La obra del dibujante holandés Louis Raemaekers (1869-1956) se caracteriza por su carácter de denuncia de las guerras que emprendió Alemania en el pasado siglo, pero puede servirnos para condenar cualesquiera otras guerras en particular, y la guerra en general.
Trabajó Raemaekers en publicaciones periódicas como De Telegraaf, y criticó con sus caricaturas políticas la invasión alemana y las atrocidades cometidas por los boches, constityuéndose en una de las figuras claves de la propaganda del bando aliado. La popularización de su obra se considera el mayor esfuerzo propagandístico de la Primera Guerra Mundial.
Su obra, muy divulgada durante las dos Guerras Mundiales, alcanzó una popularidad y una difusión inmensas y extraordinarias. Pero al acabar la Gran Guerra el interés por ella fue disminuyendo en países como Gran Bretaña y Francia, donde sus viñetas habían alcanzado sin embargo un enorme éxito y popularidad. En el período de entreguerras un editor holandés rechazó una colección de sus ilustraciones porque "el público está bastante cansado de los temas bélicos".
Tras la invasión alemana de Bélgica, Louis Raemaekers se convirtió en uno de sus más feroces críticos de la 'Violación de Bélgica', como se conoció, contra la postura neutral de su país Holanda. Sus caricaturas gráficas mostraban el dominio de los militares alemanes en Bélgica, a los que retrataba como bárbaros y al Kaiser Guillermo II como aliado de Satán. Su obra fue confiscada en varias ocasiones por el gobierno holandés y fue criticada por muchos por poner en peligro la neutralidad de su país.
Sacar ahora algunas de estas viñetas debería servirnos para denunciar las atrocidades de la guerra, de todas las guerras, no sólo de la única que nos sirven por la televisión y los medios ahora mismo, que es la de Ucrania. Y sobre todo, de las atrocidades de los desastres de la guerra, habría que denunciar la mayor de todas ellas: la muerte de la Verdad, que es la primera víctima, como tantas veces se ha dicho y repetido, y como tituló Goya uno de sus grabados.
En el suelo yace, en primer término, una figura femenina con los pechos desnudos: que es la alegoría de la Verdad, nuda Veritas, de la que parten rayos de luz. Está rodeada por varias personas que asisten a su entierro; un obispo oficia la ceremonia y unos monjes con palas se preparan para sepultar el cadáver. A la izquierda se halla la alegoría de la Justicia que con una mano sujeta la balanza y con la otra se cubre el rostro en señal de duelo; es el personaje que manifiesta mayor tristeza en esta escena.
Hay quien ha querido ver que la mujer que yace muerta es la Constitución, pero el título, que Goya escribió personalmente, no deja lugar a dudas. De alguna manera Goya nos está sugiriendo que el desastre de la guerra es la muerte de la Verdad, de la que sólo la Justicia se compadece mientras los demás se dedican a enterrarla dándole, eso sí, cristiana sepultura.