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jueves, 24 de agosto de 2023

Alegoría de la prudencia de Tiziano

    Como si fuera un tricéfalo cancerbero, presenta Tiziano esta Alegoría de la prudencia o, más bien, Alegoría del tiempo gobernado por la prudencia, que viejo ya el artista habría pintado entre los años 1560 y 1570. Vemos tres cabezas humanas: el perfil de un viejo a la izquierda, quizá el propio Tiziano, la figura central y frontal de un hombre adulto, quizá su hijo Orazio, que mira directamente al espectador del lienzo, y el perfil de un joven a la derecha, su joven nieto o sobrino Marco, configurando así tres generaciones de una misma familia. Respresenta el cuadro las tres edades de la vida humana: vejez, madurez, juventud. Debajo de estos rostros, vemos una tríada de cabezas de animal asociadas a ellas: a la izquierda, el perfil de un lobo, en el centro la testa de un león, y a la derecha el perfil de un perro. 

    En la parte superior del lienzo, Tiziano ha escrito unos latines en los que llama la atención el uso de la conjunción NI, propia del latín arcaico, si no es un error, en lugar de NE, la conjunción final negativa: EX PRAETERITO A partir del pasado (sobre la cabeza del anciano y la figura del lobo) / PRAESENS PRVDENTER AGIT el presente actúa prudentemente (sobre la cabeza central) / NI FVTVRV(M) ACTIONE(M) DETVRPET para que el futuro no arruine la acción (sobre la cabeza del joven y del perro). El mensaje del cuadro es que la prudentia o pro-uidentia consiste en ver antes, prever, lo que puede pasar para evitar que pueda arruinar la acción del presente.

    Resulta curiosa la conjunción de la palabra “pretérito” con el viejo y el lobo, “presente” con el adulto y el león, y “futuro” con el joven y el perro, asociándose las tres formas del tiempo con las tres edades de la vida: vejez/pasado, madurez/presente, juventud/futuro. Algunos críticos destacan cómo Tiziano resalta la apariencia de realidad casi palpable de las dos cabezas centrales que representan el presente: la del hombre en la madurez de su vida y la del león, mientras que desdibuja un poco los perfiles de los lados, contrastando lo que es, lo central, con lo que fue -y por lo tanto ya no es- y lo que todavía no ha llegado a ser -y por eso mismo tampoco es. Ahí radica la imposibilidad de reflejar el tiempo en el espacio atemporal del lienzo, y el éxito y fracaso de esta alegoría: el éxito en la plasmación gráfica y el fracaso en la imposibilidad de reflejar en el espacio de un lienzo el transcurso del tiempo.

   

  Tiziano no inventó ni la teoría de las tres edades, ni la iconografía del lobo/león/perro, que vemos que tomó prestada de Macrobio, quien en Saturnales I, 20, dice lo siguiente: La ciudad vecina de Egipto, que se ufana de haber sido fundada por Alejandro de Macedonia, honra a Sarapis (o Serapis) e Isis con una veneración rayana en delirio. Ahora bien, está demostrado que toda esta veneración, bajo el nombre de Sarapis, se consagra al sol, bien en tanto que colocan una cestilla sobre su cabeza, bien en tanto que añaden a su estatua la imagen de un animal de tres cabezas: la cabeza del centro, y también la más grande, reproduce la figura de un león; al lado derecho, surge la cabeza de un perro de aspecto dócil y afable; en cuanto a la parte izquierda del cuello, la remata la cabeza de un lobo voraz, y estas figuras de animales las entrelaza con su espiral una serpiente, que repliega su cabeza hasta la diestra del dios, el cual, con dicha mano, apacigua al monstruo. Pues bien, la cabeza del león simboliza el tiempo presente, porque su condición, entre el pasado y el futuro, es enérgica y fogosa en la acción inmediata. Por su parte, el tiempo pasado está representado con la cabeza del lobo, porque la memoria de las cosas pasadas se nos roba y quita. Asimismo, la imagen del perro afable representa el resultado del tiempo futuro, cuya esperanza, aunque incierta, nos seduce.” (Traduc. De Ferando Navarro Antolín, Saturnales, Macrobio, I, 20)

    Según este texto, la imagen del monstruo tricéfalo conllevaba la presencia de una serpiente, que debía servir como nexo de unión de las tres cabezas y representar el carácter cíclico del tiempo.

    El problema que plantea esta alegoría es que nos presenta el tiempo como una secuencia espacial: simultánea, donde precisamente no hay un tiempo que transcurra: nos presenta el tiempo en el espacio, y lo hace creando un Jano trifronte, diríamos, es decir, quiere presentarnos tres edades de un ser en una sola, para lo que se ve obligado a presentar las cabezas de tres seres como si fueran las de uno solo, un Jano, diríamos, trifronte, que no solo mira al pasado y al futuro, como el dios romano que da nombre al mes que abre el año, sino también al presente. Y eso es imposible porque nunca veremos esas tres cabezas juntas, esas tres edades de un mismo ser, a la vez, sino sucesivamente como cuando contemplamos ya viejos un álbum de fotos del joven o el niño y el adulto que hemos sido, nuestros que son antepasados.