Al punto traen dos ánforas de vidrio cuidadosamente selladas, en cuyo
cuello habíase puesto un marbete con esta nota: “FALERNO DE
OPIMIO, DE CIEN AÑOS”. Mientras leemos el letrero, palmeó
Trimalción y, -¡Vaya! pues resulta –dijo- que vive más un vino
que los pobres humanos. Por tanto, mojemos el gaznate. El vino es
vida. Os estoy ofreciendo legítima cosecha de Opimio (1). Ayer
no lo puse tan bueno, y cenaban conmigo personas mucho más
distinguidas.
Mientras bebíamos, pues, y considerábamos atentamente estas exquisiteces,
trajo un esclavo un esqueleto de plata, articulado de modo que
coyunturas y vértebras movibles se doblaban en todas direcciones
(2). Una y otra vez lo arrojó sobre la mesa; de esta suerte sus
charnelas movedizas ofrecieron diversas figuras. Continuó entonces
Trimalción:
-¡Ay, pobres de nosotros! que todo hombrezuelo es nada! Así seremos todos,
luego que nos lleve el Orco. Vivamos, pues, en tanto que podemos ir
tirando (3).
(Petronio,
Satiricón 34, tr. Manuel C. Díaz y Díaz):
(1) Falernum opinianum. Vino Falerno centenario. La elección del
número “cien”
y la mención de un cónsul romano, Opimio, que lo fue en el año 121
antes de Cristo, al parecer un año de extraordinaria cosecha, hace que
este vino Falerno de la Campania tenga mucho más de cien años
de solera. La excentricidad de Trimalción consiste en servir un vino
que se usaba sólo para dar cuerpo a otro más joven, como un vino de
mesa de reciente añada.
Copa de Boscoreale, Museo del Louvre.
(2) Laruam argenteam: En latín clásico la palabra larua
era bisílaba lar-ua, pero en latín arcaico trisílaba
la-ru-a. En principio se denominaba así a las almas de los
difuntos convertidas en seres malignos que regresaban a la vida y
atormentaban a los vivos para vengarse de ellos en forma de
fantasmas, en los que podríamos tal vez encontrar un lejano
antecedente de nuestros zombies o biothánatoi. De ahí que laruatus
signifique enloquecido como si estuviera poseído por las furias o
por las larvas. El significado es, por lo tanto, fantasma, espectro.
Se los ha emparentado etimológicamente con los Lares o dioses del
hogar, que habrían sido en su origen divinidades infernales
convertidas en genios protectores. Atestiguado desde Plauto. El
sentido derivado es "espantajo" y "máscara" (en
tanto que representación de los vivos).
Como estos fantasmas en las creencias populares no tenían más cuerpo que el esqueleto, larua
designó también un muñeco en forma de esqueleto, como en este
texto. En castellano actual, larva es la forma primaria que adopta un
animal sujeto a transformación o metamorfosis. Aquí, sin embargo,
calificado como “de plata” se refiere a un esqueleto de plata,
como el que se conserva en Nápoles, procedente de Pompeya,
articulado además como el que se describe aquí. Al parecer, no era
raro que en los banquetes romanos sacaran a relucir un esqueleto
(larua conuiuialis) o algo parecido para recordar a los
comensales la fragilidad de la vida humana amenazada por la muerte
siempre futura. Los autores griegos Heródoto y Plutarco describen
esta costumbre a la que atribuyen un origen egipcio. Trimalción
adopta aquí esta moda egipcia. Una copa en el tesoro de Boscoreale
de Pompeya muestra varios esqueletos en ella, con la inscripción
griega de una máxima de carácter epicúreo y hedonista ζῶν
μετάλαβε· τὸ γὰρ αὔριον ἄδηλον ἐστι,
esto es “disfruta mientras vivas, pues el mañana es incierto”.
(3) Los versos que recita Trimalción son dos hexámetros y un pentámetro
dactílico, que es una combinación no rara en epitafios griegos y
latinos de gente inculta, en el sentido de que lo culto es el dístico
elegíaco, no el trístico. Así podría sonar en castellano el
epitafio:
Pobres, ay, de nosotros ¡qué poca nada es el hombre!
Todos seremos así, una vez que el Orco nos lleve.
Conque vivamos, bien mientras se pueda seguir.
Este mosaico romano, que representa una “larua” o esqueleto con la
inscripción griega de la máxima délfica “conócete a ti mismo”,
ha de interpretarse no como una invitación al autonoconocimiento,
cosa más que difícil cuando el conocedor es el objeto de su
conocimiento, ya que si es harto complicado conocer bien a los demás,
mucho más problemático parece que uno llegue a conocerse a sí
mismo, sino como “reconócete a ti mismo” en la imagen de este
esqueleto que ves, y que representa la forma primaria o básica que
adoptarás tras la metamorfosis que sufrirás cuando mueras, es
decir, cuando tu esqueleto se haya desangrado y descarnado, lo que
significa: acepta tu mortalidad.
El tópico del memento mori o recuerdo de la muerte es una
costumbre muy arraigada y un tópico frecuente en los banquetes
romanos y en la historia de la literatura y el arte universales: la
certeza de la muerte siempre futura es la que anima a los invitados a
festejar la vida y a banquetearse aprovechándola al máximo, como si
quisieran conjurar así la amenaza pendiente.
En este sentido, abunda también el epigrama de Marcial (V, 64), donde
cuenta que al ver desde la ventana de su casa el mausoleo vecino de
Augusto, pide que le sirvan unas copas de buen vino Falerno, le
pongan hielo para enfriarlo y combatir el calor veraniego, a la vez
que perfuma sus cabellos y se ciñe una guirnalda de rosas: el
mausoleo tan cerca de Augusto a vivir nos anima, / al mostrar que
morir pueden los dioses también.
Pero en realidad el recuerdo de la muerte invita más que a vivir a beber
para olvidar la inevitabilidad de la muerte.
Statim
allatae sunt amphorae uitreae diligenter gypsatae, quarum in
ceruicibus pittacia erant affixa cum hoc titulo: FALERNVM OPIMIANVM
ANNORVM CENTVM. Dum titulos perlegimus, complosit Trimalchio manus
et: "Eheu", inquit, "ergo diutius uiuit uinum quam
homuncio. Quare tangomenas faciamus. Vita uinum est. Verum Opimianum
praesto. Heri non tam bonum posui, et multo honestiores cenabant."
Potantibus
ergo nobis et accuratissime lautitias mirantibus laruam argenteam
attulit seruus sic aptatam, ut articuli eius uertebraeque luxatae in
omnem partem flecterentur. Hanc cum super mensam semel iterumque
abiecisset, et catenatio mobilis aliquot figuras exprimeret,
Trimalchio adiecit:
"Eheu nos miseros, quam totus homuncio nil est.
Sic erimus cuncti, postquam nos auferet Orcus.
Ergo uiuamus, dum licet esse bene."
Sic erimus cuncti, postquam nos auferet Orcus.
Ergo uiuamus, dum licet esse bene."