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domingo, 2 de enero de 2022

Contracalendario

ENERO 
 Vuelve ya a rodar 
otro Año Nuevo, que es
viejo ya al nacer. 
 
FEBRERO 

Se metió al corral
el invierno a retozar: 
 ya se marchará. 
 
MARZO 
 
 
Marzo, mes del dios
de la guerra que es la paz, 
y la ley marcial.
 
 ABRIL
 En abril su cruz
labra y porta cada cual
igual que Jesús.
 
 
MAYO
 No te inmoles más
 en aras del porvenir,
ahora y aquí. 
 
 JUNIO
 Crece el día ya:
en la hoguera de San Juan
  la noche arderá.
 
 JULIO
¿Quién no ha de olvidar
 la semana, el año, el mes,
 día y hora ya?
 
 AGOSTO
 Arde, augusto, el sol
y se agosta agosto, el mes
del Emperador. 

 
 SEPTIEMBRE 
El ocio estival
 llega al fin y en marcha está
 ya el curso escolar.
 
 OCTUBRE
Hojas de papel
secas echa el vendaval
de octubre a volar.
 
 NOVIEMBRE
 Se nos olvidó
dar cuerda al reloj, y el sol,
ay, se ensombreció.
 
  DICIEMBRE
 Líbranos de ti,
 calendario laboral;
 tú, supremo mal.

domingo, 12 de julio de 2020

Tiempo cíclico y tiempo lineal

Dice John Zerzan en El Tiempo y sus descontentos: “El reloj descendió de la catedral a la corte y al juzgado, después al banco y a la estación de ferrocarril, y finalmente a la muñeca y al bolsillo de todo ciudadano decente. El tiempo tenía que volverse más “democrático” a fin de colonizar verdaderamente la subjetividad” (Time and Time Again, edit. Detritus Books Olympia (Washington) 2018). 

Expresa muy bien Zerzan cómo el tiempo baja de las altas esferas de la vida pública religiosa y civil al pueblo llano, que acabará incorporando el reloj individual hasta la perfección absoluta de estar todos sincronizados. 

Hay dos concepciones sobre el tiempo: la cíclica, que parece que es la más antigua y está ligada al desarrollo de la agricultura y al retorno de las estaciones, y la lineal, que lo presenta como una progresión hacia el futuro. Esta concepción lineal, más moderna, sustituyó a la otra imponiéndose definitivamente. 

El ángelus, J.-F. Millet (1857-1859)

La impronta cristiana es innegable para Zerzan a la hora de analizar este fenómeno, dado que en la Europa medieval la primera instancia que regía su vida diaria por un estricto horario y calendario era el monasterio. Sería la Iglesia el primer poder que unió el cómputo del tiempo a una forma de vida regulada temporalmente. Y da el dato de que la orden benedictina, por ejemplo, cuyo lema era "ora et labora" y tenía unos horarios específicos para el trabajo y la oración,  llegó a contar con 40.000 monasterios por toda Europa en su época de mayor apogeo y esplendor. 

Aparecieron los relojes públicos y alrededor de 1345 la división de las horas en sesenta minutos y de los minutos en sesenta segundos se hizo común. 

En pueblos y ciudades se rezaba tres veces al día el ángelus, al amanecer, al mediodía y al atardecer, para lo que sonaban las campanas de iglesias y catedrales llamando a la oración.

Algunas revoluciones, como la francesa, intentaron romper con el calendario tradicional, pero en realidad lo que hicieron no fue romper con el Tiempo, sino sustituir el viejo calendario judeocristiano por el llamado calendario republicano, adoptado por la Convención Nacional desde 1792 hasta 1896, en que fue abolido por Napoleón, sutituyendo la semana, que ya habían consagrado los hebreos en la Biblia, recuérdese la creación del mundo en siete días, por un período de decenas, que dividiría los meses en tres, adoptando el sistema decimal. 

Calendario republicano de la Revolución Francesa.

El calendario se volvió a implantar brevemente tras el derrocamiento de Napoleón en 1814, y fue usado también por la efímera Comuna de París de 1871, según la inevitable Güiquipedia.