viernes, 19 de septiembre de 2025

IA

    Se habla mucho de la inteligencia artificial, capaz no solo de reproducir contenidos ya creados, sino de generar nuevos contenidos a partir, como hace, de la consulta de los enormes bancos de datos que tiene a su disposición en la nube tecnológica y que no caen objetivamente del cielo, sino que son seleccionados, filtrados y, a veces, sesgados subjetiva- y previamente por quienes los producen: empresas, gobiernos, ideólogos. 
 
    Resulta evidente que si estos datos que maneja son incorrectos o están sesgados, reproducirán esos sesgos o errores sin que nos demos mucha cuenta de ello. Esto conlleva una manipulación narrativa que puede favorecer una única versión en detrimento de otras, lo que no deja de ser preocupante.  
 
    La inteligencia artificial, si se caracteriza por algo más, es por la eyaculación precoz de sus respuestas, que puede hacer que perdamos el hábito de investigar, verificar la información recibida y comparar con espíritu crítico sus fuentes. Nos da respuestas rápidas y simples pero falsas a menudo porque es más artificiosa que inteligente, pese a su nombre, que es AI (Artificial Intelligence) en la lengua del Imperio, y al revés en la nuestra: IA (Inteligencia Artificial y Artificiosa). Pero deberíamos percatarnos, si la utilizamos, de que no solo hay que verificar sus fuentes, tratando de hallar los documentos originales en los que se basa, sino también, como sugiere el texto de la viñeta de Tute ('No sé si la IA me sirve más a mí o yo a ella')  darnos cuenta de que si la utilizamos por activa, nosotros mismos, por pasiva, estamos siendo por ella utilizados. 
     En la escuela, los que nos hemos dedicado a la enseñanza, sufriéndola en primer lugar como alumnos y haciéndola padecer después como profesores, hemos encontrado narrativas simplificadas, omisiones preocupantes y una pedagogía que, con demasiada frecuencia, pretendía formar las mentes, imbuyéndolas de ideas preconcebidas, en lugar de liberarlas de las establecidas. La escuela no forma espíritus libres capaces de cuestionar el Estado, los libros de texto e incluso los algoritmos de la IA que inundan nuestras vidas con "verdades" preconcebidas que resultan falsas al fin y al cabo, sino ciudadanos conformistas. 
 
    Por eso es la nueva estrella del conocimiento que puede responder a todas nuestras preguntas en un abrir y cerrar de ojos, producir artículos, estadísticas y resúmenes históricos por lo que para los más ingenuos es una aliada formidable, es, a poco que veamos lo que hace, una astuta manipuladora. 
 
    Si los libros de texto escolares eran poco o nada fiables porque nos daban una imagen sesgada de la historia nacional -su objetivo era la Formación del Espíritu Nacional- imaginemos lo que una IA mal calibrada podría hacer con miles de millones de datos malinterpretados o sesgados, una IA que está ya en todas partes, ubicua como Dios padre: en los motores de búsqueda, los asistentes virtuales e incluso en las recomendaciones de las plataformas que frecuentamos para evadirnos de la realidad.
 
     Si no la usamos con recelo, nos volverá aún más dependientes de una "verdad" prefabricada. Lo primero que se nota son los filtros que contiene. En cuanto se le pide información fuera de lo habitual, te advierte del peligro, te devuelve al perímetro o se niega a seguir generando. Hay temas controvertidos que no está programada para tratar, porque es lover, no hater y  huye del fomento de los discursos de odio. Es la corrección política personalizada, capaz de decirnos una cosa y, al mismo tiempo, la contraria sin que se tambaleen sus cimientos. 
 
    Teniendo en cuenta que, ya ahora, muchos la utilizan como asesor personal para todo en todos los ámbitos, podemos imaginar cómo será aún más cuadriculado el pensamiento único y dominante difundido a través de la IA, que viene a sustituir a nuestro cerebro: piensa por nosotros, y nos encauza cuando nos 'equivocamos'.
 
   Epílogo poético
    En una ocasión le pedí a ChatGPT que compusiera un jaicu sobre un tema que, podía asegurarse de antemano, nadie o muy pocos habían tratado antes: la morcilla burgalesa. Y me ofreció este: Negra en la sartén, / Canta la grasa al fuego; / Llora el cuchillo. Una negra morcilla estaba friéndose en la sartén, y presentaba la imagen surreal de un cuchillo que lloraba acaso por la sangre derramada. Me dí cuenta enseguida de que no era un jaicu normativo porque prosódicamente no respondía en castellano al esquema clásico de pentasílabo, heptasílabo, pentasílabo, que es la coda de nuestra seguidilla: el primer verso negra en la sartén, dado su final oxítono, es decir, su última sílaba era tónica,  debía contarse con una sílaba más de las que tiene en el cómputo castellano: ne-graen-la-sar-tén 5 + 1 = 6, tratándose ya de un hexasílabo y no pentasílabo.
    Se lo hice saber y enseguida compuso otro jaicu sobre el mismo tema donde el primer verso era un tetrasílabo oxítono, había aprendido la lección, por lo que se convertía en un pentasílabo castellano, dado su final agudo: Sangre y arroz, / Crujen sueños de cerdo / Bajo la luna. Era, evidentemente, un contenido nuevo y respondía cabalmente al esquema del jaicu, que es una estrofa de tres versos de cinco, siete y cinco sílabas respectivamente, sin rima. Había desglosado lo que es una morcilla de Burgos: sangre de cerdo y arroz. Y había incluido una imagen poética típica “bajo la luna”. Cualquier poeta moderno podría haberlo compuesto. 
     
    Le pedí enseguida que generara un jaicu en inglés sobre el tema que quisiera, y, dicho y hecho, compuso el siguiente: Silent falling snow, / A world transformed in soft white, / Winter's gentle peace, cuyo esquema rítmico sería: + - + - + / - + - + - + - / + - + - + (donde el signo '+' indica sílaba tónica y '-' sílaba átona). Si contamos las sílabas, son, efectivamente: 5, 7 y 5, como el bordón de la seguidilla, pero, habida cuenta de los finales oxítonos, se convierten en el cómputo métrico castellano en 6, 8, 6, que podría traducirse rítmicamente, por ejemplo, así: En silencio nieva, / creando un suave mundo blanco, / dulce paz de invierno.
    La composición de estos jaicus se basa, lógicamente, en una definición muy controvertida del jaicu, que es, digámoslo brevemente, la que trae la güiquipedia, que no atiende para nada a la verdadera estructura rítmica de la estrofa japonesa, que coincide más con el ejemplo inglés que con los castellanos. El resto es arte combinatoria.

2 comentarios:

  1. La jaula, vacía,
    pidiendo a gritos está
    un pájaro dentro.

    ResponderEliminar
  2. En Suecia, país pionero en introducir los ordenadores en las aulas, están volviendo al lápiz y al papel al comprobar que los niños ahora son más tontos que antes. Perdón, que ya no hay niños tontos, que los que suspenden es por déficit de atención, por hiperactividad o porque son genios que van muy por delante de los demás incluido el profesor; de éstos también habría que hablar porque en el momento no te das cuenta pero con el tiempo te preguntas cómo este sujeto/a ganó una oposición en la enseñanza pública, ¡cómo! Bueno, eso en España bien se sabe cómo ocurre. Y esto va en perjuicio de la gente humilde que sea muy inteligente.

    ResponderEliminar