Hay
que agradecerle a Lactancio, el llamado Cicerón cristiano, que vivió a
caballo entre el siglo III y el IV, que nos haya conservado un
fragmento de Epicuro, incluido en su obra De ira Dei (De la ira de Dios);
no está en su versión original griega sino en una traducción latina que
podría deberse al propio Lactancio, pero en principio no hay por qué
desconfiar de su fiabilidad.
En
dicho texto, que se halla en el capítulo XIII 20-21 de su tratado sobre
la cólera divina pone en boca de Epicuro lo siguiente: deus, inquit, aut uult tollere mala et non potest, aut potest et non uult, aut neque uult neque potest, aut et uult et potest. (Dios, dice, o quiere eliminar los males y no puede, o puede y no quiere, o ni quiere ni puede, o quiere y puede).
Se
trata, como salta enseguida a la vista, de un tetralema paradójico
aplicado a un dilema que podríamos llamar “querer y poder”. El esquema
más básico del tetralema es 1) es; 2) no es; 3) ni es ni no es; 4) es y
no es.
1er. paso: si uult et non potest, inbecillus est, quod in deum non cadit. Si quiere y no puede, es impotente, lo que no le cuadra a un dios. Al dar este paso estaríamos negando la omnipotencia de Dios, y afirmando su impotencia, aunque no su bondad.
2º paso: si potest et non uult, inuidus, quod aeque alienum est a deo. Si puede y no quiere, malévolo, lo que igualmente es ajeno a la naturaleza de un dios. Al dar este paso estaríamos negando la bondad de Dios, aunque no su omnipotencia.
3er. Paso: si neque uult neque potest, et inuidus et inbecillus est. ideo nec deus. Si ni quiere ni puede, es no sólo malvado sino también impotente. Y por lo tanto no es ni siquiera un dios.
Si damos este paso, estaríamos negando que Dios sea omnipotente y
bondadoso, y, afirmando, dando un paso más, que es impotente y malvado,
por lo que no sería Dios.
4º paso: si et uult et potest, quod solum deo conuenit, unde ergo sunt mala? aut cur illa non tollit? Si quiere y puede, cosa que le cuadra a un dios, ¿por qué entonces hay males? Y ¿por qué no los elimina? Si
damos este paso, parece que podríamos compatibilizar omnipotencia y
bondad divina, pero nos preguntamos ¿por qué no lo hace? Y la pregunta
quedaría en el aire, sin respuesta.
La
opinión de Lactancio sobre la existencia del mal resulta bastante
trivial: según él, la cólera de Dios tendría un carácter pedagógico,
digámoslo así, ya que el Señor perseguiría el objetivo de dejar a sus
siervos libre albedrío para elegir la senda del bien o la del mal, y en
función de esa elección premiar después, una vez celebrado el
correspondiente juicio, a los buenos y castigar a los malvados.
Pero esa imagen de un Dios justiciero, un juez implacable, no le cuadra tampoco a un dios bondadoso.
Lo
que nos interesa de Lactancio es que nos ha transmitido el tetralema
epicúreo, y la argumentación que echa por tierra la bondad de Dios. En
ningún momento Epicuro dice que Dios no exista, simplemente pone en duda
la compatibilidad de algunos de sus atributos.