consiste en la percepción que tengamos de ese algo. El ser son sus apariencias. En dicho cuento se deslizan algunas reflexiones interesantes y sugerentes como que el fútbol ha dejado de ser un deporte y ha entrado en el ámbito del entretenimiento. La representación del deporte ha reemplazado al deporte mismo. Los estadios se llenan, mientras que los partidos son jugados por un solo hombre que habla por un micrófono o por actores con camisetas frente a las cámaras de televisión. La población ve partidos inexistentes por televisión y radio sin cuestionar nada. 


    La crítica que hacen Borges/Bioy del balompié como espectáculo mediático de masas y la explotación de la cultura popular por parte de las fuerzas políticas todavía parece, como lo fue en su época, acertada. Y eso es así porque hoy es siempre todavía y porque época no hay más que una, que es esta misma que estamos viviendo aquí y ahora, y lo que pasa es que nos entretienen con eventos cada vez más globalizados como el propio nombre de Mundial revela  para que no nos demos cuenta así de lo que pasa.

     He aquí algunos fragmentos del cuento de Borges y Bioy.

    Los estadios ya son demoliciones que se caen a pedazos. Hoy todo pasa en la televisión y en la radio. La falsa excitación de los locutores, ¿nunca lo llevó a maliciar que todo es patraña? El último partido de fútbol se jugó en esta capital el día 24 de junio del 37. Desde aquel preciso momento, el fútbol, al igual que la vasta gama de los deportes, es un género dramático, a cargo de un solo hombre en una cabina o de actores con camiseta ante el cameraman.

-(...) ¿Entonces en el mundo no pasa nada?

-Muy poco -contestó con su flema inglesa-. Lo que yo no capto es su miedo. El género humano está en casa, repatingado, atento a la pantalla o al locutor, cuando no a la prensa amarilla. ¿Qué más quiere, Domecq? Es la marcha gigante de los siglos, el ritmo del progreso que se impone.