¿Me liberaré / de mi personalidad, / mi guion teatral?
Son tal para cual / el dinero y Dios, los dos, / pareja ideal.
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No pienso cambiar de ideas, fotomontaje de Gabriel Pérez-Juana (2025)
En tierra de nadie, / donde ninguna bandera / ondee en el aire.
Mil monedas de oro / va arrastrando por los suelos / ventisca de otoño
Casi en pleno invierno / un milagro inesperado: / en flor un almendro.
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Verso suelto soy, / poeta de arte menor / muy mediocre yo, / que cuenta sílabas cual / inexperto colegial.
Hace ahora ya / medio siglo que murió, / viejo, el dictador, / y que el Régimen mudó / su disfraz superficial.
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¿Ideas claras? / Dios nos libre de todas, / negras y blancas.
Inesperada, / salta, mira, la ardilla / de rama en rama.
La voz del pueblo: / "¡Abajo lo existente!", / sonó en el Bierzo.
¡Vivan los nombres / comunes de las cosas / sin propios motes!
¡Vivan las cosas / que no tienen ni nombre / ni cuenta propia!
Nieve en las cumbres, / salta el agua a raudales, / pasan las nubes.
¡Cuarto creciente! / ¿A quién le deja la luna / indiferente?
Voy, peregrino, / ni a Roma ni a Santiago, / sin rumbo fijo.
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Por tierras de Teruel / deshabitadas, / silencio sepulcral, / no pasa nada; / y, sin embargo, todas / las cosas pasan.
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Aunque parezca mentira / y no entre en cabeza humana, / se gana lo que se pierde, / se pierde lo que se gana.
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La semana es el uróboro
perfecto, monstruo mitológico serpentiforme
que se muerde la propia cola y forma un
círculo vicioso que gira raudo como rueda
sin cesar.
Cuando parece que ha llegado al fin el fin de la semana, y que la pesadilla se ha acabado, vuelve sin remedio a comenzar.
El fin que nunca llega y todos deseamos es el de los relojes y los calendarios.

