martes, 28 de abril de 2020

La prueba de la carga y la carga de la prueba

La prueba de la carga. Según la inevitable Güiquipedia el onus probandi o carga de la prueba en derecho penal es “la base de la presunción de inocencia de cualquier sistema jurídico que respete los derechos humanos.” Toda persona es inocente mientras no se demuestre su culpabilidad. 

Para nuestro sistema sanitario, y a raíz de la importación del virus coronado y del Estado de Alarma decretado por el Gobierno, no sucede lo mismo, sino que resulta al revés: toda persona está infectada mientras no se demuestre convenientemente, mediante las adecuadas pruebas sanitarias, lo contrario. 


Lo lógico sería que quien nos acusa demostrase su acusación: el acusado no tiene que demostrar su inocencia, ya que partimos de ella. Pero el sistema sanitario ejerce un poder omnímodo que restringe nuestros derechos y libertades en nombre de los fantasmas de la salud pública y de la seguridad nacional. Ahí hemos visto la conchabanza entre el Ministerio de la Salud y el de la Guerra, como se llamaba antaño al que ahora le dicen de Defensa: Ya lo dijo el otro: “Por mi propio bien” / me dijeron al hacer-/ me una gran maldad”. 

Pero ya nos advirtió Huxley el siglo pasado: Todos estamos enfermos, mientras no se demuestre lo contrario. Si no presentamos síntomas de enfermedad, no significa que estemos sanos, ya que podemos ser enfermos asintomáticos, que no padezcamos la enfermedad, o que la padezcamos sin enterarnos, con unos síntomas muy leves, y podemos contagiar a los demás, incluso a los seres queridos y más allegados, lo que no nos perdonaríamos nunca. 

Las autoridades sanitarias juegan a hacernos chantaje emocional con eso para que nos resignemos a ser considerados y tratados todos como pacientes, en el sentido médico del término. Por eso todos, por real decreto, estamos confinados. Todos estabulados. Todos enfermos. 

El Estado Terapéutico, con la Organización Mundial de la Salud a la cabeza, vela por todos nosotros. Nos han impuesto la enfermedad. Nos han contagiado a todos. Los adultos "sanos" no pueden tomar las decisiones que desean, ni los enfermos rechazar las que no desean, porque todos somos un peligro para los demás. El prójimo se ha convertido en una fuente de contagio. Han decretado el confinamiento de toda la población: y ha sido peor el remedio que la enfermedad. Y lo más gracioso de todo, si no fuera bastante preocupante,  dramático y sarcástico, es que la mayoría de la población aplaude. Aunque no todos. Nunca todos. Afortunadamente.

2 comentarios:

  1. Toda persona es inocente hasta que no se demuestre su culpabilidad.
    ¿Sobra el "no" ? ¿No debería ser "Toda persona es inocente hasta que se demuestre su culpabilidad"?

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    1. Tengo mis dudas, porque podría tratarse de un no "expletivo" ("Que no aporta significado, tan solo cierto valor expresivo, y puede omitirse sin afectar a la gramaticalidad de la construcción en la que aparece; p. ej., no me voy hasta que (no) me echen", según la Academia). Pero lo corrijo arriba para que no haya dudas sustituyendo el "hasta que" por "mientras: "Toda persona es inocente mientras no se demuestre su culpabilidad". Gracias por la observación.

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