El primer ministro israelí, el señor Netanyahu, justificó la matanza de los gazatíes que se está llevando a cabo durante el conflicto entre Israel y Hamás basándose en alusión bíblica del Antiguo Testamento (I Samuel, 15, 2-3), que cito como es costumbre por la traducción que manejo de Nácar-Colunga (el énfasis de la negrita es mío): Así habla Yavé Sabaot: Tengo presente lo que hizo Amalec contra Israel cuando le cerró el camino a su salida de Egipto. Ve, pues, ahora y castiga a Amalec, y da al anatema cuanto es suyo. No perdones, mata a hombres, mujeres y niños, aun los de pecho; bueyes y ovejas, camellos y asnos.
Identifica así a Hamás subrepticiamente con Palestina, a esta con Amalec y a los palestinos con los amalecitas, e invoca su exterminio total, en el nombre de Yavé Sabaot, el Señor de los Ejércitos, un dios sanguinario e inflexible que no perdona a los enemigos de Israel, su pueblo elegido, un pueblo fanático apoyado por el gobierno demócrata estadounidense y sus vasallos europeos, que respaldan esa matanza, siendo muy escasas e inaudibles las voces que reclaman un alto de ese fuego atizado por el fundamentalismo religioso.
Merece la pena citar el artículo de Laurent Guyénot Israel's biblical psycopathy, en el que el autor defiende que el primer ministro israelí no es un psicópata en el sentido psiquiátrico habitual del término, sino que es el Estado de Israel en su conjunto el que padece de una psicopatía o neurosis colectiva cuya raíz hay que buscarla en la Biblia, y en ese concepto que confunde judaísmo y humanidad, excluye de esta última a los gentiles o no-judíos, lo que hace que un crimen cometido contra los judíos como fue la shoá u holocausto se considere un “crimen contra la humanidad”. Ya comentamos aquí cómo se confunde el mandamiento de “amaos los unos a los otros” en el judaísmo con el ahavat o amor a Israel.
Esa psicopatía que denuncia Guyénot no es genética, sino cultural, y más aún, religiosa, “proviene del celoso dios inventado por los levitas para controlar a las hambrientas tribus lanzadas a la conquista de Palestina hace unos tres mil años”.
Yahvé, "el dios de Israel", es un dios que odia a los demás dioses, a los que considera falsos dioses, erigiéndose a sí mismo, de hecho, como único dios verdadero, un dios que exige una obediencia ciega a su pueblo elegido, que debe acatar escrupulosamente al pie de la letra la Ley, y le promete someter a todas las naciones al dominio de Israel y destruir a aquellas que se resistan.
El sionismo, bajo este prisma cultural, no es un movimiento laico o secular, sino religioso y bíblico, basado en la biblia hebrea, que es el llamado Antiguo Testamento de la biblia cristiana. Aunque Theodor Herzl, el creador del sionismo, no se inspiró en la Biblia directamente, eligió el nombre de Sion, que es la denominación bíblica de Jerusalén, para su movimiento.
En la creación del Estado de Israel figura lo siguiente (énfasis mío): La Tierra de Israel, Palestina, fue el lugar de nacimiento del pueblo judío. Aquí se formó su identidad espiritual, religiosa y política. Aquí alcanzaron por primera vez la condición de Estado, crearon valores culturales de importancia nacional y universal y dieron al mundo el eterno Libro de los Libros.