Una senadora nacionalista gallega reprochó a la ministra de Transición Ecológica y Reto Demográfico(!) del gobierno más progresista desde que hay registros del rey-no de las Españas diciéndole en un perfecto e irreprochable castellano, no en gallego, que es -supongo- su lengua materna, que Orense no existe, que es Ourense, recriminación de la que la ministra parece tomar nota con una ligera sonrisa por el imperdonable pecado lingüístico cometido.
¿Pretende su señoría, que todos los españoles, aparte de los gallegos, digamos Ourense en vez de Orense? Según ese argumento, San Sebastián, me temo, tampoco existiría, sino Donostia, que suele abreviarse coloquialmente como Donosti -no sé si por lo malsonante que resultan en castellano sus dos últimas sílabas-, topónimos ambos derivados de Domine Sebastiane, la forma latina de decir San (o Don) Sebastián, por el nombre de un monasterio consagrado a ese santo que se hallaba al parecer en el actual barrio de La Parte Vieja y que acabó dando nombre a la bella Easo.
Según ese argumento, me temo que Londres tampoco existiría para los españoles, ni sería la capital del Reino Unido, sino solo London, lo que a cualquier hablante del castellano le suena a vulgar majadería.
Para aquellos topónimos de áreas bilingües que tengan una forma castellana distinta de la propia de la lengua cooficial, lo que parece lógico y natural es que los hablantes empleen una u otra en función de la lengua que en cada momento estén utilizando.
Si la señora ministra estuviera hablando en gallego, sería natural que hubiera dicho Ourense en vez de Orense, pero estaba hablando en castellano y por lo tanto dijo Orense, por lo que el reproche nacionalista de la senadora, cuyos oídos se muestran especialmente sensibles al patriotismo nacionalista lingüístico que profesa, está fuera de lugar.
Recuerdo, llegado una vez hace mucho tiempo a Hondarribia, haber preguntado a un lugareño, en mi ignorancia juvenil, por dónde se iba a Fuenterrabía, a lo que él me respondió con una sonrisa, como perdonándome la vida, que ya estaba allí, y me explicó eruditamente que Fuenterrabía era el nombre anterior de lo que desde 1989 se llamaba oficialmente Hondarribia, que quería decir en vasco “vado de arena”.
Resulta patético ver cómo se enzarzan los políticos y políticas en estas discusiones triviales y bizantinas que no conducen más que a distraer al personal.
Los nombres propios no se traducen, se conservan tal cual o se adaptan a otras lenguas. Eso es verdad, porque, carentes propiamente de significado, no tienen traducción. En el caso de los antropónimos, si se trata de personajes famosos y tienen un equivalente etimológico, se utiliza este, y así decimos Carlos Marx en vez de Karl Marx (pues tanto Carlos como Karl derivan de Carolus) o Julio Verne en vez de Jules Verne (derivados ambos de Iulius), aunque la tendencia actual parece revertirse y conservar el nombre propio en su lengua original, pero no existe más uno que otro porque se digan en una lengua u otra.
“ Cuando se empeñan en que al menos todos los españolitos digan , en vez de Lérida, Lleida (que como la mayoría de ellos yeízan, será más bien Yeida) o Girona (con una g- catalana, algo como sy-) o , para no ser menos, Ourense y A Coruña, revelan la insipiencia más elemental en que ni siquiera se dan cuenta de que justamente los Nombres Propios son elementos que no pertenecen a una lengua, de manera que, al poner en ellos su patriotismo lingüístico, destapan lo mal que saben lo que son los mecanismos de su propia lengua; y en su ceguedad, se vuelven así en contra de su propio patriotismo, al no recapacitar siquiera en que eso de que a ciudades se las llamara en el estranjero Londres o Burdeos o Varsovia o Pekín lo que mostraba era el renombre y fama de que gozaban fuera de las fronteras de un Estado y de su idioma oficial.”
ResponderEliminarLas majaderías ostentosas entre la bobería nacionalista no se si será fruto específico de las limitaciones del alma autóctona y una degeneración propiciada por las últimas reformas educativas del rey-no de España. Existir solo existe Dios y el Dinero que son los únicos entes que dan razón de ser y sostenimiento a las distintas majaderías en este rey-no de la diversidad coloreada y patriótica además de rentable para un único fin y político entretenimiento.
EliminarGracias por las dos aportaciones. La primera, supongo, del maestro zamorano, y la segunda, muy de acuerdo: "Existir solo existe Dios y el Dinero", que son dos personas distintas en un solo dios verdadero.
EliminarO(u)rense existe, igual que Teruel.
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