Roger de Rabutin (1618-1693), conde de Bussy, en una carta al conde de Limoges fechada el 18
de octubre de 1677, escribió: Dieu est
d'ordinaire pour les gros escadrons contre les petits: (Dios suele estar a favor de los grandes
escuadrones contra los pequeños). La idea que subyace detrás de esta cita
es que la mayoría (les gros escadrons)
siempre vence a la minoría (les petits)
porque es numéricamente superior, y eso Dios lo aprueba, sin entrar en qué partido, bando o batallón
es cualitativa- o moralmente mejor.
Ya antes que él, Tito Livio había dejado escrito que la
mayoría casi siempre vencía a la, por así decirlo, mejoría, sin achacárselo especialmente a la voluntad de la divina Providencia como hacía el conde de Bussy: “sed, ut plerumque fit,
maior pars meliorem uicit” (Livio, XXI, 4, 1): Pero, como casi siempre pasa, la mayor parte venció a la mejor. Livio
lo dijo a propósito de las guerras púnicas, cuando los aristócratas
cartagineses, capitaneados por Hannón (o Anón), que para nuestro historiador representaba
la mejor parte porque era la nobleza cartaginesa y defendía la paz con los
romanos, se opusieron a que Aníbal, aclamado general con el griterío unánime
del fervor popular, sucediera a Asdrúbal, conscientes de que esa chispa (paruus hic ignis) podría provocar un gran
incendio (incendium ingens). Anón (o Hannón),
que quería la paz con los romanos, no veía bien el nombramiento de Aníbal, que
contaba con el apoyo del partido de los Barca y de la mayoría. Así traduce José
Antonio Villar Vidal el pasaje: “Pocos, pero prácticamente los mejores se
mostraban de acuerdo con Hannón, pero como ocurre las más de las veces, la
cantidad se impuso a la calidad”. (Tito
Livio, Historia de Roma desde su fundación, Biblioteca Básica Gredos, Madrid
2001).
Pero
llegamos enseguida a Lucano que en su poema épico Farsalia
canta a Pompeyo, al que denomina las más de las veces por su sobrenombre Magno, derrotado en la guerra civil por su rival Julio César, y a
uno de sus partidarios, a Catón, que cuando recibió la noticia de
la victoria de César se quitó la vida. Lucano le dedica entonces un
hexámetro que es un magnífico epitafio: Victrix causa deis
placuit, sed uicta Catoni (Plugo a los dioses razón
vencedora, a Catón la vencida) del que se suele decir que el
poeta parangona a Catón con los propios dioses, pero del que don
Miguel de Unamuno, que también se complacía en la defensa de las
causas perdidas, comenta, viendo en él la quintaesencia del
quijotismo: “Aquí tenemos a Catón por encima de los dioses. Catón
de Útica, eterno modelo de hombre. De hombre, no de sobre-hombre,
¡no! sino de hombre”. En el verso de Lucano se ve claramente cómo
los dioses se complacen con la causa vencedora, otorgándole de hecho
la victoria, pero frente a la consideración de que lo que ha
triunfado es mejor que lo que ha sido derrotado por el hecho de haber
triunfado se rebela el sabio estoico, cuya dignidad se contrapone a
la de los dioses: su razón, aunque haya sido derrotada por la fuerza
de los hechos, y aunque le complazca al cielo, es moralmente superior
a la otra, a la ganadora. La causa vencedora fue la de César, la vencida, es decir la de Pompeyo,
fue la de Catón, que continuó luchando en defensa de la república
contra el proyecto dictatorial de César, y que tras la victoria
de este en la batalla de Tapso se quitó la vida. El verso de Lucano
exalta la elección de quien se mantiene firme en la defensa de sus valores
incluso cuando el curso de la historia se opone a ellos.
La batalla de Guadalete, Salvador Martínez Cubells (1845-1914)
La célebre redondilla castellana anónima y popular que citábamos el otro día basada probablemente en la batalla de Guadalete entre moros y cristianos en el
año 711, en la que el rey godo Rodrigo fue derrotado y perdió probablemente la vida, lo que supuso el fin del reino visigodo en la península ibérica, recoge la misma idea: Vinieron los sarracenos / y nos molieron a
palos, / que Dios ayuda a los malos / cuando son más que los buenos, o con la variante en los dos últimos versos (arrancando en el primero con "llegaron" en lugar de "vinieron"): que Dios bendice a los moros, / si son más que los cristianos".
A diferencia de Roger de Rabutin, que afirmaba que Dios estaba "d'ordinnaire" a favor de los grandes escuadrones, pero no necesariamente siempre, dejando abierta la posibilidad contraria, y de Tito Livio que decía que la mayoría de las veces, pero no todas, la mayor parte vencía a la mejor, la redondilla castellana basada en un hecho histórico, al igual que el verso de Lucano, concluye que la divina Providencia está siempre con la mayoría, que no es la mejor parte sin embargo.
La protesta de todas las causas vencidas suele ser, por eso mismo, una blasfemia contra la realidad de los hechos, como en la lengua popular española "Me cago en Dios", que ordinariamente se pronuncia "cagüendiós".