El mandarín regionalista que decía que había que “vacunar” a todos por las buenas o por las malas, por lo civil o por lo militar, ha hecho un llamamiento a todos sus súbditos, y especialmente a los más mayores, para que hagan caso a los médicos (sic) y se pongan la segunda dosis de refuerzo de la “pauta completa” -el cuarto banderillazo, que es el posterior al tercero y el anterior al quinto- contra el Covid-19, así como la vacuna de la gripe, que ha reaparecido como el Guadiana, y que “este año está pegando también fuerte", según sus propias palabras. En definitiva, dos pinchazos al precio de uno.
Y como no podía caber menos de él, el mandatario que está dispuesto a pactar con Dios y con el Diablo, siempre y cuando gane las elecciones, ha predicado con el ejemplo sometiéndose a las dos inoculaciones prescritas, suponemos, por su médico: Las dos se pueden poner el mismo día, no hay ningún problema; yo es lo que he hecho hoy, ponerme las dos vacunas. Se refería al pasado viernes 4 de noviembre, en que acudió al Centro de Salud de El Astillero (Cantabria) a que le pusiesen las dos banderillas, una en cada brazo, lo que no deja de ser una ventaja porque no hay que volver, ya que uno está allí, otro día a ponerse la otra. Según sus palabras, inocularse es lo "sensato", ya que está "bastante comprobado" tras dos años de experiencia, el nivel de "eficacia" de las "vacunas".
Este año está pegando también fuerte (la gripe que había desaparecido)
Su argumentación, si puede llamarse así, es que durante la pandemia, la "vacuna" ha sido la "gran solución" para muchas personas "que hubieran, seguro, muerto, o tenido complicaciones grandes" como "pasar por la tortura de la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI)".
¿Cómo se atreve a decir algo así? ¿Cómo puede saber él algo que no ha sucedido y que no puede saber ni Dios todopoderoso y omnisciente? Lo que sí podemos saber es que algunos que han recibido la gran solución, como él la denomina, han tenido a consecuencia de ello un gran problema: han tenido complicaciones grandes, han pasado por la sala de torturas de la Unidad de Cuidados Intensivos y han, algunos, fallecido, como revela el alarmante índice de sobremortalidad que padecemos. Asimismo, sabemos también que hay quienes no habiendo recibido la hostia farmacéutica y supuestamente salvífica se han librado de esos males y desgracias. Es una irresponsabilidad por su parte declarar que las consecuencias de vacunarse, salvo en algún caso extremo (sic), no han sido importantes, cuando están documentados numerosos efectos adversos y también fallecimientos que no dejan de producirse.
Hay que pincharse dice el mandatario hasta que se encuentre una vacuna que sea más o menos permanente, porque lo que está claro es que esta no lo es, y que si los expertos dicen que tiene una duración de 4 ó 5 meses y que es conveniente ponerse la cuarta, será conveniente también ponerse la quinta, la sexta y la enésima, habida cuenta de la obsolescencia programada del producto que nos venden.
El hecho de que él haya tenido la suerte de no tener ninguna complicación y que no haya notado nada de nada, a saber lo que le han inyectado, no debería ser argumento suficiente para animar a toda la población y especialmente a los más mayores a pincharse: Yo no he notado absolutamente nada en las tres que me he puesto, nada de nada.
Ha exhortado a los cántabros a acudir solícitos a los vacunódromos cuando reciban el recordatorio de vacunación en el móvil, porque aunque es voluntario, y según él no debería serlo, se está haciendo un gran esfuerzo por atender a toda la población y hay vacunas suficientes. Se supone que el esfuerzo es económico, y de hecho se está destinando más dinero público a la llamada vacunación de una vacuna que no lo es que a la atención primaria, que hace que los pocos médicos que quedan estén mal pagados, sobrecargados de trabajo, hasta el punto de que no hay cosa más difícil que conseguir una cita presencial con el médico en el día en el reino de Cantabria.
Revilluca, como le llaman al mandatario sus súbditos con el diminutivo afectuoso cántabro, declaraba a la hoja parroquial de sus feligreses: Es un lujo que en este país tengamos a disposición de los ciudadanos todas las vacunas cuando hay todavía cantidad de países que no las tienen; vivir en España o en Europa es un lujo y tenemos esta ventaja, aprovechémosla. Solo le faltó decir, como dijo el otro, que Europa es un jardín y el resto del mundo es una jungla.