Ochocientos años fueron / en que antiguos los romanos / sin galenos estuvieron, / y en tanto tiempo vivieron / sin hospitales, bien sanos.
Vivían a su sabor / con salud, sin medicina, / escogiendo por mejor / para vivir sin dolor / huir de sanidad dañina.
Pero vinieron doctores / y a todos nos enfermaron / haciéndonos sabedores / de que éramos portadores / de gérmenes que inventaron.
Para mayores desgracias, / nos convirtieron en clientes / suyos y de las farmacias; / a Dios y a análisis gracias, / todos somos sus pacientes.
Aunque estés malo y doliente / sanarás sin mucha pena, / si eres enfermo
paciente / y sobre todo obediente / a lo que el doctor ordena.
Así que la medicina / de tal arte multiplica / que es cosa que desatina / ver hoy que tras cada esquina / hay una puta botica.
Y, a su lado, alternativa, / hay una parafarmacia, / para que así siga viva / la farmacia putativa: / la boticaria falacia.
Los fármacos, te dirán, /obrarán con tanto esmero / que tu bolsa purgarán / y de ella te sacarán / lo malo, que es el dinero.
Muchos, cuando no catáis, / los veis hechos matasanos, / y después, cuando enfermáis, / por fuerza, aunque no queráis / vais a morir a sus manos.
Que curan cualquier dolencia / con protocolo que acatan: / no me cabe en la conciencia / que consista al fin su ciencia / en las personas que matan.
Siguiendo por esa vía / dicen que hay que vacunar / a todo Cristo a porfía, / y hay quienes entodavía / se hacen pinchar y sangrar.
Pues la ciencia lo consiente / por la vía intravernosa, / la biomédica entente / te meterá detergente / aderezado con sosa.
Ya mató el virus, Felipe, / mucho antes que la vacuna, / entre sus víctimas a una / que es la influenza o bien la gripe, / muy más vieja que ninguna.
Escarmiente cada cual, / y en doctores no confíe, / que ninguno hay tan cabal / que por curar poco mal / a la tumba no te envíe.
No hay que hacerse chequear, / que es sin duda lo peor; / mas debemos procurar / muy claro y limpio mear / y hacerle la higa al doctor.
Convertir el agua en vino, / también las piedras en pan, / es un milagro divino / que sólo a Cristo convino / y que otros jamás harán.
Boticarios, lo que hacéis / lo transformáis de tal suerte, / que todo lo que tenéis / y en la farmacia vendéis / en mierda ya se convierte.
Y aunque nos cuestan dineros, / no aprovechan medicinas; / lo que os hace enriqueceros / todo va por los gargueros / a parar en las letrinas.
Si aún tenéis dudas, mirad / al heleno dios Apolo, / que salud y enfermedad, / como médica deidad, / a él le atribuían solo.
Él nos muestra que, en verdad, / era Enfermedad salud, / y Salud, enfermedad, / que es partirlas necedad / y casarlas es virtud.
¿Todavía no lo ves? / La ciencia, no se te pierda, / si quieres saber lo que es, / como dice el portugués: / voto a Deus que tudo é merda.
(La reprimenda está contrahecha a partir del cancionero de Sebastián de Horozco y de cuatro varias aportaciones personales, con la fusión de las quintillas de la canción número 11 donde "reprehende el auctor la multitud de los médicos", la 21 que le dedica el autor a un amigo suyo boticario, y la 103, dedicada a un enfermo que no se purgó con las píldoras que le recetó el médico).