Mostrando entradas con la etiqueta comercio. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta comercio. Mostrar todas las entradas

jueves, 2 de octubre de 2025

Supermercados futurizos

    A la vista del vídeo que acompaña a esta entrada, se pregunta uno hasta qué punto una emisión televisiva como esta de un informativo que hace una cadena privada, pero podría ser pública, porque para el caso da igual, es información o es propaganda. De hecho es más un anuncio publicitario que una noticia informativa, aunque también lo es. Atención al mensaje implícito y subyacente, porque parece que todo son bondades y no lo son: un establecimiento comercial abierto las veinticuatro horas del día y los siete días de la semana. Es el triunfo total del mercado, que no se subordina ya a los horarios laborales ni a las festividades, sino que salta por encima de ellos y se abre al flujo constante de capitales y mercancías.

    Para entrar en el establecimiento hay que identificarse previamente introduciendo el nuevo DNI que es nuestro número de teléfono móvil individual e intransferible, y a continuación nuestra tarjeta de crédito, pues el pago que se haga será siempre con dinero digital.

    El abanico de mercancías, una vez que se ha abierto la puerta del comercio, es amplio en este caso, desde alimentos frescos y congelados hasta productos de limpieza e higiene. Al final no se pasa por caja, dice la locutora televisiva. En su lugar, funciona la Inteligencia Artificial, que detecta automáticamente todos los productos que llevamos y nos cobra descontando su precio de nuestra tarjeta de crédito. Acto seguido, recibimos el tique en la pantalla de nuestro teléfono supuestamente inteligente, cuyo número hemos introducido al comienzo de la operación para entrar en el establecimiento mercantil.

      Se ha creado, dice la información publicitaria o la publicidad informativa, un nuevo espacio “que tiene las bondades del autoservicio y la bondad de una tienda”, con lo que “se mejora muchísimo la experiencia de compra del cliente”.

    Si entran varias personas a la vez no hay ningún problema: la IA, que funciona mediante cámaras y sensores de peso en las estanterías, detecta a cada cliente y lo va siguiendo. 

    Los entusiastas de este nuevo sistema dicen que es más rápido ya que se evitan las largas colas frente a la caja y está abierto al público en cualquier horario.

    Ha desaparecido el factor humano: el dependiente, el cajero, el tendero... Se eliminan así puestos de trabajo, aumentando la cifra de desempleados y el trato personal o la interacción, como dicen ahora, con los clientes. Sucede ya en muchas gasolineras, donde el usuario hace el trabajo del empleado. El empresario se ahorra, así, un puesto de trabajo ya que el cliente hace su trabajo bajo el nombre de “autoservicio”: antes te servían la gasolina, ahora te la sirves tú y te cobran lo mismo, porque si bien la desaparición del trabajo asalariado podría considerarse una liberación de la maldición bíblica de ganarse el pan con el sudor de la frente, mientras no desaparezca el salario -cada vez se habla más de una renta básica para todos-, o sea, el capital, seguimos en las mismas o peores circunstancias.

    La tecnología no está colaborando con el trabajo humano facilitándolo y haciéndolo más cómodo, sino reemplazándolo. De hecho se habla de robots reponedores de productos en las estanterías. 

Robot reponedor 

    Ha desaparecido el dinero en efectivo prácticamente, pero no seamos ingenuos, pecado imperdonable a estas alturas: eso no significa que haya desaparecido efectivamente el dinero.  Nada más lejos de la realidad, sino todo lo contrario: se ha sublimado, adquiriendo el carácter sobrenatural e inmaterial, espiritual y divino, que siempre ha tenido. La desaparición del dinero contante y sonante, por otra parte, ya sucede en los establecimientos actuales donde se puede efectuar el pago en metálico o con tarjeta, que a su vez puede ser de débito o de crédito, y que resulta para todos más cómodo ya que no hay que andarse con engorrosos cambios.

    Uno no necesita hablar con nadie. Hace la compra silenciosamente con total privacidad. Y se va, como si hubiera entrado a hacer sus necesidades en un retrete.

    Pero la IA de Gúguel también nos informa y hace al mismo tiempo propaganda so pretexto de información que la emisora televisiva emitiendo juicios de valor como este: Atención: Los supermercados del futuro se caracterizarán por el uso intensivo de inteligencia artificial (IA), cámaras y sensores para un seguimiento en tiempo real de los productos y clientes, y pantallas digitales que ofrecerán información detallada de los alimentos. Esto permitirá la compra autónoma sin colas y pagos automáticos, experiencias de compra personalizadas y la promoción de hábitos alimentarios más saludables y sostenibles.

    ¿Qué quieren decir las dos últimas frases? ¿Qué es una experiencia de compra personalizada? ¿Qué hábitos alimentarios más saludables y sostenibles fomentan estos supermercados futurizos? Al parecer se “minimizan la interacción física y la manipulación de objetos, mejorando la higiene” En Amazon Go hay hasta la posibilidad de comprar con este sistema de autoservicio, el colmo de los refinamientos, sentado uno, sin apearse de su automóvil.


domingo, 24 de octubre de 2021

La ponzoña del embuste

    Ya una vieja fábula de Esopo, conocida como Hermes y los artesanos, la número 103 en la edición de Perry y la 111 en la de Chambry, nos habla de cómo Zeus, el dios supremo que era en un panteón politeísta jerárquico que prefigura ya el futuro monoteísmo triunfante judeocristiano y musulmán, ordena a Hermes, el Mercurio de los romanos, dios de los comerciantes y príncipe de los ladrones, a los que de alguna forma equipara bajo su patrocinio, que infunda a todos los artesanos (τεχνῖται techníitai dice en griego, o sea, los que aplican la τέχνη téchnee la técnica o el arte a la fabricación de cosas) la ponzoña del embuste, lo que en griego se dice ψεύδους φάρμακον (pseúdous fármakon, es decir el fármaco de lo pseudo- o falso, o el virus de lo fake, en la lengua del Imperio).

    Hermes, hijo de Zeus y de la ninfa Maya, es un dios en principio ajeno al Olimpo, que nació en una cueva del monte Cileno, de donde le viene el sobrenombre de Cilenio.

 

Mercurio alado con caduceo y bolsa de dinero ¿Iacopo Zucchi/Lodovico Buti?, ca. 1572
 

    Hermes niño robó a su hermano Apolo, que guardaba como pastor el ganado de Admeto, parte de su rebaño aprovechando el descuido de este, que estaba más atento a sus amores que al ganado. La propiedad es un robo, como sentenció Proudhon. Hermes no la destruye robándola sino que se apropia de ella. Lleva las reses a través de toda Grecia sin dejar huellas de su paso. Astuto como era, se las había ingeniado amarrando una rama a la cola de cada animal para borrar su rastro. Cuando estuvo seguro, sacrificó dos de los animales robados, dividiéndolos en doce partes: una para cada uno de los doce dioses inmortales, a fin de congraciárselos. 

    Apolo buscaba furioso su rebaño extraviado por todas partes. Zeus ordenó a Hermes que le devolviese el rebaño a Apolo.  Hermes, entre tanto, había fabricado con el caparazón de una tortuga y los intestinos tesados de los bueyes sacrificados el primer instrumento musical de cuerda: la lira de Hermes.   La lira es, por lo tanto, un objeto técnico que convierte a su fabricante en τεχνίτης (techníitees), es decir, en artesano. Sumaba así Hermes a su incipiente condición de ladrón la de artesano.  

    La furia de Apolo, que había visto la lira de Hermes y oído su melodía, desapareció por completo como por arte de encantamiento. Seducido por las notas musicales, como los marineros cuando escuchaban los cánticos de las Sirenas, ofreció a su hermano cambiar su ganado por la lira, a lo que Hermes accedió gustoso, estableciéndose así la primitiva forma de intercambio comercial y transacción de propiedades que es el trueque, no mediada todavía por la aparición del dinero.

   Volviendo a la fábula esópica, Hermes hizo lo que Zeus le mandó, preparó la poción y la distribuyó en partes iguales entre todos los gremios, aunque la parte que le sobraba al final, que no era poca, se la echó toda a los zapateros, que serían según la fábula los más embusteros de todos los comerciantes, sin que sepamos muy bien a qué se debe esta tirria en particular a ese gremio. ¿Será por la dificultad de que el calzado se ahorme al pie y sea el pie el que deba ahormarse al calzado? Algunos refranes castellanos aluden también a la condición embustera de los zapateros, que eran poco de fiar: Un sastre, un barbero y un zapatero, tres personas distintas y ninguno es verdadero; y Cazadores, sastres y zapateros los más embusteros. Desde entonces, concluye la moraleja de la fábula, todos los artesanos, y en esta denominación hay que incluir a los comerciantes,  son falsarios, lo que en griego se dice “pseudólogos”. 

      Hemos visto, pues, cómo Hermes suma, a la condición de astuto ladrón que robó el ganado que cuidaba su hermano y a la de ingenioso artesano que inventó la lira, la de comerciante, que trocó el instrumento que había fabricado por el ganado que había robado, legitimando así la propiedad, es decir, el robo. Nadie, pues, más indicado que él para distribuir el fármaco de la falsedad entre los fabricantes y los mercaderes, y convertirse en el moderno dios y símbolo del comercio.