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sábado, 6 de junio de 2020

El Juicio Final

El tríptico de El Juicio Final del pintor flamenco Hans Memling, creado entre 1466 y 1473, está basado en el Apocalipsis, el último libro del Nuevo Testamento de la Biblia, y narra el Fin del Mundo anunciado con el toque de trompeta de los ángeles de Dios. 


A dicho son, como si fuera el toque cuartelero de diana, saldrán los muertos de sus tumbas en el valle de Josafat, lo que determina el fin de los tiempos, según el cristianismo, para ser juzgados por Jesucristo, que aparece sentado en el centro de la composición sobre un arco iris, con sus características llagas en manos, pies y costado y un manto rojo que simboliza su pasión, rodeado por sus doce apóstoles, la Virgen y Juan Bautista, impartiendo justicia sobre los muertos que resucitan desnudos de sus tumbas. 

Debajo de él el arcángel Miguel sopesa las almas, es decir, los cuerpos, ya que las almas sólo pueden representarse in puris naturalibus, sin el aditamento del vestido, como cuerpos desnudos en la balanza de la justicia. San Miguel, alado como un ángel, está caracterizado como un caballero medieval con armadura dorada, lleva a cabo lo que se ha denominado con término griego la psicostasis o pesaje de las almas, procedimiento por el que se determina la condenación o salvación del alma del difunto dependiendo del peso de sus buenas o malas acciones. Si pesan sus buenas acciones, el plato de la balanza se inclina hacia abajo y el alma del juzgado se salva, como el que vemos en actitud suplicante, lo que simboliza que su fe lo ha salvado. Si no pesan sus buenas acciones, el diablo se lleva su alma, como el condenado que vemos que se retuerce a punto de ser arrastrado a la boca del infierno por un demonio que le arrastra de los pelos. 

Panel central del tríptico El Juicio Final de Hans Memling (siglo XV)

En el mundo romano la balanza se identifica con la Justicia, convirtiéndose en su atributo simbólico más característico. La justicia divina se representa como una imitación de la justicia humana, lo que a su vez justifica la existencia de los tribunales de justicia humanos como trasposición del juicio de Dios. En el panel central, sorprende una escena de claro simbolismo: un ángel blanco y un demonio negro se disputan el alma de un difunto resucitado, al que toman cada uno de una mano, lo que representa la lucha de las fuerzas angélicas del bien y demoníacas del mal. 


En el panel de la derecha del Señor, que es la izquierda del espectador, se representan las puertas del Cielo, de un palacio -en realidad la fachada de una catedral, lo que simboliza la salvación que depara la Iglesia- donde San Pedro, caracterizado con la llave de dicha puerta, recibe a los justos y donde los ángeles tocan música celestial. 

 
En el panel de la izquierda del Señor, que es la derecha del espectador, lo que nos da idea de lo relativos que son los términos izquierda/derecha, ya que lo que para unos es una cosa es otra para otros, está la puerta del infierno donde los monstruosos demonios con cuernos y rabo torturan a los condenados que arden en el fuego eterno. 

El Tuba mirum (La trompeta un sorprendente...) es el incipit o comienzo de una parte del Dies irae (Día de la ira), utilizado en la liturgia católica de la misa de Requiem por el eterno descanso del alma de los difuntos. Escuchemos el de Mozart mientras contemplamos el tríptico de Hans Memling.




(bajo)
Tuba mirum spargens sonum
per sepulcra regionum
coget omnes ante thronum.
La trompeta, al son de su toque sorprendente,
por los sepulcros de las naciones,
convocará a todos ante el trono.
(tenor)
Mors stupebit et natura
cum resurget creatura
judicanti responsura.
Liber scriptus proferetur
in quo totum continetur
unde mundus iudicetur.
La muerte se pasmará, y la naturaleza,
cuando resucite lo creado
para responder ante el juez.
Se abrirá el libro escrito
en el que está incluido todo aquello
por lo que el mundo será juzgado.

(contralto)
Iudex ergo cum sedebit
quidquid latet apparebit,
nil inultum remanebit.
Por lo tanto, cuando el juez tome asiento,
se hará visible todo lo que estaba oculto,
nada quedará sin castigo.

(soprano y cuarteto)
  Quid sum miser tum dicturus?
Quem pratonum rogaturus,
cum vix iustus sit securus?
 ¿Qué voy a decir yo, desdichado, entonces?
¿A qué abogado acudiré
cuando ni siquiera el justo está a salvo?