¡Ojalá
alguno de estos aforismos fuera un dolebo, lo contrario de un placebo, y
escarbara en la llaga abierta en carne viva en vez de pretender
disimularla!
Si quieres celebrar futuras navidades, no celebres las presentes, dicen las autoridades vendiéndonos un futuro inexistente por el que sacrificamos el presente.
Sermón del telepredicador del Centro de Alertas Sanitarias: La incidencia de la crisis está aumentando e implica que hay que implementar más medidas de control.
Efectos secundarios adversos o daños colaterales son "un
precio mínimo a pagar por el único bote salvavidas: la vacuna",
según la prensa orgánica del Régimen.
El divino Platón inventó -su lengua le permitía estas audacias- la palabra “teatrocracia”, válida para el mundo de hoy: la sociedad del espectáculo y el paripé.
La
teatrocracia es el gobierno de los representantes, que no desempeñan
bien su función: no representan a nadie, ni siquiera a sí mismos,
pésimos actores.
Como cualquier otra vacuna y medicamento (nota la equiparación
capciosa de ambos términos), puede haber efectos adversos leves que
hay que asumir sin alarmismo.
Los
griegos llamaron al actor hipócrita, reproche que se hace hoy al
falsario que actúa en el tablao de la realidad y no en el noble
escenario del teatro.
Las autoridades sanitarias, que siguen sembrando el pánico,
advierten: «No podemos caer en la falsa seguridad -¡cursiva mía!-
de un test negativo en Navidades».
Salud Pública insiste en que una prueba negativa es una «foto fija» puntual, no es un salvoconducto ni estamos libres del contagio que luego pueda producirse.
Los psicólogos, esos sinvergüenzas estafadores que quieren convencernos de que lo más conveniente es pasar por el aro como si fuéramos fierecillas domadas...
Yo
como individuo, soy, como todo quisque, conservador y reaccionario por
esencia. Me consuela pensar que no soy perfecto y que tengo mil
desgarraduras.
Debería
caérseles la cara de vergüenza a los psicólogos, los modernos y
viejunos curas de almas, que nos invitan a la resignación, no cristiana,
sino laica.
Algunos
versos de los poetas, no todos los escritos, sólo unos pocos, pueden
herirnos y abrirnos una llaga en carne viva, la herida por la que
respiramos.
Un
apotegma es un dicho breve y sentencioso, esto es, lleno de sentencia
en el sentido etimológico del término, que expresa una manera de pensar y
de sentir.
Ver
la inmensa cara dura de los que son alguien o algo en nuestra sociedad
puede ayudarnos a comprender la inmensa gloria de ser un don Nadie o un
don Nada.
La
mitología no es cosa sólo de antiguos, sino también de modernos y
posmodernos mitómanos que rinden culto a unos ídolos generalmente muy
prosaicos.
El
mito de la revolución, que fomenta que las cosas cambien, es
fundamental para que no se vea, y si no se ve, no lo parezca, que todo
permanece inalterable.
La
paradoja esquizofrénica del individuo, término latino que es calco
semántico del griego “átomo” y significa indivisible, es que acaba uno
roto por la mitad.
En el dólar estadounidense figura el ojo de Dios que todo lo ve, bendice empresas (annuit coeptis) e inaugura un nuevo orden mundial (novus ordo seclorum).
Repúblicas
y monarquías ya no declaran la guerra, porque no es políticamente
correcto llamar a las cosas por su nombre: proclaman una "misión
humanitaria".
El presidente mexicano insinuó, no sin razón, que los mandatarios que imponen al pueblo confinamientos o toques de queda debido al virus actúan como dictadores.
A
los reclusos, eufemismo de "presos", ahora los llaman “residentes”.
Aunque cambian los nombres para disimular las cosas, siguen siendo
presidiarios.
La
máxima atribuida a Hipócrates de que la vida es breve y mucho lo que
hay que hacer lleva a un frenético hacer por hacer que carece como la
vida de sentido.
"Vivirá
feliz..., si no se conoce nunca a sí mismo", dijo Tiresias, el vate
ciego y clarividente, del niño recién nacido que iba a llevar el nombre
de Narciso.
Con el gobierno progresista está garantizado el control social;
las únicas movilizaciones populares toleradas son las "correctas"
y políticamente dirigidas.
Los medios de manipulación y conformación de la opinión pública
consagran más de las tres cuartas partes de su tiempo a multiplicar
el miedo a la pandemia.
Radios, televisiones y periódicos vomitan día a día datos y más
datos carentes del mínimo rigor, analizados por expertos tertulianos
creadores de opinión.
Crearon un estado de pánico generalizado preconizando el
aislamiento social, que es el caldo de cultivo más idóneo para
conjurar lo que más temen: la revuelta.
La estrategia del gobierno central y de sus sucursales autonómicas utiliza el miedo como instrumento de control social frente a previsibles motines populares.
¿Cómo puede haber un virus tan mortífero que haya que someterse a una prueba para saber si se tiene cuando no hay en el cuerpo ningún síntoma de enfermedad?
Hagamos lo que hagamos durante estas navidades, las celebremos o no, seamos responsables o no, el plato ya está servido: habrá tercera ola de virus coronado.
La agorafobia o miedo a salir de casa y a tener la
mínima relación social ha sido fomentada desde el Poder so pretexto
de luchar contra el virus terrorista.
Hay un Estado oculto atrincherado en los despachos y
las administraciones. Los gobiernos pasan, los funcionarios de Dios y
ejecutivos del Estado permanecen.
Los que mandan son los más mandados, tanto los políticos electos como los grandes capitalistas y financieros, subordinados como están a la dictadura mercantil.
Los Diktats pedagógicos de los expertos en las
"ciencias de la educación" fomentan el conformismo que
aniquila el espíritu crítico y el común razonamiento.
Los analfabetos actuales saben, desde luego, leer y escribir, pero son incapaces de desembarazarse de las múltiples mentiras que les inculcaron con las letras.