domingo, 4 de julio de 2021

THX 1138 o La parábola budista de la casa en llamas

    THX 1138, la ópera prima de George Lucas, el director de la setentera y comercial Guerra de las Galaxias, es hoy una película ya de culto que pertenece al género de la ficción científica, que es como debe llamarse propiamente la science-fiction (y no ciencia-ficción, como aquí se tradujo mal en su momento sin tener en cuenta que el orden de palabras del nombre y su complemento inglés es inverso al del español), que proyecta en el futuro una distopía o utopía negativa, en la línea de las grandes novelas pesimistas y al fin y a la postre realistas del siglo XX, también llevadas a la pantalla, Un mundo feliz de Aldous Huxley o 1984 de George Orwell, donde la humanidad vive subyugada por el poderoso Estado y por una religión a su servicio que invita al consumo, a ser feliz y a creer en las masas, o sea, en la democracia. 
 
 
    En ese mundo del futuro, la dominación del hombre por el hombre, lejos de haber desaparecido de la faz de la Tierra, se ha acentuado hasta extremos increíbles que dejan muy atrás a los regímenes totalitarios fascistas, comunistas y capitalistas clásicos de nuestra reciente historia. Cincuenta años después de rodada la película, se puede decir que no es una cinta visionaria, como se dice a veces, sino clarividente. 
 
    En la sociedad que él entrevió, los sedantes -los tranquilizantes nuestros, desde la tila al valium o el lexatín- son fundamentales, y existe una sedación legal pero también drogas ilegales, justamente como en nuestro mundo. Según los críticos cinematográficos se trata de “una estremecedora exploración del futuro y un examen del presente”, claro está, porque esta exploración del futuro no deja de ser una proyección no muy exagerada del presente en la pantalla ficticia del siglo XXV, un mundo dirigido por los ordenadores donde los seres humanos están programados, donde nadie tiene un nombre propio, sino sólo un número de serie, como nuestro protagonista THX 1138 que da título a la película y que encarna un jovencísimo Robert Duvall, un hombre cuyo cuerpo y mente están controlados por un gobierno que ha implantado una religión personificada por Om, la sílaba sagrada del hinduismo y una imagen del rostro de Cristo, que actúa de confesor y sirve de utilidad para controlar mejor a la población, y que sólo exige, como todos los credos religiosos, fe: una fe inquebrantable en la producción y en el consumo. 
 
    La virtud del filme no es que esté hablando del futuro, sino que nos habla de nuestra realidad, por aquello de que el futuro está aquí, siempre ha estado aquí, muy presente, en la que la mayoría de la gente necesita sedación para poder soportar lo insoportable: que su vida se sacrifique inmolada en aras de ese futuro omnipresente. No es ficción científica, sino un espejo donde nos reflejamos nosotros mismos y nuestro mundo circundante. 
 
 
    Es lógico que nuestro protagonista, que no sabe lo que le pasa porque ha perdido la fe en el sistema, quiera huir de la ciudad, que es como la casa en llamas de la parábola budista, aunque no sepa si podrá sobrevivir o no en el exterior. Eso no lo sabe, pero sí sabe, en cambio, que donde no puede seguir viviendo ya ni sobreviviendo siquiera ni un momento más es dentro, en la ciudad y en la cárcel en la que vive él y vivimos con él nosotros, los espectadores de su tragedia, que es la nuestra, condenados. 
 
    Pero THX 1138, al que veremos luchar desnudo en una escena de combate contra las fuerzas del orden que tratan de impedir la celebración del coito con su compañera, se rebelará como todos nosotros en nuestro fuero interno, e intentará escapar de un mundo donde todo está controlado, desde los pensamientos hasta los sentimientos y donde el amor, por lo tanto, es un crimen, el acto sexual un hecho delictivo, y la libertad sólo un sueño imposible. 
 
 Fotograma de la película THX 1138, George Lucas (1971)
 
     A algún espectador del público puede no gustarle mucho el final de la película, que es decepcionante y no muy convencional porque no se sabe si lo que hay fuera de la ciudad de la que consigue al fin escapar THX es bueno o malo, mejor o peor que lo que ha dejado dentro y atrás… A mí me ha gustado mucho su final, porque es, desde mi punto de vista, un final abierto, nunca mejor dicho: un luminoso rayo de luz arrojado sobre el mundo tenebroso que es nuestro mundo, o, mejor dicho, la realidad en la que vivimos. Nuestro protagonista consigue emerger de la ciudad subterránea y de la cárcel blanca en la que había sido encerrado por su mala conducta, cárcel que destaca por su claridad enceguecedora y deslumbrante por sus espléndidos fondos blancos y su minimalismo donde no hay ningún objeto que distraiga nuestra atención; sólo desentonan los robots-policías negros que no quieren hacernos daño, que trabajan por nuestra seguridad y por nuestro bien, que nos van a proteger de nosotros mismos y de nuestros malos pensamientos -¿os suena la argumentación? ¿no habéis oído nunca aquello de "vamos a haceros mal por vuestro propio bien"?-… 
 
    Los protagonistas (ciudadanos productores y consumidores, prisioneros) llevan un uniforme igualmente blanco y se caracterizan por su completa depilación. Me recuerda la parábola budista de la casa en llamas que cuenta Bertolt Brecht en sus Historias de almanaque (1949): «—Vi no hace mucho una casa que ardía. Las llamas / devoraban el tejado. Al acercarme advertí / que en su interior quedaba aún gente. Fui / a la puerta y les grité que el fuego llegaba ya al tejado y que debían / por tanto salir inmediatamente. Mas allí nadie / parecía tener prisa. Uno me preguntó, / mientras le chamuscaba el fuego las dos cejas, / qué tal tiempo hacía fuera, si llovía, / si hacía viento, si existía otra casa / y cosas por el estilo. Sin responder, / salí de nuevo. Estos, pensé, se abrasarán mas / seguirán preguntando. En verdad, amigos, / a quienes el suelo que pisan, la planta de los pies no queme tanto / que sientan deseos de cambiarlo por otro cualquiera, / nada tengo que decirles—. Así habló Gautama, el Buda» (versión de Jesús López Pacheco sobre traducción de Vicente Romano)Lo que hay fuera no puede ser peor que lo de dentro: cuando se quema nuestra casa es absurdo preocuparse de cuál será el tiempo que hace fuera, si bueno o malo, de por qué se quema, quién ha sido el autor del incendio, si fue un accidente o la obra de un pirómano, cómo se inició el fuego, etc.; lo que procede, en vista de que no podemos apagar las pavorosas llamas, es salir huyendo cuanto antes sin preocuparnos de qué gracias o desgracias pueden esperarnos fuera. 
 
 Fotograma de la película THX 1138, George Lucas (1971)
 
    Si estamos dentro no podemos saber lo que hay afuera hasta que hayamos salido y nos hayamos librado del peligro interior. Me gusta el final con ese momento en que THX 1138 consigue escapar de la ciudad agobiante, y presencia la puesta de sol. 
 
    No es cierto lo que reza el refrán, pensé, de que vale más lo malo conocido que lo bueno por conocer. No es verdad. Esto es lo que nos enseña la parábola budista de la casa en llamas, su moraleja: lo bueno, conocido o no, siempre valdrá más que lo malo aquí y en Afganistán. La verdad te hace libre; la fe creyente.

sábado, 3 de julio de 2021

Libertad

    La obra escultórica Freedom (Libertad) del escultor norteamericano de padres griegos Zenón Frudaquis (1951-...), tallada en bronce y situada en una calle de Filadelfia (Pensilvania) representa cuatro figuras distintas que, en realidad, son la misma figura que se mueve de izquierda a derecha en composición, como si fueran cuatro viñetas consecutivas de una tira cómica o cuatro fotogramas de una película. 


     Comienza por la izquierda con una especie de momia cautiva encajada en su tumba.  En el segundo cuadro, hay una referencia a otra obra escultórica famosa: la figura recuerda al esclavo rebelde de Miguel Ángel, en el que se inspiró el artista. El esclavo intenta escapar de su celda.  Pese a que una obra escultórica es por definición estática, esta que nos ocupa da sensación de movimiento a primera vista.  La figura del tercer cuadro se ha arrancado de la pared que la tenía cautiva y está saliendo en busca de su libertad. Finalmente, en el cuarto cuadro, la figura humana ha conseguido desgajarse del muro, y está completamente exenta del resto de la composición, victoriosa y desnuda, con los brazos extendidos y una pierna en el aire, a varios metros de la pared y de la tumba que dejó atrás, por lo que evoca no sólo la libertad, que da título a toda la obra, sino el triunfo de la vida entendida como la liberación de la muerte. De lo que se trata es de escapar como sea, y se ha conseguido.


     Zenón Frudaquis (1951-...)

    Frudaquis declara que quería que cualquier persona pudiera entender el mensaje nada más ver la obra y reconocer al instante que se trata de la lucha por liberarse de cualquier sensación opresiva. Y lo ha conseguido.

 

    El escultor ha intentado reflejar más cosas en la obra, pero son anecdóticas y hasta cierto punto triviales frente al poderoso mensaje principal libertario, como por ejemplo el proceso mismo de elaboración, por lo que incrustó la maqueta en la esquina inferior izquierda. A lo largo del muro del fondo el escultor extendió la arcilla y la presionó con los dedos dejando sus huellas dactilares por toda la obra a modo de firma. En el muro incluye a su gato, que vivió durante 20 años con él, su madre, su padre y su propio autorretrato, de cuya boca sale la palabra “freedom” escrita al revés, lo que denota que el rostro fue esculpido en un espejo. Hay muchos más detalles escondidos en el muro para el público curioso, como la fecha de nacimiento del autor (7-7-51), expresada con monedas, dando a entender la relación existente entre el mercado y el arte como objeto de ese mercado. Y también hay un espacio para que el público interactúe, cómo no, con la escultura físicamente, introduciéndose en el hueco donde pone escrito “párate aquí” y tal vez inmortalizando el instante y congelándolo en una fotografía de recuerdo.


viernes, 2 de julio de 2021

Apuntes del natural

Hagamos visible no lo invisible, sino lo que siendo evidente no ha sido visto todavía. 
 

Un fragmento inédito de Friedrich Nietzsche del período de Así habló Zaratustra sobre la vida fácil que confiere el sentimiento de pertenencia a un rebaño: "Si quieres tener una vida fácil, entonces permanece siempre junto al rebaño. ¡Piérdete en el rebaño! ¡Ama al pastor y honra las fauces de su perro!" (Willst du das Leben leicht haben, so bleibe immer bei der Heerde. Vergiß dich über der Heerde! Liebe den Hirten und ehre das Gebiß seines Hundes!)

 


El emperador Marco Aurelio, que gobernó el Imperio romano en latín, se dice a sí mismo en sus Meditaciones (6. 30) escritas en la lengua griega que tanto amaba: Ὅρα μὴ ἀποκαισαρωθῇς, μὴ βαφῇς· γίνεται γάρ. Así lo traduce Manuel J. Rodríguez Gervás: “Sé vigilante, no te cesarices, no te empapes en púrpura, cosa que ocurre.” Y, por su parte, A. Gómez Robledo: “Mira no vayas a cesarizarte ni a imbuirte de este espíritu, cosa que suele acontecer.” La palabra “cesarizar” es un neologismo inventado por el propio Marco Aurelio, calcada sobre el título de César (Καῖσαρ, Caesar en latín, Kaiser en alemán) y el prefijo ἀπό (apó, que hallamos por ejemplo en apoteosis, término que en el mundo clásico significaba concesión de la dignidad de dioses a los héroes o semidioses), con el sentido de asumir la monarquía, hacerse emperador, convertirse en césar. Después de Gayo Julio César todos los emperadores de la gens Iulia, como se sabe, adoptaron su sobrenombre, nombre propio que pasó a ser nombre común, sinónimo de emperador y título honorífico de todos los césares siguientes. Resulta al fin que nuestro emperador más estoico era también el más cínico en el sentido moderno de la palabra. Lo que se dice a sí mismo el emperador, meditanto consigo mismo, es que tiene que mantenerse atento porque el poder puede nublarle la razón o, en terminología más moderna, corromperlo: No te cesarices, César; Napoleón no te napoleonices; individuo, no te individualices.

 
Cuando la dominación ve que sus bases son cuestionadas y empiezan a tambalearse, el Estado que la sustenta no tiene inconveniente en despojarse de su careta democrática más amable, y mostrar la verdadera cara dura de los cuatro poderes que lo constituyen: -el ejecutivo, que ejecuta, el legislativo, que legitima, el judicial que perjudica y criminaliza, y el cuarto poder, prensa y demás medios de masificación, que contribuyen a sostener la mentira toda de la realidad. En estos casos, las fuerzas de seguridad muestran su verdadera esencia haciendo que prevalezca la razón de la fuerza sobre la fuerza de la razón: el autoritarismo, la coacción, el terror, la impunidad más absoluta y brutal. 
 
 
 Las tentaciones de san Antonio, Robert Auer (1927)
 
Si la exhibición de la desnudez de hombres y mujeres normales y corrientes estaba prohibida por la censura eclesiástica, no era así si quienes exhibían sus vivos cueros eran los dioses paganos de griegos y romanos. De esta excusa se sirvieron pronto los artistas de todos los tiempos para expresar la belleza del cuerpo humano, so pretexto de retratar al Redentor semidesnudo en la cruz, por ejemplo, o el martirio de san Sebastián atravesado por las flechas de sus verdugos, o la tentación de un san Antonio acosado en el desierto por visiones concupiscentes de mujeres desnudas, que, en realidad, eran diablos o espíritus súcubos, o a nuestros primeros padres Adán y Eva en el paraíso, como Dios los trajo al mundo, antes de que se avergonzaran de su desnudez y nos avergonzáramos todos de la nuestra. 
 
Estudiando la lengua de Homero: Igual que el oro viejo, las palabras griegas resplandecen en la noche como las estrellas que están tan lejos y a la vez destellan cerca, como un puñado deslumbrante de monedas, tan entrañablemente nuestras, tan ajenas.
 
 
Hemos sido esclavos, después siervos, ahora somos empleados, públicos o privados, según nos contrate el Estado o el Capital, tanto monta, monta tanto, gracias a las florituras del lenguaje políticamente cortés; empleados, que no sólo quiere decir que tengamos un empleo, lo que no es poco en un país con varios millones de desempleados, sino también que el empleo nos tiene a nosotros, nos usa y abusa de nosotros. Los empleados hacemos hogaño las mismas cosas que hacían antaño los esclavos, pero se nos ha cambiado el nombre, brillante ejercicio retórico éste de dignificación apelativa, menudo eufemismo. 
 
El enemigo número uno es uno mismo porque uno hace siempre, aunque no quiera, lo que está mandado. Uno obra según su propia voluntad, así y sólo así obra según la voluntad de Dios, que eso es lo que quiere. Dios quiere que hagas lo que a ti te dé la gana, porque así y sólo así estás haciendo, sólo lo sabe Él, lo que Dios manda. 
 
Un alquimista tentado por el Lujo, Martin de Vos (1532-1603)
 
El Dinero Fiat se denomina así por la palabra latina que significa “hágase”, como aparece en la Biblia: Et dixit Deus: fiat lux et lux facta est. Y Dios dijo: hágase la luz y la luz se hizo. Sólo que hay que cambiar la luz por el dinero, con lo que corregimos la Vulgata: Et dixit Deus: fiat argentum et argentum factum est. Y Dios dijo: hágase el dinero y el dinero se hizo. Y si ahora cambiamos, siguiendo a Nietzsche, a Dios, que ha muerto, por el Estado, que es su nueva epifanía, corregiríamos de nuevo la Vulgata en el siguiente sentido: Et dixit Status: fiat argentum et argentum factum est. Y dijo el Estado: Hágase el dinero, y el dinero se hizo. El Estado, como moderno alquimista tentado por un desmesurado afán de lucro (luxury, luxuria en latín), creó el dinero, el oro virtual, que no existía,  de la nada.

jueves, 1 de julio de 2021

El síndrome de la cara sin rostro

    El síndrome de la cara sin rostro afecta, según los psicagogos, a las personas que se sienten inseguras pensando en la despenalización de la mascarilla, que ellos interpretan erróneamente que es un escudo protector, ahora que va a dejar de ser obligatoria en exteriores hasta nueva orden siempre que se respete la distancia de seguridad. 
 
    Se sienten desprotegidos si no llevan nada que cubra sus vías respirartorias ante posibles contagios del virus coronado de espículas. La retirada de la mascarilla en exteriores no es obligatoria, al contrario de lo que era su uso hasta ahora. Si una persona se siente protegida por llevarla es por el efecto placebo, no porque esté efectivamente protegida. 
 
    Recordemos lo que decían las autoridades cuando empezó todo esto, hace ya más de un año y medio: las mascarillas sólo sirven para que el que está enfermo no contagie a los demás, no para no ser contagiado. De ahí se sacó la norma totalitaria de que si todos llevábamos mascarillas no nos contagiaríamos los unos a los otros, olvidando que si uno está sano, no necesita llevarla porque no va a contagiar a nadie. 
 


    Ahora bien, aquellas personas que creen que la mascarilla las protege pueden padecer, inducidos por esa falsa creencia, el síndrome de la cara vacía que les generará ataques de pánico y crisis de ansiedad cuando vean a otras personas, potenciales contagiadores, sin ellas.
 
    Los psicagogos recomiendan a las personas que quieran tratarse la estrategia de la aproximación sucesiva y paulatina para que se acostumbren a la situación que les provoca miedo y ansiedad de manera gradual y flexible. 
 
    Igual que aprendimos hace año y medio a convivir con la mascarilla, algo que era impensable, podemos adaptarnos ahora como camaleones a vivir sin ella. 
 

     Este síndrome no es todavía un trastorno o enfermedad mental, dado que aún no ha sido tipificado en los manuales psiquiátricos de diagnóstico. Sí que se trata de un síndrome, es decir, de un conjunto de síntomas característicos que, según la docta Academia, pueden ser de una enfermedad o de un estado determinado, cuyas características en este caso son el miedo a contagiar o ser contagiado, la sensación de inseguridad o de desnudez y la incomodidad de interactuar con personas que no la llevan, lo que puede inducirnos a evitar los contactos sociales y a desarrollar una fobia social. 
 
    Una vez que hemos sido engañados al hacernos creer el Estado sanitario, provocándonos una distorsión cognitiva, que la mascarilla nos protegía a todos y cada uno, es normal sentirse ahora desprotegido y sufrir este síndrome de la cara sin rostro, máxime cuando el levantamiento de la prohibición viene de arriba y se interpreta se quiera o no se quiera como una orden. 
 
    Da risa el diagnóstico de los psicólogos, esos psicagogos o manipuladores de almas, del síndrome de la cara sin rostro. Si un individuo se quita la mascarilla, etimológicamente la personilla, lo peor que le puede pasar, si se mira en el espejo, es descubrir lo feo que es.

miércoles, 30 de junio de 2021

QVIS EVADET? (¿Quién escapará?)

    Me he entretenido últimamente mucho y distraído de otras preocupaciones más acuciantes con dos grabados de Hendrik Goltzius, representante del arte manierista holandés, que muestran a un putto o Amorcillo, aunque desprovisto de arco, flechas y alas, que hace pompas de jabón que suben al cielo como el humo del pebetero difuminándose en el aire, niño que se apoya sobre una descarnada calavera,  y con los versos latinos de Franco Estius, poeta humanista del siglo XVI, que lo ilustran. Las iniciales del autor del grabado HG figuran enlazadas debajo de la calavera y debajo de ellas el año de composición 1594.
 
Homo Bulla, Hendrik Goltzius (1594)
 
    El texto, titulado "QVIS EVADET?" (¿Quién escapará?) son cuatro hexámetros dactílicos. En el segundo encuentro un error de transcripción: donde pone “ali”, en mitad del verso, debe leerse “ah” por razones morfosintácticas, léxicas y métricas -sobra una sílaba- en las que sería muy prolijo entrar aquí. No es difícil confundir la letra "h" con "li" unidas por un trazo intermedio, y viceversa, separando el trazo que las une y creando una sílaba vocálica más. Veo también que en el cuarto verso algunos leen la cuarta palabra "uanitas", quizá por aquello de que el grabado representa lo que tradicionalmente se entiende por una vánitas -representación artística que resalta la vacuidad y vanidad de la vida humana ante la presencia de la muerte en forma de calavera generalmente señalando el fin de los placeres mundanales-, pero que métricamente es imposible dado que es un crético que no tiene cabida en el hexámetro, por lo que es preferible la lectura "uanique".  Entiendo pues los versos del siguiente modo: 
 
Flos nouus, et uerna fragrans argenteus aura
marcescit subito, perit, ah, perit illa uenustas. 
Sic et uita hominum iam nunc nascentibus, eheu, 
instar abit bullae uanique elapsa uaporis. 
 
Y los traduzco rítmicamente así: 
Fresca la flor plateada y fragante en la primavera
pronto se aja, perece, perece, ah, su belleza. 
Tal la vida también de los hombres, ya en cuanto nacen, 
ay, cual burbuja se va disipando y humo en el aire.
 

    El tema de los versos es lo que se denomina homo bulla (πομφόλυξ ὁ ἄνθρωπος, en versión griega, “el hombre es una pompa de jabón”), una variante dentro del género de las vanitates. La palabra latina bulla significa burbuja, y es el origen etimológico de nuestra "bola".

Homo bulla, Jacob de Wit (1724)
 

    La metáfora está atestiguada ya en Varrón que al comienzo de su De re rustica dice que tiene que darse prisa en escribir su obra (esse properandum) porque si se dice que la vida del hombre es como una burbuja o pompa de jabón, la de un hombre viejo como era él lo es más aún (quod, ut dicitur, si est homo bulla, eo magis senex). Contaba Varrón ochenta años cuando escribió la obra. En el Satiricón de Petronio (42) encontramos también atestiguada esta metáfora: nos non pluris sumus quam bullae: nosotros no somos de más valor que burbujas de aire.

    En la literatura griega, por su parte, en el Caronte o Los contempladores (19) de Luciano de Samósata, el barquero del mundo subterráneo le pide permiso a Hades, el dios del inframundo, y de la mano de Hermes se da una vuelta por la Tierra y en su ascenso de los infiernos le explica a Hermes lo que es para él el hombre y su vida: “¿Has visto alguna vez las burbujas (πομφόλυγας) que se producen en el agua cuando uno llena el caldero a cierta altura bajo el chorro de la fuente? Esas pequeñas pompas quiero decir, de las que se forma la espuma. Algunas de ellas son pequeñas y en cuanto se revientan se desvanecen; otras en cambio duran más. Cuando se les acercan otras, infladas, van creciendo hasta formar una gran bola, y, sin embargo, después, también ellas estallan. No es posible que suceda de otro modo; así es también la vida del hombre: todos se hinchan por acción del aire, los mayores, los menores; y unos mantienen el soplo de aire por un breve espacio de tiempo y un destino rápido; otros dejan de existir al instante mismo de su constitución; pero a todos no les queda más remedio que romperse” (traducción J. L. Navarro González). 

 

Homo bulla, H. Goltzius (circa 1590)

    Otro QVIS EVADET? de H. Goltzius, conservado en el Museo Británico, presenta al putto haciendo pompas de jabón, junto al pebetero que echa humo y al jarrón con flores. En esta ocasión los versos son cuatro dísticos elegíacos de hexámetro y pentámetro latinos, donde se plantea el subtema de la “uita quasi fumus, bullula flosque perit”, es decir, la vida humana que se desvanece como el humo, como una burbujita y como una flor.

    En cuanto al texto sólo encuentro un error de transcripción en el último verso: un imposible *calica, que debe interpretarse por razones semánticas y métricas como “caelica”, el adjetivo que suele acompañar al sustantivo “turba” en muchos textos cristianos: la corte celestial o angelical.

    Mantengo, por otra parte, la lectura “Momento”  de la primera palabra del poema (En un instante, en un momento) y no considero que sea una corrupción de “Memento” (Recuerda, como en el célebre memento mori),  como podría parecer a simple vista.

Momento breuis haec, certeque obnoxia morti

uita, quasi fumus, bullula flosque perit.

Cur ergo teneris (proh stulti!) fidimus annis!

Cur non sponte mori discimus ante diem?

Habida cuenta de la complejidad del texto, ofrezco, además de la versión rítmica, una traducción más pedestre en prosa.

Pronto la vida, breve y, seguro, sujeta a la muerte,

nuestra perece al igual     que humo, que pompa, que flor.

¿Cómo entonces nos fiamos de tiernos años, ah necios,

no aprendiendo, mejor,     antes de la hora a morir?

(En un momento esta vida breve y sujeta ciertamente a la muerte se desvanece como el humo, como una pequeña pompa y una flor. ¿Por qué entonces (ah estúpidos de nosotros) nos confiamos en nuestros tiernos años? ¿Por qué no aprendemos a morir voluntariamente antes del día?)

 Excussa blandae carnis, dum uita superstes,

compede, post mortem liberiore gradu

spiritus astra petet, iam sedem ubi fixerat ante,

ciuemque agnoscet caelica turba suum.
 

 Roto el grillete de blanda la carne, mientras hay vida,

tras la muerte con un     paso más libre, a subir

va a los astros el alma, donde antes ya tuvo su sede,

y ciudadana la hará      suya la grey celestial.

(Una vez sacudida la cadena de la blanda carne, en tanto presente la vida, después de la muerte con un paso más libre el espíritu ascenderá a los astros, donde ya antes había fijado su sede, y donde la corte celestial reconocera a su conciudadano.)

 

Chico haciendo pompas de jabón, Manet (1867)
 
    El poeta francés Charles Baudelaire le dedicó al grabado de Goltzius un poema de sus Flores del Mal, el titulado "El amor y el cráneo (Viñeta antigua)".
 
El amor se sienta en el cráneo / de la humanidad, / y sobre este trono, el profano, / con risa mordaz, / sopla orondas pompas con júbilo / que aire arriba van, / como para alcanzar los mundos / de éter celestial. / El globo luminoso y frágil / se despega ya, / quiebra y escupe su alma grácil, / cual sueño ideal. / Oigo el cráneo a cada pompa / rezar y llorar: / -“Tu atroz y ridícula broma / ¿cuándo acabará? / Pues lo que esparce por el aire / tu boca brutal, / es mi cerebro, sangre y carne, / monstruo criminal.”