Las informaciones puntuales durante 24 horas de las actualidades de las guerras nos distraen de la instalación del programa “Great Reset”, que sigue en marcha. Prosigue, en efecto, la implantación del gran reseteo, como se dio en llamar con anglicismo flagrante a dicha agenda, que no se ha paralizado.
Quizá su característica más importante es la aplicación de la vieja censura para acallar las voces disidentes, aunque, por supuesto, no se llama así porque 'censura' es un término muy ominoso que recuerda viejos tiempos. Se llama lucha contra la desinformación, las falsas noticias y la pseudo-ciencia.
Desde que comenzó la guerra (tanto la de Ucrania como esta otra de Israel que nos sirven ahora los medios, por citar las más espectaculares pero no las únicas que hay en el planeta) han surgido en todas partes llamamientos a la supresión de la libertad de expresión. Recojo una breve muestra de noticias de la prensa diaria a modo de ejemplo de lo que digo: El comisario de la Unión Europea, el señor tal y cual, ha advertido a todas las principales plataformas de redes sociales de que hay que combatir la desinformación sobre Israel, amenazando con multas. La policía alemana y francesa está disolviendo manifestaciones pro Palestina, mientras –tanto en el Reino Unido como en Estados Unidos– hay llamadas a arrestar a personas por ondear banderas palestinas o a deportar a quienes “apoyan a Hamás”...
Se crea así una cultura del miedo que hace que nos asuste expresar nuestras opiniones políticas ante el nuevo tribunal de la santa inquisición y el santo oficio sobre los temas candentes, a saber: el covid, Ucrania, el cambio climático y ahora Israel. Y suma y sigue.
Recojo, a propósito de lo primero, la reciente intervención en la Cumbre Internacional de la Salud celebrada en Berlín de Christian Drosten, el virólogo de cabecera de Ángela Merkel, uno de los mayores responsables de la pandemia, que ideó la aplicación de la PCR para detectar el presunto virus, que dijo que "para la próxima (pandemia)" (luego, va a haber próximamente otra) es fundamental y prioritario comenzar por censurar en los medios a científicos, y reducir toda "la Ciencia" a un dogma dictado por Instituciones de Expertos solventes (como él, naturalmente).
Lo dice, él que es alemán, en la lengua franca del Imperio para que lo entienda todo el mundo en todo el planeta, con subtítulos en la suya propia que es la de Goethe. Pretende así en nombre de la nueva religión que es la Ciencia que él representa crear un tribunal de la santa inquisición que determine lo que es científico y lo que no, lo que debe divulgarse y lo que no, contradiciendo el propio espíritu científico, siempre abierto a cuestionarse y a ponerse en duda razonable.
El virólogo Christian
Drosten dice (el énfasis es mío): Así que no deberíamos
permitir a nadie que, sólo por tener algún título académico,
hable sobre el núcleo del problema en medio de una pandemia.
Según Drosten, hay que defender de una manera numantina las Instituciones de la Ciencia, y excluir el debate científico: Necesitamos recurrir a las instituciones
científicas para hacer una selección y nombrar paneles de expertos
que sean realmente expertos y que no aparezcan en los medios, pero
que de alguna manera estén calificados para resumir el estado de la
ciencia. Y esto sólo puede suceder a través de las instituciones de
la ciencia. Estas instituciones deben ofrecer esta función a la
sociedad. Estas instituciones científicas en realidad están
formadas por científicos, científicos de primer nivel.
Estas sugerencias del
virólogo superestrella dan miedo tanto por lo que concierne al mundo de la propia ciencia como a la sociedad en general.
El hecho de que la fuerza gobernante del mundo sea una élite globalista económica por encima de cualquier Estado y de cualquier régimen político de izquierdas o derechas quedó brutalmente claro con la falsa “pandemia”. Se está vendiendo la narrativa por parte del imperio estadounidense en vías de desmoronamiento de que existe un nuevo eje del mal orquestado por Rusia, China, Irán et alii, por lo que se renueva la vieja guerra contra el terrorismo (War against Terror, segunda temporada).
Francotirador debajo del rosetón de la catedral de León.
Si la pandemia dejó claro que todas las élites del mundo siguen el mismo guion, la guerra está diseñada para hacernos olvidar ese hecho.
La guerra sucia -pero no hay ninguna limpia, desengañémonos, como no hay ningún crimen de guerra al margen de la propia guerra- entre Israel y
Hamás nos divide aún más, como la guerra contra el virus y la guerra
-siempre la guerra, aunque la llamen 'operación especial'- contra Ucrania.
Pero no nos engañemos, los enemigos no son los musulmanes, ni los judíos, ni los rusos ni ningún pueblo en definitiva... sino las élites, galicismo este que abarca a los gobiernos y a los poderes que hay por encima de ellos a los que obedecen, procede del latín electi, que quiere decir, 'los elegidos', los que se han auto-elegido presentándose a las elecciones democráticas y han sido elegidos y refrendados por las mayorías democráticas, así de claro.