Confinado en casa,
muy a mi pesar,
guardando las distancias que el Estado
obliga a guardar.
Si insisten, me pongo
mascarilla ahora,
pero mordaza no voy a ponerme
que calle mi boca.
Algunos vecinos
toditas las tardes
se asoman a la ventana a las ocho
Malhaya el Estado
que así nos condena
a la soledad sin besos ni abrazos
de la cuarentena.
Ordena el Gobierno
que nadie se salte
el confinamiento, y yo me lo salto,
que no hay quien lo aguante.
Hay otra pandemia
peor que la peste
y el virus coronado, madre: el miedo,
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