Mostrando entradas con la etiqueta voluntad. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta voluntad. Mostrar todas las entradas

domingo, 21 de abril de 2024

"Se la pusieron voluntariamente"

    Ha salido a la luz una reclamación particular presentada contra el Ministerio de Sanidad del Gobierno de las Españas por una miocarditis o inflamación grave del músculo del corazón derivada de la vacunación contra el virus coronado, que ha sido desestimada por este, que se desentiende así, como antes hicieron los laboratorios de dichos productos, de las víctimas argumentando que la vacunación no es obligatoria en España y que, por lo tanto, los que se sometieron a ella lo hicieron voluntariamente.
 
    No se discute la relación entre la causa y el efecto, bastante más que probable, habida cuenta del dictamen específico de la AEMPS (Agencia Española del Medicamento y Productos Sanitarios) que certifica, por primera vez, la relación de causalidad entre la vacuna de ARN mensajero y la inflamación grave del miocardio o músculo cardíaco. 
En letra pequeña: Gobierno de España. Ministerio de Sanidad. Financiado por la Unión Europea. NextGenerationEU.
 
    El Ministerio se despacha y se queda tan ancho en los siguientes términos: El ciudadano que recibe voluntariamente una asistencia sanitaria debe asumir los efectos adversos derivados de la misma si prestó su consentimiento informado (…). Dado que la posibilidad de que se produjese el daño del que deriva la reclamación había sido divulgada por la AEMPS cuando se le administró la vacuna y que dicha vacuna fue recibida voluntariamente, el daño aducido no puede ser considerado antijurídico y, en consecuencia, no puede imputarse responsabilidad patrimonial a las administraciones públicas a raíz de esta reclamación. 
 
    No nos interesa aquí mucho el caso particular del ciudadano que se vacunó tras la imposición del Certificado Covid-19 de la Unión Europea que motiva la demanda, que puede leerse en The Objective, no tanto como la argumentación ministerial: Es cierto que la vacunación no es obligatoria en España, y que, por lo tanto, quien se vacuna lo hace voluntariamente, pero eso no significa que lo haga libremente. La mayoría lo hizo porque fue convencida -engañada- de que así salvaba vidas, incluida la suya, como se repetía hasta la saciedad, o que era un acto de amor, como cacareó el Papa de Roma, que la bendijo como si fuera la mismísima hostia consagrada del cuerpo de Cristo redentor. Todavía hay algunos creyentes que creen que aquellos pinchazos han salvado muchas vidas, cosa que es indemostrable, una cuestión de fe a todas luces falsa por lo tanto.
 
    La mayoría democrática se dejó pinchar porque se le decía desde el propio sistema sanitario que había que hacerlo, y a nadie se le ocurría pensar que el Ministerio de Sanidad quisiera inyectarnos una sustancia perjudicial para nuestra salud. Que no nos forzaron es seguro, pero que nos coaccionaron también. 
 
 
    El problema es que confunden maliciosamente el hecho de que la vacunación no fuera legalmente obligatoria, y la libertad de elección de hacerlo. Para que una elección sea libre no debe estar condicionada por extorsiones o chantajes como la de no poder viajar en avión, o la de no acceder a establecimientos públicos, con toda la presión mediática y social que se ejerció desde los medios de (in)formación de masas insultándonos a los que no nos sometíamos al proceso. Fue voluntaria, sí, pero la voluntad individual fue moldeada masivamente con la opinión pública de la conveniencia moral y con el certificado sanitario, green pass, salvoconducto o pasaporte covid que se sacaron de la manga.
 
    Hay muchas formas de obligarte a hacer lo que quieren sin que parezca que te han obligado, pero la más eficaz es convencerte de que lo que quieren es lo mejor para ti, de forma que tú lo solicites vivamente.
 
    Recordemos la propuesta de un preboste de una taifa autonómica española que proponía multas de hasta 60.000 euros para quien no se vacunara, y argumentaba con toda la maldad del mundo: "No se está obligando a vacunar, sino sancionando al que no lo haga".
 
    Si nos atraca alguien por la calle a punta de navaja o de pistola poniendo así en peligro nuestra integridad física, como suele decirse, y nos pide que le entreguemos el dinero que llevamos encima, la mayoría vamos a elegir voluntariamente darle la pasta, so pena de que nos hiera o nos mate, pero eso no quiere decir que hayamos elegido libremente hacerlo, nada más lejos de la realidad. En ese sentido, la vacunación fue voluntaria, pero no libre. No son adjetivos sinónimos.
 
    Me gustaría detenerme particularmente y profundizar un poco en esta cuestión, porque parece que lo que quiere decir el citado Ministerio es que si hemos elegido voluntariamente lo hemos hecho libremente, como si no hubiera habido una campaña institucional descomunal desde ese propio ente por todos los medios aconsejándonos día y noche que lo hiciéramos por nuestro propio bien y por el bien de todos, y diciéndonos que iba a ser mayor el beneficio -evitar una enfermedad grave y la propia muerte- que el perjuicio. 
 
    Aquí se ve muy bien aquello que decía Agustín García Calvo de que si «si cada uno no creyera que hace lo que quiere, sería imposible que hiciera lo que le mandan».  La voluntad, tanto la ajena como la propia, al fin y al cabo, también es ley, y obedecerla -o hacer uno lo que le da la gana, como se dice normalmente, que viene a ser lo mismo- no deja de ser sumisión a las altas instancias del gobierno de las almas. Aquí se ve bien cómo la voluntad personal le sirve a uno para hacer lo que está mandado, en este caso someterse a un experimento bajo amenaza de muerte si no lo hace,  interiorizándolo como si fuera la expresión de su propia libertad.    A fin de cuentas, cuando decimos "quiero" estamos diciendo "creo que debo".

sábado, 13 de abril de 2024

Pareceres XLV

221.- El virus de la guerra. No tiene desperdicio este párrafo editorial de El Periódico Global, alias El País (25/03/2024), propagando e inoculando el virus de la guerra en la Unión Europea en general y en los veintisiete gobiernos vasallos en particular, incluido el nuestro, cuya política de beligerancia defensiva y gasto militar justifica el diario con un lenguaje tan culto que roza el delirio y no se sabe muy bien de qué demonios está hablando: Desde sus inicios con la coordinación de la producción del acero y el carbón hasta hoy, la UE ha sido un proyecto de paz. Para seguir siéndolo, para garantizar a sus ciudadanos seguridad, hoy es necesario que cambie. ¿Qué quiere decir eso? Que la UE se convierta en un proyecto de guerra, es decir: que se vacune contra el virus de la guerra inoculándosela. No lo dice así, tan claro, pero a buen entendedor... Atención a la verborrea diarreica de este párrafo: Resulta más inteligente trabajar para convertirse en un factor de disuasión en escenarios violentos y para reducir los efectos perversos en caso de ruptura o alteración de cadenas comerciales. Está hablando del rearme o reforzamiento artificial de nuestro sistema inmunitario. Hay que armarse hasta los dientes “para convertirse en un factor de disuasión en escenarios violentos”. Si estamos armados, sinónimo de 'inoculados', disuadiremos a nuestros enemigos de usar sus armas contra nosotros. Pero no se habla de armas, ni de enemigos -¿quiénes son nuestros enemigos?- porque resultaría obsceno. Se habla de “disuasión” y de “escenarios violentos” sin olvidar los efectos perversos de la rotura o alteración "de las cadenas comerciales", expresiones que no tienen desperdicio. 


222.- De la buena voluntad. ¿Hay acaso una "mala" voluntad humana que pueda contraponerse a la buena?; ¿o se trata de la redundancia de un epíteto totalmente innecesario que da a entender que la voluntad sería siempre esencialmente buena?; ¿qué será, si la hay, eso de la mala voluntad, si no es la voluntad de hacer el mal, cosa, como sabemos desde Sócrates, radicalmente imposible, ya que nadie hace el mal a sabiendas, conscientemente, sino por ignorancia?

 

 223.- Con diez cañones por banda... Una de las primeras siderurgias destinadas a la industria armamentística que tuvo la monarquía hispánica, si no fue la primera, fue la Real Fábrica de Artillería de La Cavada (Cantabria) que a partir del siglo XVII produjo gran cantidad de munición y piezas de artillería, lo que supuso, como contrapartida, además de la creación de puestos de trabajo y de su uso destructivo de personas y de cosas en campañas militares,  la deforestación de las montañas orientales de Cantabria y de Burgos con las consiguientes quejas, molestias y revueltas de los campesinos de los alrededores que necesitaban la leña y la madera para su subsistencia. Pero la fabricación de cañones era fundamental para sostener el poderío del Imperio. Ya sabíamos que el cañón era la ultima ratio regum: la última razón, es decir, la primera del poder de los monarcas. En dos siglos sólo en esta factoría se construyeron tres mil cañones que -se dice pronto- se fundieron gracias a la madera que suministraron, se calcula, unos diez millones de árboles, lo que vino a suponer, según esos cálculos, cincuenta mil hectáreas arrasadas. 

Puerta de entrada a la Fábrica que ya no existe de Artillería de la Cavada (Cantabria)
 

224.- Génesis: No se puede decir que Dios, hablando en pasado, creó el mundo. Eso pertenece a la vieja religión. Hemos de actualizarnos y, siguiendo a Paul Lafargue, hablar de la religión del Capital, que es la que padecemos en la actualidad. Dios, es decir, Don Dinero, no ha creado el mundo de una vez por todas: lo crea en cada acto de compraventa, en cada transacción económica, en cada momento, lo está creando aquí y ahora mismo. Las cosas no tienen entidad propia hasta que no se convierten en mercadurías que son objetos de consumo, hasta que no las intercambiamos por dinero, Dios mediante, y las consumimos, y el propio proceso de producción y consumo en el que estamos inmersos nos consume a nosotros, los consumidores.

 225.- ¡Cámbialo! El funcionario, muy amable, no dudó en facilitarme un impreso para que formulara mi reclamación, y me aconsejó que hiciera mi denuncia por el mal funcionamiento del sistema señalando al propio sistema como responsable, que, reconoció y me dio la razón en ello, no funciona como debería o, lo que es lo mismo, no funciona bien, funciona mal, no a los funcionarios que colaboran en su mal funcionamiento ya que a fin de cuentas son personas de carne y hueso, como usted y como yo, con sus problemas y humanos defectos, como todo el mundo. Me parecía razonable la sugerencia, pero enseguida me surgía la pregunta: ¿Qué sentido tiene formularle al sistema una queja contra sí mismo, una reclamación que el propio sistema agradece como sugerencia para mejorar su funcionamiento? Ya lo dice el propio formulario: “Con esta reclamación o sugerencia está usted colaborando con nosotros, ya que nos permite identificar problemas y efectuar propuestas de mejora para nuestros servicios”. El sistema no funciona bien o funciona mal. Y no es un error del sistema, sino que el error es el propio sistema, que no tiene empacho en reconocerlo, y que añade: ¡Cámbialo! Haz tu propuesta. Danos tu opinión, que agradecemos. Lo dice como si nosotros no formáramos parte de él, como si estuviéramos al margen y fuera del sistema y no fuésemos su soporte esencial.