El Gobierno
de las Españas decidió hace cinco años, como por otra parte no cabía esperar menos, invertir dice él
-lo que traducido al lenguaje corriente quiere decir malgastar- 7.300
millones de euros de los fondos de las arcas públicas durante los
próximos catorce años en la construcción de cinco fragatas F-110,
que sustituirán a las obsoletas de la Clase Santa María que tenían
ya 35 años de antigüedad, 348 vehículos blindados Dragón 8 por
8, que sustituirán a los viejos BMR, cuyo blindaje resultaba endeble
para afrontar la amenaza de los explosivos enterrados a su paso en
lugares del mundo tan remotos como Afganistán, donde no se nos ha perdido nada, y en la modernización de los 69
aviones de combate (y cuatro pendientes de recibir) cazabombarderos
Eurofighter, que en la lengua del Imperio significa
“Eurocombatiente”. Su nombre, sin embargo, no precisa ni
especifica si lo de “Euro” se refiere a Europa o a la moneda de la
llamada eurozona o, lo que es más probable, a ambas cosas a la vez.
Los Estados
Unidos de América, por su parte, están al parecer muy satisfechos
de que el Gobierno del doctor Pedro Sánchez haya aumentado
-incrementado, dicen ellos, en lugar de excrementado- lo que se llama
con eufemismo el gasto de defensa -es decir armamento para las
Fuerzas Armadas- en un 2% sobre el PIB de nuestro país.
Así
lo
decidió nuestro modernísimo Consejo de Ministros y de Ministras,
que de esta forma ha asegurado nuestra defensa por tierra, mar y aire
con lo que constituye paradójicamente una ofensa al sentido común. ¿Cómo
nos
venden esta bochornosa e impresentable moto nuestros gobernantes (y
gobernantas, no se
olvide ni invisibilice el importante papel desempeñado por las mujeres
en esta chapuza) a
los votantes y contribuyentes? Pues diciendo que la inversión
generará nada más y nada menos que 8.500 puestos de trabajo, directos e
indirectos, en los
astilleros de Navantia en Ferrol, así como en otras muchas empresas,
de los que 7.000 dependen de la construcción de las fragatas:
quieren darnos más trabajo. ¡Qué buenos son nuestros mandatarios
(y mandatarias)!
En este
sentido la por entonces Ministra de Educación y portavoz del Gobierno de las
Españas doña Isabel Celaá dijo a los periodistas en la rueda de
prensa posterior al Consejo de Ministros y Ministras que aprobó
dicho despropósito: “El gasto en Defensa es, efectivamente, gasto
social”. Y añadió sin que se le cayera o arrugara al menos de
vergüenza la cara dura que tiene, ratificando así las palabras de
la Ministra de Defensa doña Margarita Robles que había asegurado lo
mismo con otras palabras en una entrevista radiofónica: “el gasto
militar contribuye, aparte de la seguridad y la defensa, en la
creación de puestos de trabajo”.
Ya unos meses atrás el presidente
del Gobierno, el mentado doctor Sánchez, justificó la venta de armas a
Arabia Saudí diciendo que el contrato venía del anterior ejecutivo
-eufemismo de Gobierno-, disculpando así que el nuevo que él preside
tuviera que ejecutar dicho compromiso y no pudiera anularlo. Ya se sabe.
No se cansa uno de repetirlo: Los que mandan son los más mandados.
Por su parte, el entonces Ministro de Asuntos Exteriores don Josep Borrell afirmó, sin que tampoco se le cayera el rostro de vergüenza ni le temblara siquiera la voz, que las armas que España vendía a Arabia Saudí sabían a quién tenían que matar... Él no lo dijo con estas palabras exactamente. Dijo, astuto como es, algo así como que eran unas armas "inteligentes", tanto que nunca se equivocaban en el blanco... ¡Qué maravilla! El problema de esta definición políticamente tan correcta es que, como le advertía doña Lidia Falcón en una valiente carta abierta, donde se avergonzaba como ciudadana española, como mujer y como feminista, dirigida al señor ministro, y de paso al alcalde de Cádiz y a los trabajadores de Navantia: "Pero lo que no nos ha dicho usted es cuál es el blanco".
Por su parte, el entonces Ministro de Asuntos Exteriores don Josep Borrell afirmó, sin que tampoco se le cayera el rostro de vergüenza ni le temblara siquiera la voz, que las armas que España vendía a Arabia Saudí sabían a quién tenían que matar... Él no lo dijo con estas palabras exactamente. Dijo, astuto como es, algo así como que eran unas armas "inteligentes", tanto que nunca se equivocaban en el blanco... ¡Qué maravilla! El problema de esta definición políticamente tan correcta es que, como le advertía doña Lidia Falcón en una valiente carta abierta, donde se avergonzaba como ciudadana española, como mujer y como feminista, dirigida al señor ministro, y de paso al alcalde de Cádiz y a los trabajadores de Navantia: "Pero lo que no nos ha dicho usted es cuál es el blanco".