Una cita espuria de las muchas falsas que circulan por la red le atribuía a Henrik Ibsen una reflexión sobre el dinero que, investigando un poco, descubro que le corresponde a otro escritor noruego Arne Garborg (1851-1924), que desconocía, y del que leo en la inevitable Güiquipedia, que defendió el uso del Landsmål ahora conocido como noruego moderno como lengua literaria, a la que al parecer tradujo la Odisea de Homero.
Pero dejémonos del autor y vayamos a su obra, en concreto, a la reflexión sobre el dinero que nos trae aquí y que escribiera Garborg para un libro de lectura de niños
de 7 a 14 años "Libro de lectura para la escuela popular" (1903), y que ofrezco en traducción castellana de Ida Teresa Raab:
El dinero no tiene ningún valor intrínseco; pero constituye un gran bien para quien sabe emplearlo como debe.
Dícese que por dinero todo se consigue; pero no, esto no es posible.
Puede comprarse comida, pero no apetito; camas suaves pero no sueño; medicinas, pero no salud; instrucción, pero no sabiduría; adornos, pero no hermosura; brillo, pero no satisfacción; diversiones, pero no alegría; relaciones, pero no amistad; servidores pero no fidelidad; días tranquilos, pero no paz; la cáscara de todo puede conseguirse mediante el dinero, pero no la pepita; esta no cae por la acción del oro.
La traducción de Ida Teresa Raab omite, al parecer un par de frases al comienzo del texto
El dinero no tiene valor en sí mismo. No puedes comerlo, ni beberlo, ni usarlo. Podrías tener el bolsillo lleno de dinero y pasar hambre, sed, congelarte hasta morir, donde no hubiera comida, bebida o ropa.
El dinero está lejos de ser el mayor bien, pero tampoco el segundo. Pero es un gran bien para aquellos que los usan sabiamente.
Se trata, como puede comprobarse tras la lectura, de una crítica moralista -lo malo no es el dinero en sí, sino el mal uso- pero no una condena del dinero, pues 'constituye un gran bien' si se hace buen uso de él. Hay que tener en cuenta que el texto está inserto en un libro pedagógico para niños con el que se trata de educarlos para una sociedad capitalista en la que deben hacer un buen uso del dinero.
Buceando un poco sin embargo en la obra de Garborg, en la medida de mis escasas posibilidades por desconocimiento total de su lengua, encuentro una condena sin paliativos en estos versos, donde se alude al capitalismo como Mammón, un monstruo siniestro que se alimenta de la sangre y de la médula de los seres humanos, y que ni siquiera les proporciona riqueza a los que lo poseen y controlan. Se trata, según la inevitable Güiquipedia, de una palabra aramea que representa al dios o demonio más bien de uno de los siete pecados capitales: la avaricia.
Mammón y su esclavo, Sascha Schneider (c. 1896)
Es famosa la frase de Jesucristo de que no se puede servir a Dios y a Mammón, que hemos denunciado por aquí en alguna ocasión: ¿Quién es este Mamón, también llamado Mammón y Mamona? Es sin duda el
espíritu diabólico que controla las finanzas de este mundo, es decir, el
Dinero. Se puede glosar la enseñanza evangélica como que no se puede
servir a la vez a Dios y al Demonio, que es el Dinero. Sin embargo,
ambos señores contrapuestos en el Sermón de la Montaña han resultado al
fin y a la postre ser el mismo señor, dado que Dios ha resultado que era
Mamón y viceversa, o dicho de otra manera resultó que Dios era el
Becerro de Oro, cuyo culto prohibió Moisés fundiendo la idolatrada
estatua, con lo que se destruye la afirmación evangélica de que no se
puede servir a la vez a Dios y al Dinero porque son lo mismo: dos caras
de la misma moneda.
A partir de la traducción al inglés, me atrevo a versificarlos en castellano:
Sólo así consiguió / un poder tremebundo, / colocando a Mammón / a gobernar el mundo.
Ahora es Mammón / el mayor comandante / mucho más poderoso / que cualquier gobernante.
¿Cómo puedes traducir una lengua que no conoces?
ResponderEliminarYo no he dicho eso. Digo que he versificado, o lo que es lo mismo, puesto en verso castellano una traducción inglesa del noruego.
EliminarAh, claro. Ya me parecía a mí que tú no tenías el don de lenguas del Espíritu Santo.
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