421.- El pinchacito. Tal era el título, con un diminutivo cariñoso que le quita gravedad al asunto, de un episodio de la serie infantil italiano-española Croco Doc, emitido hace tres años, en el que el personaje de Dani, un torito, temía la vacuna que debía ponerle el doctor Crocodoc, el pediatra de Zoolandia, cuyo enfermero era el hipopótamo Hipo Crat, nombre que alude a Hipócrates, el padre de la medicina. A Dani, el torito, le llega el turno de vacunarse y está preocupado por el pinchazo, como él llama a la triple inoculación, por eso se esconde debajo de la cama. No quiere ir al Centro de Salud porque no está enfermo. Su padre le convence de que "a veces hay que ir al médico para no ponerse enfermo". El médico se encargará de explicarle que la triple vírica, que no es obligatoria pero sí altamente recomendada, que le va a poner no es que sea tres veces mayor que una ordinaria, sino que inmuniza frente a tres enfermedades: rubéola, sarampión y paperas, le explica que las vacunas en general son necesarias para protegerse de futuras enfermedades y le insiste en que no duelen. Dani, convencido de que va a obtener una protección importante para su salud, se deja pinchar, y el doctor cocodrilo le firma un documento acreditando que ha sido un niño valiente y que puede sentirse orgulloso. Atención al siguiente diálogo entre el doctor y el padre y su hijo que no tiene desperdicio: -Hay un papá que no quiere ponerles vacunas a sus hijos. -Me parece mal, pero que muy mal, fatal. -Es que dice que las vacunas son malas. -Eso es una mentira grande como una casa; no, como un castillo; no, espera, como un rascacielos de cien pisos. -Papá, tenemos que decirle a ese señor que vacune a sus hijos. Si no, pueden ponerse malitos. -Exacto, y no solo ellos. También pueden contagiar a otros niños que no están vacunados.
422.-
Quema de la bandera nacional. El
presidente de los Estados Unidos quiere penalizar la quema de una
bandera americana, pero en 1989 la Corte Suprema de Estados Unidos
determinó en el caso de el Estado de Texas contra Johnson que quemar
la bandera nacional en protesta por algo era un acto de libertad de
expresión protegido por la Primera Enmienda de la Constitución
estadounidense. La decisión fue tomada por un estrecho
margen de cinco votos sobre cuatro de los nueve jueces que componían
dicho tribunal, pero sentó el precedente de anular las leyes
estatales contra la profanación de banderas que estaban vigentes en
la mayoría de los Estados. El Tribunal dictaminó que el hecho de
que el público se ofendiera por una idea o expresión no es razón
suficiente para prohibir esa expresión.

423.- ¿Quién
depende de quién? Tendemos las criaturas humanas a
considerarnos el elemento agente del proceso de domesticación agropecuaria,
los que domesticamos la agricultura y la ganadería. Según James C.
Scott, que propone un cambio de óptica, la cosa puede verse también del revés: “Nosotros domesticamos el trigo, el arroz, la oveja, el
cerdo, la cabra. Pero si observamos el asunto desde un ángulo
ligeramente diferente se podría argumentar que somos nosotros los
que hemos sido domesticados”. Si uno se pone a cultivar un huerto o
un jardín, puede darse cuenta de que inconscientemente se convierte
en esclavo de su cultivo, en que su jardín o su huerto lo domestican
a uno. Uno trabaja día tras día, agachado o de rodillas, quitando
la maleza, fertilizando, desenredando, podando, protegiendo y, en
términos generales, remodelando su entorno inmediato para satisfacer
las expectativas de su jardín o de su huerto. Mirado desde este
punto de vista, no está claro quién depende de quién. Si nuestro
jardín o nuestro huerto no puede prosperar sin nuestros cuidados,
podría afirmarse que nuestra supervivencia como especie no puede prosperar sin esas atenciones domésticas. Sucede lo mismo con los animales. No es fácil dilucidar quién sirve a quién, en el doble sentido de ser útil y de estar al servicio de algo, con el ganado bovino, ovino o caprino, por poner solo
tres ejemplos: hay que criar a las reses, llevarlas a pastar, alimentarlas de
forraje y protegerlas. Al final, el ganadero se aprovecha de su
ganado para comerciar con la carne, obtener leche y productos lácteos, curtir las pieles y demás. El destino final del ganado y de los productos
agrícolas es el consumo humano, pero no puede pasarse por alto el
hecho de que, mientras viven, los cereales y legumbres y los animales antes de ir al matadero son objeto de una rutina exigente y solícita que atiende a su
bienestar y a su seguridad, lo que nos hace dependientes de ellos
tanto como a ellos de nosotros.
424.- TDAH.- ¿Qué
significan esas misteriosas siglas? ¿Qué se esconde detrás de
ellas? ¿”Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad”?
Déficit es un latinajo que se utiliza en economía como sinónimo de
“falta” y se opone a superávit. ¿Falta de atención?
Hiperactividad, por su parte, es un término híbrido grecolatino:
hiper es un prefijo etimológicamente hermano de super, pero parece
que está por encima de él, dada su rareza culterana. Y actividad es
un término latino. La palabra sugiere exceso de actividad. Es como
si contrapusiéramos al déficit de atención el superávit de
actividad. Pero la palabra clave es la primera: trastorno. Todos
hemos pensado y sentido alguna vez que padecemos un trastorno, y
cuando descubrimos lo que significan esas siglas, nos sentimos de alguna manera diagnosticados desde el juguete chino del tiktok hasta nuestras redes sociales más íntimas. Todos padecemos TDAH, todos tenemos dificultades de concentrarnos en lo
que hacemos, y nos distraemos. No otra es la función de los medios
de distracción masivos que, so pretexto de informarnos, nos
desinforman de lo que pasa. Todos -no digamos ya los niños, que se
distraen con el vuelo de una mosca- acabamos distraídos y
dedicándonos a la multitarea, y a la ansiedad. ¿Es
posible que algún niño no reciba en algún momento de su infancia ese diagnóstico cada vez más frecuente? ¿No hay TDAH en la edad adulta? ¿Hay tratamientos de psicoterapia que ofrezcan buenos
resultados a la hora de aumentar nuestra atención y disminuir
nuestro exceso de actividad y de activismo? ¿Habrá que recurrir
a la medicación para hacer frente a esta 'enfermedad'?
425.- Guerra
a la guerra. Escribía la escritora y periodista considerada la primera
corresponsal de guerra española Carmen de Burgos Seguí (1867-1932) en 1910 un
artículo titulado “¡Guerra a la Guerra!”, que conviene recordar
en estos tiempos de guerra, beligerancia y rearme en Europa y el
resto del planeta. Recoge en él multitud de reflexiones contra la
guerra y contra la imposición del servicio militar obligatorio. Escribe la Seguí:
“Entendamos bien todo esto, para no caer en la anomalía de que el
partido socialista pida el servicio militar obligatorio; lo que hay
que pedir es la supresión de los ejércitos, el desarme, las
conclusiones de la conferencia de La Haya, que acaben de una vez para
siempre las odiosas guerras. Las del siglo pasado costaron la vida a
catorce millones de hombres. ¿Comprendéis el horror de esta cifra?
¡Ninguna guerra vale una sola vida. ¡Hay en ellas tanto amor, tanto
dolor! Yo he visto la guerra, he presenciado la tristeza de la lucha;
he contemplado el dolor de las heridas en las frías salas de los
hospitales, y he visto los muertos en el campo de batalla...”
Entresaco de su artículo este otro párrafo: “No existe ninguna
barbarie comparable a la que suscita la guerra, y sin embargo, se le
concede tanto poder a los que la sostienen, que la prensa enmudece,
los ciudadanos callan, y todos la secundan, escudados en la frase
absurda de que es un mal necesario. ¡Necesaria la guerra!” A lo que me permito apostillar: Sí,
la guerra es necesaria o quizá mejor en plural: las guerras son
necesarias para que creamos que esto, por contraposición, es paz.
Sucede lo mismo con las cárceles: son necesarias para que los que
estamos eventualmente fuera de ellas creamos que vivimos en libertad
por contraposición a los que viven dentro.

Retrato de Carmen de Burgos, Julio Romero de Torres (1917)
Déficit de atención y superávit de actividad, he ahí la condición social, económica y política del caos que nos gobierna, trastorna y asegura la imbecilidad que la inteligencia artificial ya puede optimizar.
ResponderEliminarMuy de acuerdo. Como decimos a veces por aquí, ese "caos que nos gobierna" y nos trastorna es el orden establecido.
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