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sábado, 20 de enero de 2024

¿Es verdad la realidad?

    Me sorprendió el otro día el hondo calado filosófico de la declaración de nuestro presidente del gobierno, que en una entrevista concedida al Periódico Global -El País, para los lerdos-, respondía a la pregunta de la entrevistadora: “Lo más relevante es saber que en la vida como en la política la verdad es la realidad”. 
 
    Algunos fans (abreviatura anglosajona probable de 'fanatic' -fanáticos- tomada del inglés americano para los hinchas entusiastas del béisbol y que aquí empleo yo con el sentido de devotos que le han entregado sus votos, nunca mejor dicho, y su devoción a Pedro) recurrieron enseguida a buscar la fuente arcana de tanta sabiduría de la que había bebido el presidente, y se remontaron al mismísimo Aristóteles. 
 
    Pero hay una cosa clara, por mucho que investiguemos en los textos del estagirita, Aristóteles nunca dijo que la verdad fuera la realidad, por la sencilla razón de que la realidad no estaba inventada todavía. 
 
    No es una broma lo que digo, dado que se trata de un término y un concepto neolatino moderno ajeno a la antigüedad clásica, que remonta a la palabra res 'cosa', a través del adjetivo  realis 'relativo a la cosa'de donde se obtuvo el sustantivo abstracto y, por lo tanto la idea, de realitas, que el diccionario de Blánquez Fraile define como “physica rei existentia”, para lo que ha tenido que recurrir a un helenismo como “physis” y al latín tardío 'ex(s)istentia', de modo que signifique algo así como “surgimiento natural o físico, si se prefiere mantener el helenismo, de una cosa: vamos que tiene existencia efectiva, para lo que tiene que tener un nombre y, secundariamente, un número. 
 
 
    Una formulación como “La verdad es la realidad” así, en abstracto, no deja de sembrarme muchas dudas, por lo que decido consultar al oráculo de la Inteligencia Artificial a través de la Sibila de Cumas que es el Chat GPT. Preguntado si la verdad es la realidad como dice Pedro, esto es lo que me contesta el susodicho Chat, ni sí ni no, sino todo lo contrario: 
 
    La verdad y la realidad son conceptos relacionados pero distintos. La realidad se refiere a lo que existe de manera objetiva, independientemente de nuestra percepción o interpretación. Es lo que es, independientemente de nuestras creencias o conocimientos sobre ello. 
 
    Por otro lado, la verdad se refiere a la correspondencia entre nuestras creencias o afirmaciones y la realidad. En otras palabras, algo es verdadero si se ajusta a la realidad. Sin embargo, a veces nuestras percepciones pueden estar equivocadas, y lo que creemos que es verdad puede no coincidir con la realidad objetiva. 
 
    En resumen, la verdad aspira a reflejar fielmente la realidad, pero no siempre coincide debido a nuestras limitaciones en la percepción y comprensión. La realidad es independiente de nuestras percepciones y creencias, mientras que la verdad es la representación precisa de esa realidad en nuestras mentes. 
 
 
    La respuesta no me saca de mis dudas ni me deja satisfecho. El primer párrafo me siembra muchas más dudas aún de las que yo albergo, porque si la realidad es lo que existe objetivamente pero depende de mi percepción subjetiva, está claro que mi percepción distorsiona la realidad, por lo que esta no puede ser verdad... y lo que creo que es verdad puede no coincidir con la realidad objetiva... 
 
    Ante mi perplejidad, pues no me ha sacado de la duda, decido formularle al oráculo la pregunta al revés, por aquello de que si A es igual a B, B es igual a A, y le pregunto: ¿La realidad es la verdad? Me responde lo mismo con otras palabras: 
 
    La realidad y la verdad son conceptos complejos que han sido objeto de reflexión y debate a lo largo de la historia filosófica y epistemológica. En términos generales, la realidad se refiere a la existencia objetiva de cosas y eventos, independientemente de si son percibidos o comprendidos por alguien. Por otro lado, la verdad se relaciona con la correspondencia entre nuestras creencias o afirmaciones y los hechos objetivos. 
 
    En muchos casos, se asume que la realidad y la verdad están estrechamente vinculadas, ya que se espera que nuestras percepciones y comprensiones se alineen con lo que realmente existe en el mundo. Sin embargo, existen perspectivas filosóficas que cuestionan la posibilidad de conocer una verdad absoluta o la realidad en sí misma, argumentando que nuestras percepciones están siempre mediadas por nuestras experiencias y limitaciones cognitivas. 
 
    En resumen, aunque la realidad y la verdad están relacionadas, no son necesariamente idénticas. La verdad se refiere a la correspondencia entre nuestras creencias y los hechos, mientras que la realidad es la existencia objetiva de cosas y eventos, independientemente de nuestras percepciones. La comprensión completa de estos conceptos puede variar según la perspectiva filosófica o epistemológica que se adopte. 
 
    Al final, lo que viene a decirme el oráculo con su farragosa palabrería, literatura barata, es que la comprensión de ambos conceptos depende de la perspectiva que se adopte. Para ese viaje no necesitábamos tantas alforjas filosóficas ni epistemológicas porque lo que sí está claro es que hace falta que alguien diga, como nuestro presidente, no Aristóteles, que la verdad es la realidad para que luego venga otro como yo, por ejemplo, que soy cualquiera, y lo desmienta diciendo que no, que eso es mentira, que la realidad es una cosa y la verdad es otra muy distinta.  

sábado, 2 de diciembre de 2023

La Historia se repite

    Los que peinamos canas recordamos que “Así se las ponían... al Caudillo", cuando desde el balcón de la plaza de Oriente lanzaba a España y al resto del mundo sus proclamas de exaltación patriótica, como reflejaba por ejemplo el diario ABC, noticia que hay que leer con la voz en off del NODO: Franco fue aclamado por una multitud incalculable (sic por el adjetivo) en la Plaza de Oriente y sus inmediaciones. En el balcón del Palacio Real se hallaban junto a Su Excelencia el Generalísimo su esposa y los Príncipes don Juan Carlos y doña Sofía. Decía el Dictador a la muchedumbre: Mientras Dios me dé vida y claridad de juicio seguiré empuñando el timón del Estado
     Igualmente, nuestro recién investido presidente, que acaba de publicar un libro de autobombo y platillo titulado Tierra firme, se daba un baño de masas en olor de multitudes en el IFEMA de Madrid, a donde habían acudido decenas de autobuses gratuitos que se habían fletado desde las distintas Españas para participar en el acto de exaltación patriótica del Gran Líder que no se andaba por las nubes, sino que pisaba tierra firme. Era un acto de propaganda para demostrar a Europa y al resto del mundo que el presidente no había perdido el rumbo de la calle ni el timón del gobierno. 
 
    Ondeaban banderas rojigualdas como en la plaza de Oriente, y no pocas, en este primer mitin de Pedro Sánchez, el Gran Líder que hace, según ha repetido hasta la saciedad, de la necesidad virtud, y lo que viene a ser lo mismo, de tripas corazón para justificar las in inmensas tragaderas de los pactos que le llevan al gobierno, investido ya presidente, que gritaba entusiasmado que iba a haber ¡cuatro años de gobierno progresista!, y  que no iba a haber (porque él no era como ellos) "ni Trump, ni Milei, ni Bolsonaro, ni el holandés Wilders, ni tampoco Feijoo ni Abascal..." Se justificaba así, como aquel fariseo evangélico que rezaba en el templo, diciendo que él no era como los malos ejemplos que citaba, que él era progresista, y no era como el publicano que también había ido a rezar al templo como él, o, en este caso, como los dos últimos personajillos que cita, que se habían presentado a las mismas elecciones que él.
 
 
    Transcribo una parte de su alocución a las masas bajo el eslogan progresista de "España avanza" por la vía del progreso a no se sabe dónde: Porque esta es España, esta es la España que nosotros reivindicamos con todo el respeto al resto de sentimientos que pueda haber sobre qué significa ser español o española. A mí me encanta ver banderas de España aquí porque nosotros también somos España... Nosotros reivindicamos... la España abierta, la España tolerante, la España amante de la paz, de la justicia social, la España feminista, la España ecologista. Y efectivamente por eso no va a haber ni Trump, ni Milei, ni Bolsonaro, ni el holandés Wilders, ni Feijoo ni Abascal, ¡va a haber cuatro años de gobierno progresista!, de avances... sociales, de convivencia … y de estabilidad... institucional en España. 
 
     Conviene de vez en cuando desempolvar y leer las sagradas escrituras para comprobar cómo la Historia se repite. Leamos por ejemplo la parábola del fariseo que cuenta el evangelio de Lucas (18,11) muy apropiada para aquellos que confían mucho en sí mismos, se tienen por justos y desprecian a los demás, que cito como es habitual por la traducción de Nácar-Colunga que manejo. “El fariseo, en pie, oraba para sí de esta manera: ¡Oh Dios! Te doy gracias de que no soy como los demás hombres, rapaces, injustos, adúlteros, ni como este publicano”. Obviamente, en este caso el fariseo es el presidente, o mejor dicho, por no personalizar tanto en la cabeza visible, el fariseo sería el gobierno progresista que nos promete para los próximos cuatro años,  y los publicanos son los nombres propios de los gobernantes o aspirantes a serlo que cita. 
  


    Lo que parece que está claro ya a estas alturas no es que vaya a haber gobierno progresista, que ya lo hay, que no ha dejado de haberlo hasta ahora, porque había el mismo de antes pero en funciones, y que ya hay nombrados nuevos ministros (y nuevas ministras), sino que ese gobierno vaya a ser mejor que los demás porque eso es algo indemostrable, e incluso puede decirse sin ningún empacho que es una flagrante mentira, porque no hay, no ha habido ni habrá nunca ningún gobierno bueno de ningún signo político ni en España ni en el mundo.