Hay un pequeño texto de Sigmund Freud de 1922 que lleva por título "Das Medusenhaupt" (La cabeza de Medusa), que analiza el simbolismo, claramente sexual como no podía ser menos para el doctor de Viena, de la cabeza cortada y serpentífera de la górgona Medusa que enarboló Perseo como arma letal que dejaba de piedra a sus rivales y que finalmente regaló a la diosa virgen Atenea, quien la portaba en su escudo o en su pecho. Establece el padre del psicoanálisis la siguiente ecuación "decapitación = castración", por lo que el miedo que produce la visión de esta cabeza separada de su cuerpo, sería similar al terror masculino ante la amenaza cercenadora de su castración.
Cabeza de Medusa, Caravaggio (1597)
Ese
terror lo siente el niño cuando ve el sexo femenino por primera vez, quizá el
sexo de la madre rodeado de vello: esa visión lo deja petrificado por la
amenaza que conlleva de castración masculina: la mujer sería un varón
castrado, de ahí surge sin duda el concepto de "inuidia penis". El hecho de que la diosa Atenea porte la mayoría de las veces la cabeza
cercenada de Medusa lo interpreta en el sentido de que se trata de una diosa
inaccesible, esencialmente virgen e inabordable, que ofrece el sexo
horripilante de la madre a la visión masculina. "A los griegos por lo
general bastante homosexuales, afirma Sigmund Freud, no podía faltarles
la representación de la mujer que les horroriza por su castración".
El
pobre diablo burlado del cuento de Rabelais que versificó Jean de la
Fontaine teme, sin duda alguna, que le suceda a él lo mismo que a
Perrette, es decir, padece el complejo masculino de la castración. Este
relato puede relacionarse con el síndrome de la “uagina
dentata”, o vagina provista de dientes como si fuera una boca devoradora
de hombres y que culmina una relación sexual emasculando al varón, es
decir, castrándolo.
Si
analizamos las representaciones artísticas de esta cabeza, sus cabellos son
serpientes, y las serpientes son precisamente símbolos fálicos para el padre
del psicoanálisis que sustituyen al uirile membrum: la multiplicación de dichos
símbolos sirve como amuleto apotropaico, precisamente, para espantar la amenaza
de castración. "Es notable -afirma Freud- que, a pesar de ser
horribles en sí mismas, estas serpientes contribuyen realmente a mitigar el
horror, pues sustituyen al pene, cuya falta es la causa de ese horror".
Perseo con la cabeza de Medusa, B. Cellini (1545-1554)
El análisis freudiano va más allá y dice que también las representaciones del sexo
masculino -entre los
romanos los numerosísimos Príapos itifálicos o los amuletos
consistentes en penes erectos- o sus sucedáneos, los símbolos fálicos, tienen un efecto aprotropaico, servirían también
para espantar al espíritu maligno. Su exhibición
sería una manera de decir "No te temo, te desafío; yo también tengo un
miembro viril", para alejar así la amenaza de castración.
Relieve pompeyano con la leyenda "hic habitat felicitas": Aquí habita la felicidad.