Publica Anónimo García en Letras libres un artículo de obligada lectura: El sesgo de telenovela de la prensa en el que analiza el fenómeno del amarillismo sensacionalista de los medios de comunicación creadores de bulos y falsas noticias. Comienza analizando el caso de Alvise Pérez, un influencer que consiguió con casi un millón de votos tres escaños en los comicios al Parlamento Europeo de junio de 2024 con su engendro SALF, siglas de Se Acabó La Fiesta, un movimiento con el que pretendía combatir la corrupción esencial del Estado Profundo. Este influencer fue calificado enseguida por periodistas y políticos de “difusor de bulos”, lo que resulta gracioso porque eso mismo es lo que hacen los medios de comunicación y los partidos políticos, máquinas que son de generar y de difundir bulos, o como dice también Anónimo: La única ética, la única ideología, el único mensaje de la prensa (es decir: de los medios en general de ahormación) es el ruido.
Distingue Anónimo entre los bulos del sistema (propaganda gubernamental o de partidos políticos, documentos oficiales, prensa, publicidad…) y los de un individuo influyente, más fáciles de detectar y de combatir. Los primeros pasan más desapercibidos porque quienes controlan los 'medios de producción narrativa', feliz hallazgo terminológico, crean fácilmente la hiperrealidad que se nos impone. Pero distingue García entre los bulos sistémicos comunes a toda la población y los que solo afectan a una parte de ella, que son fáciles de detectar porque suelen ser ideológicos y los descubrimos fácilmente cuando no los compartimos porque nos resultan ajenos, mientras que los primeros nos rodean y estamos inmersos en ellos como el pez en el agua.
Analicemos, por ejemplo, la protesta por el genocidio palestino. ¿Nos indignaríamos como hacemos y saldríamos a la calle a manifestarnos si la prensa no informara de ello? No evalúa Anónimo García la gravedad de la situación del pueblo palestino, sino que sugiere que prestamos atención a los temas que pasan, como ese, el filtro de los medios y desconocemos los que no lo superan, como por ejemplo el drama del pueblo saharaui.
“Para prosperar en el debate público, escribe García, un tema ha de tener los ingredientes propios de una telenovela: emocionalidad, maniqueísmo, superficialidad e intrascendencia, además de estar acompañados de buenas imágenes. Si a la audiencia le gusta y lo hace suyo, habrá más temporadas”.
La idea del filtro de telenovela de la prensa no es ninguna novedad. Comparte la esencia de los conocidos “culebrones del verano”, historias alargadas en época estival para rellenar espacios informativos que acaban convirtiéndose en espacios publicitarios que tienen una excelente acogida entre el público.
No hay muchas diferencias entre las teleseries de las plataformas televisuales alargadas interminablemente hasta la extenuación y los informativos de los medios. Los sucesos se alargan porque dan audiencia y esta da dinero a patrocinadores y anunciantes. Viendo los telediarios u oyendo los partes radiofónicos, por ejemplo, da la sensación de que hay más violaciones y más asesinatos de mujeres que nunca, y no es verdad si se analizan fríamente los datos, pero al poner el énfasis narrativo en ellos da la sensación contraria.
Lo que hay detrás del sesgo de telenovela de los medios de comunicación es el viejo arquetipo del dragón que ataca a la princesa y un caballero acude a salvarla. Los medios aplauden al caballero y denuestan al dragón. Los políticos rápidamente se montan en el corcel y prometen salvar a la princesa. La princesa puede ser cualquier cosa que sirva para encandilar al público, y permite bulos globales cuando se trata de casos en los que hay consenso social, como el rechazo a la violencia, las agresiones sexuales o la protección a las personas vulnerables. En otros la princesa se identifica con corrientes ideológicas, como la unidad de España (o la de Ucrania), la clase obrera o nuestras tradiciones. Una tercera categoría híbrida conforma elementos sobre los que existe consenso pero que son apropiados por corrientes ideológicas, como las mujeres, la privatización de la sanidad o la libertad de expresión.
Para salir del sesgo de telenovela de la prensa que determinan los algoritmos ('por un perro que maté, me llaman mataperros'), habría que prestar interés a los temas que no pasan el filtro, y abordar con recelo los que sí, y en todo caso, dudar de nuestras propias convicciones y adoptar imaginariamente posturas contrarias a las inicialmente nuestras. Y muy buen consejo, que recuerda a mí un poco a Gorgias que aconsejaba combatir la seriedad con la risa y la risa con la seriedad: "Tratar con pasión los temas sosegados y con sosiego los temas apasionados. Y no darle demasiada importancia a nada".