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domingo, 23 de febrero de 2025

Ominosa OMS

El discurso del Jefe del Ejecutivo Progresista critica a aquellos otros jefes que no hacen como él, sino que abandonan la Organización Mundial de la Salud. Por lo que yo sé, se refiere en primer lugar a Estados Unidos de América, a Argentina y a Italia en el viejo continente. No sé si llega a decirlo pero se desprende de su afásico discurso: son gobiernos de Extrema Derecha, contra los que arremete, y, por lo tanto, no son gobiernos progresistas como el que él regenta. Su actitud no está lejos del fariseísmo de “nosotros no somos como ellos”. 
 

Según su discurso, gracias a la OMS y a la solidaridad internacional (?) “pudimos entre todos salir adelante, gracias a la ciencia, a la vacunación, y creer en el servicio público que representa la sanidad”. La Organización Mundial de la Salud sería la que nos ha salvado de una pandemia que ella mismo inventó para poder salvarnos de ella con la milagrosa pócima de la vacunación, de cuyos efectos secundarios no se responsabiliza nadie, ni los gobiernos que la compraron ni los laboratorios que la fabricaron, porque, según nuestro ministerio  sanitario, nadie nos obligó a vacunarnos. Y estábamos, además, informados (?) de los riesgos que corríamos... 
 
A la OMS no debemos agradecerle nada, sino todo lo contrario. Es ella la que debería agradecer a España los sesenta millones de euros que le ha inyectado, al servicio como está de la industria farmacéutica esa que hace sentir enfermas a personas sanas, declarándolas enfermas asintomáticas, o potencialmente enfermas, a cambio de colocar en su Consejo Ejecutivo a nuestra impresentable ministra sanitaria, que se autodefine como Médica y Madre, formando parte así del consejo de gobernanza en representación de Europa, con el objeto de favorecer la implantación del tratado internacional de pandemias. Una ministra que, incorporada a la OMS, el 30 de octubre pasado, declaró que pretendía impulsar a nivel global lo que ya estaba haciendo en su ministerio: “la atención primaria como corazón de los sistemas de salud, cuidar a los profesionales, señalar la importancia del cambio climático para la salud (?), promover la equidad de género en salud (?) y trabajar contra la obesidad infantil a través del deporte, la alimentación saludable y los determinantes sociales de la salud”. Algunas de estas intenciones parecen razonables, otras demenciales. 
 
 
En cuanto a “cuidar a los profesionales”, no parece que estén muy contentos con la falta de personal que hay en los hospitales tanto de médicos como de enfermeros en nuestro país, con las guardias de veinticuatro horas y demás condiciones laborales que tienen que afrontar. Sobre el Tratado Internacional de Pandemias, es a eso a donde “tenemos que ir”, para empoderar a la Organización al servicio de la Gran Farmacopea, una organización privada bastante lucrativa. 
 
Los secuaces del Puto Amo aplauden. No lo hacen con mucho entusiasmo. Algunos, de hecho, no aplauden. Según él, España es un país que en 2020 sufrió la pandemia, como si hubiera sido el único, cuando lo que sufrió fue una gestión deplorable y un estado de alarma que fue declarado inconstitucional, pero que se llevó a cabo con toda impunidad con encierros, toques de queda, pasaportes covid y demás medidas draconianas, cuyas mayores víctimas, como denuncia Mónica Lalanda en este impagable vídeo, fueron los niños, nuestras tiernas criaturitas.
 
 
Y sobre todo dice que pudimos salir adelante “gracias a la ciencia, a la vacunación”, estableciendo una ecuación que no se la cree ni él ni sus secuaces. Lo que él denomina vacunación no era ciencia, era un experimento tóxico al que nos obligaron a prestarnos sin obligarnos, engañándonos diciéndonos que era segura y eficaz, que suponía nuestra libertad... Y sobre todo, dice que gracias a la OMS pudimos “creer en el servicio público que representa la sanidad”. Su claque aplaude sin mucho convencimiento, como con desgana, su huera retórica. Lo más lamentable de todo es que, como escribe Lalanda, todo el daño que causó no la pandemia, sino la gestión gubernamental de la pandemia, que consideró a niños y ancianos ciudadanos de ínfima categoría, que en otros países está conllevando críticas e incluso juicios, aquí, en esta España de María santísima, no se tiene en cuenta ni contempla: pasó sin más, y nadie quiere acordarse de ello.