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viernes, 29 de mayo de 2020

De opinionibus non est disputandum

Leyendo Los hermanos Karamazov de Dostoyesqui me sorprende el latinajo de opinionibus non est disputandum -no hay que discutir sobre opiniones-, que no conocía, y sobre el que volveré luego. Sí que había oído una formulación parecida, que es de gustibus non disputandum est -no hay que discutir sobre gustos-, y un poco más ampliada, aludiendo también a los colores, de gustibus et coloribus non est disputandum, que equivalen a nuestro Sobre gustos no hay nada escrito, a la muy frecuente paremia Para gustos, los colores, y al pareado Sobre gustos y colores / no discuten los doctores.

No encuentro ninguna formulación en latín clásico ni con las palabras de Dostoyesqui sobre las opiniones, que parece una creación propia, ni tampoco sobre los gustos y los colores, que parece de origen tardío. Quizá lo más parecido que podemos hallar en la literatura grecolatina que conocemos es el virgiliano trahit sua quemque uoluptas A cada cual lo arrastra su gusto, con que el pastor Coridón le confiesa el amor que le inspira al lindo Alexis, que no le corresponde. 

Así que el de gustibus (et coloribus) non disputandum est debe de ser una creación quizá medieval, pero lo cierto es que su resonancia ha llegado hasta nuestros días. Y se refiere a lo absurdo que es ponerse a discutir, por ejemplo, la razón de los gustos personales por su carácter peculiar precisamente y no común. Si a uno le gusta el color azul y a otro el verde, no tiene sentido discutir quién tiene razón porque en ese debate no cabe el razonamiento. 


Ahora bien, si tomamos el refrán castellano: Sobre gustos no hay nada escrito, que podríamos revertir al latín como de gustibus nihil scriptum (est), podemos preguntamos dónde no hay nada escrito porque lo cierto es que en muchos sitios se ha escrito y se escribe mucho sobre gustos, hasta el punto de que sería una labor titánica leerlo todo. No se me ocurre más explicación que en ningún código legislativo o en el Libro de los libros que era la Biblia, porque fuera de esas “sagradas escrituras” hay infinidad de tratados y discusiones que podrían llenar enteras bibliotecas. 

Volviendo a la formulación dostoyesquiana del principio: De opinionibus non est disputandum, lo más parecido que encuentro en la literatura grecolatina es el verso de Terencio (Formión 454): quot homines tot sententiae: suo' quoique mos (latín clásico: suus cuique mos, que Enya canta en Afer uentus): Cuantos hombres, tantos pareceres: cada cual tiene su temperamento, que podríamos traducir libremente con el refrán: cada maestrillo tiene su librillo

The dead pool (La lista negra en España), Clint Eastwood (1988) 

En el mundo anglosajón se ha hecho proverbial la frase "Las opiniones son como los agujeros del culo, todo el mundo tiene un ojete y piensa que el que huele mal es el de los demás". En palabras de la autora de bestsellers Simone Elkeles, que parece que es quien encontró esta formulación: “Opinions are like assholes, everybody' s got one and everyone thinks everyone else's stink”. De la primera parte de la frase se hace eco el personaje que encarna el actor Cleant Eastwood en la película The dead pool (1988). 

El hallazgo viene a decir que es ilógico discutir de opiniones porque son personales y porque son ideas fijas que se resisten, obstinadas, al paso de la razón que las desbarata denunciando su carácter individual, irracional y no común, como los gustos y los colores, y cada cual tiene la suya, cada uno su cadaunada, como decía el otro; no son algo que se pueda poner en la tela de juicio de la puesta en común porque las opiniones, pareceres o ideas no admiten razonamientos, razonar es precisamente desprenderse de ellas. Y ya se sabe aquello de suus cuique crepitus bene olet: a cada cual le huelen bien sus propios pedos. Y aquello otro de cada loco con su tema. Los locos -y lo somos todos en cuanto dejamos de razonar- creen que no han perdido la razón, o sea, creemos que  no hemos perdido la razón, porque lo que nos ocurre es que hemos creado una propia, con nuestras propias ideas, gustos y opiniones,  y eso nos aleja de la razón común de los mortales.

Hay quien dice que todas las opiniones son respetables, pero es mentira. Lo que nos dice el sentido común es que ninguna lo es más que otra, que las opiniones se convierten en dogmas y los dogmas en artículos de fe. Pueden considerarse respetables las personas, y de hecho todas lo son por igual, pero no sus opiniones, precisamente porque no son discutibles, sino irracionales, porque no se dejan someter a la criba antidogmática de la razón.

Enya canta en latín en la última estrofa: Suus cuique mos. Suum cuique / Meus mihi, suus cuique carus / Mememto, terrigena / Mememto, vita brevis / Meus mihi, suus cuique carus.
(Cada cual tiene su temperamento. A cada uno lo suyo / A mí me es querido el mío, a cada uno el suyo/  Recuerda, terrícola/ Recuerda, la vida es breve / A mí me es querido el mío, a cada uno el suyo)