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viernes, 28 de noviembre de 2025

Black Friday: Participa no participando

El Viernes Negro (más conocido por su nombre en la lengua del Imperio: Black Friday) es el día que inaugura la temporada de compras navideñas con significativas rebajas de precios y descuentos en casi todos los establecimientos comerciales.
La denominación nos viene, como casi todo lo malo, de los Estados Unidos, donde se celebra la fiesta nacional del Día de Acción de Gracias o Thanksgiving Dayel cuarto jueves del mes de noviembre, cuando es habitual la organización de una cena familiar para dar gracias a Dios por la cosecha y las bendiciones recibidas durante el año, sacrificando un pavo -se calculan cuarenta y seis millones en realidad- que se trincha y reparte entre los comensales. El Viernes Negro es el día siguiente al de Acción de Gracias, y se ha convertido en una costumbre nefasta que se extiende como la pólvora y el Jalogüín gracias a la globalización.
 
El producto es... eres tú. 
 
El Viernes Negro es una fiesta consumista que se complementa después del fin de semana con el ciberlunes o Cyber Monday en la lengua del Imperio, que es el día dedicado a las compras por internet con importantísimas rebajas.
 
¿Por qué se le llama “negro” al viernes? Según la IA, la cosa viene de Filadelfia y de los años 60 del siglo pasado, donde se observó que al día siguiente de Acción de Gracias, que era el cuarto jueves del mes de noviembre como queda dicho, aumentaba significativamente el afán de comprar y el tráfago comercial de las compras de los norteamericanos, por lo que los libros de cuentas de los comercios, que escribían en rojo las cifras de las pérdidas, de ahí el pánico a los números rojos, registraban las ganancias de ese día con tinta negra, por lo que el color negro pasó a denotar prosperidad. 

"Quiero que gastes un montón para demostrarle tu amor a tu familia". 

(No compres nada en Navidad).

 También se dice, por otra parte, que en Filadelfia, a raíz de la fiebre consumista del viernes posterior al día de acción de gracias, se organizaba tal caos de tráfico y de aglomeraciones que tanto la policía como la prensa calificó ese día del año como especialmente negro o negativo. Lo curioso es que esa negatividad se traduce económicamente en ganancia positiva. 
 
En la década de los noventa, la orgía consumista era tal que los comercios abrían sus puertas mucho más temprano, ofreciendo ofertas limitadas al abrir y anunciando descuentos masivos, por lo que se convirtió enseguida en el día comercial más importante de los Estados Unidos, exportándose al resto del mundo como una campaña mundial de descuentos que se extiende a toda la semana y a todo el mes, uniéndose al ciberlunes o cyber Monday, como queda dicho.
 
Participa no participando.
 
¿Qué se puede hacer contra el Viernes Negro? Muy sencillo y económico: no comprar absolutamente nada, y convertirlo en el Día Sin Compra (Buy Nothing Day), una jornada internacional de protesta contra el consumismo que propone no comprar nada durante las 24 horas que dura el Black Friday, pero que habría que extender a lo largo de todo el año más allá del último viernes de noviembre. Se celebra para criticar el consumismo impulsado por el Black Friday y para contrarrestar la fiebre compulsiva de comprar promoviendo alternativas como practicar el viejo trueque, reparar, reutilizar o sencillamente no comprar lo innecesario, que es la mayoría por no decir la totalidad de lo que compramos.
 
Fue impulsado en los años 90 por Adbusters, una organización canadiense conocida por sus campañas anticonsumistas y anticapitalistas, que practica la contrapublicidad mediante la subversión de los mensajes publicitarios (culture jamming).
 
La viñeta de El Roto "¡Los precios no son nuestros! ¡Nos los atribuyen!", viene a su modo a sumarse a esta campaña revelándonos que las cosas, convertidas en este caso en coloridos productos o existencias en las estanterías de un supermercado, tienen algo que decirnos y recordarnos con el lenguaje de su elocuente silencio "a voz en grito" como demuestran los signos de exclamación: que los precios que tienen y es lo primero que vemos después de verlas a ellas no son suyos, no son propios, sino impuestos, y por lo tanto pueden subir y bajar, inestables como son por esencia, a capricho de los comerciantes y sus intereses.