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jueves, 6 de noviembre de 2025

El discurso del presidente

El presidente lee su discurso. Todos los políticos profesionales lo hacen. Él no es ninguna excepción, y a nadie le sorprende. Su prédica la han preparado concienzudamente sus múltiples asesores, que le dictan lo que tiene que leer. Su presentación es impecable, si no fuera por la constante mirada a los papeles. 
 
Solo he tenido acceso a través de un vídeo a unos minutos de su alocución -no me hacen falta muchos más-, dentro de un acto en que se equiparan las palabras "memoria" y "democracia" dando a entender que la fuerza de la democracia es no olvidar la dictadura que según el sedicente gobierno progresista de coalición acabó hace ahora medio siglo. 
 
"Hace unos días conocíamos que más de una quinta parte de los españoles y españolas piensa que la dictadura de Franco fue buena o muy buena"
"Este terrible dato es el resultado también del revisionismo que busca enturbiar nuestra historia para nublar nuestro presente particularmente a las generaciones más jóvenes, que anula nuestro futuro, dado que con frecuencia, como he dicho antes, son nuestros jóvenes los que sucumben a ese discurso".
 
Le preocupa el dato que le parece terrible. El revisionismo histórico que critican los asesores del presidente no tiene en principio por qué ser algo negativo, ya que, como su nombre indica, consiste en una revisión o reinterpretación de la versión oficial sobre los hechos del pasado, que no implica necesariamente una falsificación de la historia, sino que es una fuente legítima y crítica de comprensión. 
 
Son los jóvenes, los españoles que tienen menos de sesenta o de cincuenta años, que son los años que hace que murió el dictador, los que sucumben al discurso de que la dictadura fue buena o muy buena, que no ven su intrínseca perversidad, por lo que necesitan una labor pedagógica “que no enturbie nuestra historia”, porque eso hace que se nuble “nuestro presente” y “anule nuestro futuro”. 
 
 
   
Los jóvenes no han vivido la dictadura, obviamente, pero sí viven la democracia presente, y lo que viven no les gusta, no hace falta que nadie les 'nuble el presente' para ver un capitalismo exacerbado que favorece la corrupción, que es la esencia misma del sistema, y cómo las glorias de este, que son la educación -que ya ni siquiera merece el digno nombre de enseñanza- y la sanidad dejan tanto que desear que nadie que tenga ojos y lo vea puede juzgar que sean buenas. 
 
No hablemos ya de los que sueñan con independizarse y acceder a una vivienda y a un trabajo dignos. Se les dice que no poseerán nada y serán felices. Y no poseen nada, ni casa, aunque sea un piso colmenero de protección oficial, ni trabajo propio como sus padres a su edad. Es cierto que no es la posesión sino el usufructo lo que conlleva el disfrute de las cosas. Pero ellos, que no poseen nada, y como mucho viven de alquiler en un piso compartido, tampoco son felices. 
 
"En fin, algo así no pasa por accidente ni tampoco por casualidad. Lo sabemos bien. Hay una labor lenta pero constante de deslegitimación de la democracia. Se empieza llamando al revisionismo 'concordia' y se termina ignorando, como bien ha dicho antes el Ministro de Memoria Democrática, el que en algunos edificios institucionales se torturó hasta el final". 
 
 
No se puede negar que durante la dictadura de Franco (1939–1975), la tortura fue una práctica sistemática en muchos edificios institucionales —especialmente en comisarías, cuarteles de la Guardia Civil y centros de detención—, y continuó utilizándose hasta el final del régimen, y durante la transición... Eso, naturalmente, deslegitima dicha dictadura, pero sus logros económicos son indiscutibles. 
 
En todo caso, la deslegitimación de la dictadura no legitima per se la democracia, como escribíamos en El franquismo del antifranquismo a principios de año cuando se anunció la celebración institucional del cincuentenario de la muerte del dictador -a moro muerto, gran lanzada.  
 
La dictadura de Franco no fue buena ni muy buena tampoco, pero eso no significa que la democracia actual lo sea simplemente porque se contraponga a aquella. Las comparaciones son odiosas, dice la gente, porque la dictadura que nos importa ahora no es aquella, que es agua pasada, ni la futura como el lobo del cuento infantil, que podría venir, sino esta que estamos viviendo ahora camuflada bajo el nombre de democracia.
 
"Esta ofensiva no solo busca falsear la historia, sino sentar las bases para demoler las libertades que tanto nos costó levantar". ¿Qué libertades son esas? No se ve por ninguna parte dónde están esas libertades que “tanto nos costó -¿a quiénes?- levantar”. 

viernes, 10 de enero de 2025

El franquismo del antifranquismo

Exhumar un cadáver para resucitar un fantasma del pasado y enfrentarse heroicamente a él no deja de ser un acto, a decir verdad, más bien poco heroico del que no hay mucho que enorgullecerse, por mucho que enarbolemos el "¡No pasarán!, porque de hecho pasaron. 
 
El pasado miércoles 8 de enero el presidente del Ejecutivo central de las Españas puso en en marcha el primero del centenar de actos destinados a conmemorar los cincuenta años de la muerte de Francisco Franco en noviembre de 1975. El objetivo de estos actos es celebrar los cincuenta años de libertad, poniendo en valor, como dice el Periódico Global, que es la voz de su amo, “la trascendencia de nuestra democracia y la desgraciada condición histórica previa”.
 
Se trata al parecer con estos actos de hacer pedagogía entre los jóvenes que a menudo suelen quejarse de la situación democrática actual, que es la que mejor conocen porque es la que padecen, porque desconocen “la desgraciada condición histórica previa”. 
 
Según los datos del CIS, los jóvenes españoles muestran una creciente tolerancia a regímenes autoritarios, como la dictadura que sufrimos aquí el pasado siglo, lo que les lleva a banalizar el mal, o sea, el franquismo, como si ese fuera el único de nuestros males. 
 
El problema según el editorial de El Periódico Global es “la corriente autoritaria que vuelve a recorrer el mundo occidental usando las reglas de la democracia para dinamitarla desde dentro” y la solución de ese problema sería “la explicación veraz de las condiciones de existencia bajo la dictadura franquista”. Por eso insiste en que la democracia actual, el régimen que ahora padecemos, "no solo tiene el derecho sino la obligación de explicar a los jóvenes qué fue el franquismo". 
No vamos a hacer aquí, nada más lejos de nuestra intención, Dios nos libre, ninguna apología del franquismo ni nada por el estilo,  ni a recurrir a la lágrima fácil de que cualquier tiempo pasado fue mejor. Que los demócratas celebren la democracia es comprensible, pero que no nos hagan comulgar con ruedas de molino a los que no tenemos nada que conmemorar y que, por supuesto, no somos demócratas porque estamos en contra de todas las dictaduras, y sobre todo, principalmente, de la que nos ha tocado padecer ahora mismo, que es la dictadura democrática.
 
La estrategia del Ejecutivo es comprensible: explicándoles a los jóvenes que cualquier tiempo pasado fue peor se pretende conseguir la aceptación acrítica de lo que tenemos ahora, como si la única alternativa o remedio que hay a lo presente fuera la vuelta atrás. 
 
Declararse a estas alturas antifranquista (o, más en general, antifascista), como hemos dicho muchas veces, en ausencia de franquismo y fascismo históricos, resulta paradójicamente franquista y fascista, porque enfrentándonos a trampantojos del pasado que se proyectan como amenazas sobre el futuro estamos abortando la crítica de los males presentes y sembrando entre las nuevas generaciones el conformismo con lo establecido al inculcarles que no hay mejor alternativa que esto que hay, que no es sino la continuidad de aquello otro que quedó, como dejó dicho el dictador, "atado y bien atado". 

Por eso condenamos el franquismo y condenamos la transición -en realidad transacción, en el sentido económico del término- a la democracia, y los cincuenta años de falsa libertad bajo el caudillaje democrático: España es un pájaro en una jaula que no ha aprendido a volar porque, como escribió el poeta, "salir quiere, y no puede: su jaula es él mismo". No reivindicamos aquel régimen despótico, pero tampoco este que padecemos ahora, no menos autoritario y dictatorial que aquel otro.