11.-
Reality show:
el espectáculo de la realidad se convierte en la realidad del
espectáculo y viceversa: la vida misma vista por el ojo desvergonzado de Dios
que nunca parpadea y que tú no ves pero que sí te ve a ti y que no
te pierde de vista ni de noche ni de día, hagas lo que hagas, estés
donde estés. Desengáñate: Tú no ves la televisión: la pequeña
pantalla te ve a ti.
12.-
¿Putas honradas? Contradictio
in terminis. No puede haber prostitutas honradas, a no ser que la honorabilidad sean los honorarios, en
el sentido que tiene el término de importe pecuniario de los
servicios de algunas profesiones liberales, es decir, lo que nos
confiere el poder del dinero a precio de saldo. Lo que a una mujer la
convierte en prostituta es lo mismo que a otra la convierte en profesora,
secretaria o ministra, la subordinación de su actividad al dinero,
es decir, al capital y al tiempo que lo incrementa: que haga lo que
hace no por gusto o placer sino por dinero. Uno igual que una -todos
somos putas- cobra sus honorarios por hacer lo que sea, aquello que
lo deshonra a uno, como tarifa que es de la mercantilización de sus
gracias y venta al mejor postor. Siempre que los políticos
profesionales hablan de “beneficios” se sobreentiende el adjetivo
“económicos”, tal es la íntima relación secreta que hay entre
política y economía, que quiere convencernos de que lo bueno, lo
que nos hace el bien, es lo malo, que es el dinero.
13.- El ogro filantrópico. El estado terapéutico persigue inquisitorialmente con su visión
absolutista de la sanidad pública a fumadores y bebedores hasta el
límite de la extorsión fiscal y la expulsión de los espacios
públicos, recluyendo esas actividades semidelictivas a los ámbitos
de la privacía: a las petacas y a los retretes, nunca mejor empleado
este galicismo que, como se sabe, alude a los lugares retirados.
Miente, asimismo, el Estado a través del
Ministerio de Sanidad de España, pidiendo a sus súbditos mayores
de ochenta años que se vacunen este otoño contra la enfermedad del
virus coronado, cosecha del 2019, suministrándoles la segunda dosis
de recuerdo, es decir, el cuarto pinchazo, “para continuar
protegiéndose a sí mismos y para proteger a los demás”. Se trata
de un chantaje moral, como dice el médico jubilado don Juan Gérvas,
que denuncia el lenguaje moralizante que se ha venido aplicando al
uso de mascarilla, la ablución de manos, el distanciamiento social y
finalmente a la supuesta 'vacuna', que crea crispación entre 'los
buenos', que se adhieren al discurso dominante, y 'los malos', que
son insolidarios.
14.- EPISTEMOLOGÍA POPULAR: aprender, como bien sabe el
pueblo a su modo sin saberlo, no es acumular conocimientos eruditos,
sino desengaños, es decir, caer en la cuenta de lo engañados y
equivocados que estábamos, para lo que es menester desaprender todo
lo que nos han enseñado y hemos aprendido, dejar de ver las cosas
como si las conociéramos de toda la vida, extrañándonos de todas
nuestras certidumbres.
15.-
Incendios forestales:
uno de los muchos presidentes democráticamente electos del Imperio,
de cuyo nombre no puedo acordarme, encontró en su momento la solución
genial para acabar con la deforestación provocada por los incendios
forestales causados por los pirómanos, y no tuvo empacho en
proponérsela al mundo: una intuición que nunca se le había
ocurrido antes a ninguna lumbrera: la solución final y definitiva,
la Endlösung: talar
los árboles para que no haya bosques que quemar.