viernes, 21 de julio de 2023

El espacio, el tiempo y yo.

       Leyendo “Feria” (2020), la novela con la que Ana Iris Simón dio el campanazo hace un par de años, recuperando su infancia y la España rural ahora vaciada, me sorprendió este recuerdo infantil de la autora que, viendo el vídeo de la boda de sus padres, le pregunta a su padre (págs. 40 y 41) dónde estaba ella, que no aparece: 
 
    Me gustaban mucho los efectos del caleidoscopio y los filtros de colores con los que había editado el vídeo el de Pacheco, la tienda de fotos de mi pueblo, y también las hombreras y los encajes del vestido de novia de la Ana Mari. Más de una vez les reproché a mis padres -a mi padre y a la Ana Mari- que no me hubieran esperado, que me hubieran excluido de algo tan importante, a lo que mi padre siempre me respondía que no sabían que yo iba a llegar ni que cuando llegara me iba a apetecer tanto haber ido a su boda.
 
    Entonces yo le preguntaba que dónde estaba yo en su boda y él me decía que no existía y yo le respondía con otra pregunta, la de dónde estaban los niños antes de existir. 
 
 
    Él me decía que en ninguna parte, que no existían, que no eran. Yo aseguraba que eso era imposible porque cuando me quedaba embobada y él me preguntaba que en qué pensaba y yo respondía que “en nada” él me decía que en nada no se podía pensar. (…) El caso es que si la nada no se podía pensar era porque no existía y si no existía, ¿cómo iban a ser nada los niños antes de nacer? 
 
    La pregunta de la niña Ana Iris sigue viva e hiriéndonos en lo más hondo, porque la respuesta que le da su padre, que simboliza lo que le dice la sociedad adulta al niño que mata con la respuesta, no resuelve el interrogante, siempre vivo, ni satisface la inagotable curiosidad infantil.

    Por eso puede hacerse esa pregunta cualquiera, niño o adulto: ¿Dónde estaba yo cuando aún no había nacido? Y usando los tiempos futuros de nuestro verbo: ¿Dónde estaré yo cuando ya no esté? Y las preguntas siguen vivas, sin respuesta que valga. La pregunta con el verbo en presente -¿Dónde estoy?- no tiene mucho sentido. Se responde sola: aquí y ahora. Yo estoy aquí y ahora, vivo siempre. El pasado y el futuro son solo trampantojos, espejos cóncavos que deforman la realidad configurándola.  

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